En filosofía se consideran dos modos
de razonamiento, la deducción o inferencia desde las causas hacia los efectos,
desde lo universal a lo particular y la inducción o recorrer el camino desde lo
particular a lo universal.
Pero Charles Peirce aportó un tercer
método, que sería el primer modo, que llamó abducción o reproducción,
relacionado con la génesis de hipótesis, en el razonamiento científico o en el
pensamiento ordinario.
Es el proceso de razonamiento por el cual se engendran
nuevas ideas, las hipótesis explicativas y las teorías
científicas.
Peirce alude a un pasaje de
Aristóteles que describe un tipo de razonamiento que llama epagoge, como
inducción o comprobación distinto del razonamiento necesario que llama
apodeixis, deducción o demostración apodíctica.
Platón ya habia usado los verbos
traducidos como inducir o conducir para formar el sustantivo epagoge, traducido
como inductio, inducción
Lo emplea en un sentido psicológico y
pedagógico, aunque tenga implicancias gnoseológicas y
metafísicas.
Se trata de inducir a alguien a
adquirir un conocimiento, conducirlo a la adquisición del conocimiento de lo
todavía ignorado.
También refiere Platón el hecho de
aducir un testimonio en apoyo de un decir, aunque considera que el alma puede
elevarse desde la consideración de las cosas sensibles hasta la contemplación de
lo que hay de más excelente en la realidad, es decir los
principios.
También uso el término para indicar
la desviación de un razonamiento.
Se ha entendido la apagogia como el
razonamiento que sirve para probar la verdad de una proposición demostrando lo
absurdo de la contraria.
Etimológicamente significa llevar
algo fuera de un lugar, de apartar algo.
Me voy a permitir hacer una
inferencia de estos principios y ubicarlos en la realidad actual de nuestro
mundo, y considerar como sin quererlo, o sin saberlo o ni siquiera sospecharlo,
muchas de las cuestiones que se ventilan y se resuelven entre nosotros, tienen
este formato y este modelo.
En muchas circunstancias se pretende
probar la veracidad de una ideología o de un sistema, por lo absurdo de lo
contrario, por supuesto con los parámetros de quien hace la comprobación y
dentro de sus modos de razonar.
Entonces la verdad surge, no como el
aserto o la comprobación de que es cierto, sino como contrapartida porque lo
opuesto es absurdo.
¿Será esa la
verdad?
Otra de las circunstancias muy
comunes en nuestros razonamientos y comprobaciones es aquello que señalaba
Platón, llevar algo fuera de lugar, apartarlo y pretender probarlo desde allí,
induciendo a un conocimiento de lo no conocido, como se realiza pedagógicamente
con el niño.
Entonces la verdad deja de ser
objetiva, porque la comprobación queda en manos de quien maneja el sistema y
determina los modos, la forma y las premisas a emplear, las que han sido sacadas
de su lugar común y apartadas hacia un lugar elegido por el que domina, para que
dé el objeto deseado y el conocimiento que se pretende inculcar, sea cual sea,
ya verdad, ya ficción, ya probabilidad.
El hombre busca la verdad, pero en
todos los rincones del planeta vemos como la verdad se distorsiona, no sólo por
los recursos del poder y del dinero, sino también por los recursos de la mente,
por los razonamientos equívocos, por los sistemas inadecuados, por las causas
incorrectas puestas como base de las consideraciones que darán lugar a la
interpretación que quiere la ideología o quien
domina.
La epagoge funciona, doy el
conocimiento que quiero a quien no lo tiene, y me aseguro su fidelidad, aparto
el objeto, lo saco de lugar y lo coloco donde me conviene, demuestro
fehacientemente que lo opuesto a mi idea es falso y por lo tanto aseguro que lo
que sostengo es verdadero.
Embato contra lo que no quiero, hago
causa contra el enemigo y ergo lo amigable es
verdad.
No interesa si lo pruebo, si
es acertado
mi discernimiento o si hay razón o fundamento en
ello.
Induzco y todo lo que induzco es
verdad, y lo contrario es mentira, perversión e
inquina.
Domino la mente hasta el punto de
hacer coincidir sus razonamientos con los míos.
Pero ¿es verdad? ¿es bueno? ¿ es
útil?
Elías D.
Galati
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