Por Jorge Oviedo | LA NACION
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La advertencia de que quienes compran dólares a seis pesos o más harán un mal negocio, como los que pagaron más de cuatro pesos en 2002, parece difícil de cumplir.
A mediados de 2002 el dólar llegó, brevemente, a superar los $ 4 luego de haber estado más de una década a sólo un peso.
Luego cayó y cotizó bajo los $ 3 hasta fines de 2005.
No parece que haya que festejar mucho tal evolución, ya que el gobierno de Eduardo Duhalde volvió a liberar el mercado de cambios tras la devaluación y el default con la convicción de que el dólar no debía valer más de $ 1,40.
Y los que compraron entre esa cotización y los dos pesos, e incluso un poco más, que fueron la mayoría, hicieron un gran negocio.
Si es cierto que un amigo de Cristina Kirchner compró entonces a 4,80 es probable que haya sido uno de los pocos.
Y también sería difícil que no haya estado comprando antes a valores mucho más bajos, que luego le resultaron muy ventajosos,
Pero para que se repita esa historia, la Argentina debería contar con un par de factores que el Gobierno no controla:
la devaluación del dólar en el mundo y una cosecha excelente en la Argentina.
Hoy el dólar se aprecia y la sequía primero y las inundaciones ahora hacen estragos en el campo, que ya estaba muy complicado por las malas políticas oficiales para el trigo y el maíz.
Además, haría falta que hubiera un verdadero mercado libre y único de divisas como en 2002.
Ese mercado desapareció bajo controles que son una flagrante vulneración de los derechos y libertades de las personas.
También sería necesario que, como en 2002, se detenga la inflación, no haya déficit fiscal, ni de balanza comercial, ni prohibiciones de exportar e importar.
Duhalde consiguió estabilizar la situación al despejar la incertidumbre política.
Para ello, tras la represión feroz en el puente Pueyrredón con los salvajes asesinatos de Kosteki y Santillán, acortó su mandato, dando claras señales de que no quería eternizarse a los tiros y llamó a elecciones para abril de 2003.
Y para evitar el riesgo de que la interna peronista se transformara en una carnicería, anunció que no sería candidato y permitió que se presentara su elegido para continuar su "modelo",
Néstor Kirchner, y también Adolfo Rodríguez Saá y Carlos Menem.
La Presidenta no tiene un mandato provisional, como ocurría con Duhalde.
Pero las guerras intestinas para resolver qué sucederá en 2015 también generan incertidumbre y temores que aumentan la demanda de dólares.
Cristina Kirchner dijo en Bariloche que "hay que transferir la posta", pero, según la historia reciente, ello no garantiza que no buscará la reelección.
Esta vez aconsejó rezar un Santo Rosario a quienes creen en las eternizaciones.
Pero convendría no tomarla muy al pie de la letra.
Cuando jugaba al misterio con su candidatura a la reelección en 2011 dijo a quienes la pedían:
"No se hagan los rulos".
Otra diferencia con 2002, y a causa del default, es que no había que hacer pagos de la deuda externa y sobraba agua para turbinar en los complejos hidroeléctricos patagónicos.
Este año la Argentina enfrentará un vencimiento muy importante, el de los cupones atados a la evolución del PBI, y Cristina parece dispuesta a cualquier cosa con tal de no incumplir.
Cualquier cosa incluye
la restricción de importaciones que detiene la producción de algunas fábricas y hace faltar medicamentos,
la prohibición de comprar dólares,
el control casi estalinista a los viajeros al exterior.
Todo para importar combustibles y energía para paliar la crisis energética que, según el ministro Julio De Vido no existe, y para pagar la deuda externa que Néstor Kirchner dijo que había arreglado para siempre. Repetir el desplome del dólar de 2002 se torna cada vez más difícil
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