Por Gabriela Pousa (*)
Se mire por donde se mire, irracionalidad.
El país es un enfermo en terapia intensiva que no vive, sobrevive.
Una sola de sus vías que se desconecte y ahí queda:
la Fragata Libertad embargada,
las FFAA y de seguridad mal pagas y denostadas,
los trenes descarrilando,
la electricidad que colapsa,
la libre expresión amenazada,
el dólar prohibido,
la AFIP devenida herramienta de amedrentamiento,
la deuda in crescendo,
la violencia sumando muertos…
Desmenucemos el cuadro clínico: el Talón de Aquiles con más de una flecha ardiendo.
Las piernas prácticamente inertes, sin moverse.
Argentina sólo avanza hacia Venezuela, Angola, Azerbaiján, Vietnam.
Exporta medias con la ya mítica leyenda: “Clarín Miente” (
al menos no agregaron “Cristina dignifica”)
Las últimas misiones comerciales del Secretario de Comercio repitieron siempre el mismo libreto.
En el hall de los hoteles, Moreno arenga a su tropa como un DT que debe sacar a su equipo del descenso. No hay un “Haka” exactamente pero si una consigna que, el polémico funcionario grita, al culminar su burda y brutal diatriba: “
¡Vamos a vender, vamos Argentina!’”
El país, entonces, se convierte en un club de fútbol donde todo se define entre barras bravas y privilegios.
Al regreso, la Cancillería argentina emite un comunicado, el mismo que reparte tras cada gira, cero imaginación o compulsión por la historia repetida…
En una ocasión intentó ampliar la creatividad, fue a la vuelta de Azerbaiján.
Entonces se leyó:
“Visitamos una de las economías de mayor crecimiento y prosperidad del mundo”
Tras ese acto de creación, las palabras exactas de la epopeya anterior:
“La misión oficial fue un éxito, los dos países se comprometieron a potenciar las relaciones bilaterales”. Punto.
Después aparecen las verdaderas gestas, y se descubre que lo más logrado fue el cotillón anti monopolio y el asado que llevaron.
Esa es la dinámica de la inserción argentina en el mundo.
¿Por qué restarle importancia a la gestión antes aún de que despegue el avión?
La réplica es simplísima.
No se trata de complots, ni de cadenas del fracaso, hay más ciencia que poesía en la respuesta.
Ninguna empresa, ni industria, ni administración política seria, pondría dinero en un país si después no puede remitir al exterior sus ganancias.
La ecuación puertas adentro no cambia, no varía:
¿Quién invertiría en maquinaria, por ejemplo, si luego las máquinas no le llegan?
No hay atenuantes.
La seguridad jurídica es un anatema y además, para sumar al desinterés, nunca hay garantía de poder vender lo producido al precio conveniente según los costos, la libre oferta y la demanda.
Sí hay agravantes.
Suponiendo poder producir sin escollos, vender la mercadería del otro lado de la frontera, puede tornarse una tarea de Cíclope.
Asimismo, financiar una inversión se vuelve utópico cuando la mayoría de los bancos carecen de una gimnasia crediticia.
Y si encima se evalúan las reglas de juego, toda expectativa deriva en un abandono completo.
Apenas hay conversaciones, consultas, mas no con intención económica sino más bien, por la curiosidad intelectual que genera la Argentina.
El granero del mundo hecho trizas, casi como ver a Bill Gates mendigando en la 5ta. Avenida.
Se repite una y otra vez la escena.
La trilogía en la mira – empresas, bancos, gobierno -, enredándose en un maniqueo juego de opuestos, cuando urge jugar al complemento.
Así, los primeros reclaman crédito, las entidades financieras ofrecen fondos, y el Estado entremedio busca su propio rédito.
No sólo falta una ética inviolable y una política previsible más allá del día a día, sino también otra cultura. Posiblemente la semilla se sembró en tiempo y forma, pero esta visto que el árbol cosechó torcido.
Sin duda radica ahí la tarea más compleja: una cultura no es una muestra, ni fotografía muerta.
Es un todo, la película completa.
Indagar en un cambio cultural demanda un ensayo extenso, o a esta altura, una enciclopedia entera.
Lo cierto es que la gravedad de la situación va más lejos:
no hay motivación que es diferente a no haber deseo.
No siempre se actúa siguiendo un deseo, a veces se lo hace cumpliendo un deber.
Esto último explica tal vez, determinados anuncios de la mandataria dando cuenta de aperturas o expansión de fábricas.
El deber ser, porque sino, no se es…
Hay más que un juego dialéctico.
Hoy por hoy en Argentina hay que aplaudir de pie, asentir con la cabeza y olvidar la dignidad para “crecer”. Existan o no pruebas concretas, la extorsión es una metodología conocida.
Esto a cambio de aquello.
Política del trueque tumbero.
Kermesse de timba.
Lotería de ciegos.
En ese marco, hasta es inútil analizar el para qué viaja Guillermo Moreno.
Si además se indaga sobre quienes le acompañan, la situación pasa de gris a negro.
En la última misión liderada por aquel, se priorizó la economía tras bambalinas, el mercado informal, la industria de la falsificación.
De ese modo, “La Salada” pasó a ser la cara visible de Argentina en el exterior…
A Vietnam parte con ciertas bajas.
Las grandes empresas ya no acompañan.
Puede decirse a favor que esta vez, se aterrizará en territorio más prometedor.
Lo que no promete es el gestor.
Según The Economist, el mítico país de la península de Indochina cerrará el año con un crecimiento del 6%, y una inflación del 8,5% anual.
Más que vender, el séquito morenista podría aprender algo antes de volver.
En definitiva, Argentina continua a la deriva, sin politica exterior precisa, necia como quien frente a un hombre que señala la luna con su dedo, se queda mirando el dedo.
Y allá van…
“Buenos Días, Vietnam"
¡Y perdoná!
(*)
Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de su autora y de "Perspectivas Políticas". Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.
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