"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 14 de mayo de 2012

El jardinero y el leñador...



Hay un hermoso cuento de Mamerto Menapache, que se refiere al jardinero y al leñador, el primero poda las plantas, las cuida y las mejora, y el segundo derriba los árboles.

Es decir el jardinero mejora y cuida lo que tiene a su cargo  para llevarlo a una vida mejor, y el leñador lleva a la muerte del árbol.

Esta metáfora puede aplicarse a la vida del hombre, a las relaciones que entabla y a las acciones que produce su comportamiento.

Podemos señalar que existen dos grandes grupos de personas, aquellas que procuran defender y propiciar la vida, tratar de mejorarla para sí y para sus semejantes y aquellos que sienten desprecio por la vida, en especial por la ajena y a veces hasta por la propia, poniendo en peligro su existencia, la ajena y la de todo el planeta.

Son dos posiciones encontradas que se dan en muchas situaciones en todo tiempo y espacio.

Desde el pensamiento, la creación, la concreción y el uso.

Hay quienes piensan proyectos vitales, superadores, de crecimiento, de progreso y avance y quienes piensas proyectos de destrucción, capaces de matar y aniquilar a la raza humana.

Quienes pasan la vida intentando promover y proteger al prójimo y quienes se pasan la vida ignorándolo o sometiéndolo.

La creación es un impulso interior que el hombre siente de acuerdo a sus parámetros, su lugar, su lengua, su raza, su religión si la tiene, su infancia, su educación, sus sentimientos y el coraje y la voluntad que pone en ellos.

Ese impulso le permite tomar las cosas, las ideas, los razonamientos y  tratar de explicarlos, mejorarlos y hacer con ellos otra cosa en el mismo sentido pero creyendo que será mejor.

Algunos logra concretarlos y esa concreción esta determinada por el pensamiento y la creación.

La concreción puede ser parcial o total, según el mérito, la capacidad y la aceptación social que tengan.

Puede ser una concreción individual, que no pasa de sí mismo, o de un grupo pequeño o reducido de adoptantes, o puede tener una proyección mayor si prende entre quienes lo rodean o en su sociedad.

Falta todavía determinar el uso que se le dará, que puede ser bueno o no, correcto o incorrecto, efectivo o ineficaz.

No hay medida específica, como todas las cosas que tienen que ver con la voluntad humana.

Puede ser el uso el esperado en la concreción, o puede darse otro uso inesperado a veces distinto, o también mejorado.

Pero el uso en algunos casos distorsiona lo que se ha pretendido, o esta lejos del pensamiento original.

Juega en todo esto otro factor, la intencionalidad.

Con que intención se hace.

Cual es el motivo y el objeto de aquello que promovemos en la acción con nuestra voluntad y como se manifiesta en una voluntad colectiva que a veces entiende bien lo promovido y a veces no.

Es una relación azarosa, que no se conoce desde el principio, como toda relación entre el individuo y el grupo social.

Lo importante es nuestra intención, qué mueve nuestra conducta, porque nos comportamos de esta manera.

Si nuestra intención es preservar la vida, cuidarla y mejorarla, ser solícitos a las necesidades de nuestros semejantes, dando de lo nuestro para solucionar sus problemas, y por sobre todo dándonos nosotros más allá de lo material, estando a su lado, compartiendo sus vicisitudes, tratando de animarlo y confortarlo, y sobre todo entendiendo la vida como un acto de amor, aún cuando debamos decirle lo que sentimos y señalarle que sus errores lo han llevado a la situación en que se encuentra, seremos como el jardinero, que se ocupa de podar, limpiar y quitar lo que ya no sirve de la planta.

Nosotros haremos lo mismo con nuestros hermanos, permitiendo asimismo que ellos se ocupen, nos critiquen y hasta nos aconsejen.

Si en cambio apostamos a no escuchar la demanda o el reclamo del otro, a tratar de aprovecharnos de sus debilidades, a quitarle lo que tiene, a no preservar la vida y ser capaces de matar con cualquier excusa seremos el leñador que corta el árbol.

Y lo mismo pasa en las sociedades, hay quienes apuestan a beneficiar y mejorar a otras que lo necesitan y quienes apuestan a destruirlas.

Que nuestro comportamiento esté marcado por los valores de la bondad, el amor, la solidaridad, la justicia y la paz.

Elias D. Galati

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