La premio Nobel de Medicina y senadora vitalicia italiana Rita Levi-Montalcini murió en Roma a los 103 años de edad.
Nacida en Turín el 22/04/1909 ganó el Nobel en 1986 junto a Stanley Cohen por sus investigaciones sobre el crecimiento de las células neurológicas.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24).
La neuróloga
Rita Levi-Montalcini nació en Turín, Italia en 1909; y falleció
el domingo 30/12 en Roma a los 103 años.
Ella obtuvo la licenciatura en Medicina doctorándose en Neurocirugía. Al
término de la 2da. Guerra Mundial emigró a USA donde trabajó en el laboratorio
Viktor Hamburger, del Instituto de Zoología de la Universidad de Washington (en
Saint Louis).
Levi Montalcini era hija de un ingeniero y matemático, y de una pintora,
ambos judíos, tenía 1 hermano y 2 hermanas (una de ella, Paola, gemela
suya).
En 1936 se doctoró en Medicina por la Universidad de
Turín, con una tesis dirigida por el histólogo Giuseppe
Levi.
Desde entonces, y hasta 1939, trabajó en la universidad
turinesa.
Al comenzar la 2da. Guerra Mundial, y a causa de las amenazas de
persecuciones antisemitas, se trasladó a Bruselas, Bélgica, donde colaboró en el
Instituto Neurológico durante 1 año.
En 1940, y tras la entrada de las tropas de Adolfo Hitler en Bélgica,
regresó de nuevo a Italia y organizó en su casa un pequeño laboratorio de
neuroembriologia experimental.
Durante la guerra vivió clandestinamente en Florencia.
Cuando ocurrió la
invasión estadounidense, ella ejerció como médico de las tropas.
Una vez finalizada la contienda, se reincorporó a la Universidad de Turín
como ayudante del profesor Giuseppe Levi.
En 1947 recibió una invitación del profesor Viktor
Hamburguer, para ir a la Washington University, de Saint. Louis,
Missouri, donde ejerció pr 30 años la investigación y la docencia en la
cátedra de Neurobiología.
El Nobel y después
Entre 1954 y 1960, Rita trabajó junto al joven bioquímico estadounidense
Stanley Cohen en la identificación del factor de
crecimiento.
En 1961 constituyó en Roma un Centro de Investigación sobre el NGF (nerve
growth factor, factor de crecimiento nervioso), subvencionado, en un principio,
por el National Institute of Health, de USA, y después por el Consiglio
Nazionale delle Ricerche italiano.
En 1969, y tomando como núcleo básico el Centro de Investigación sobre el
NGF, nació el Instituto de Biología Celular, cuya dirección fue confiada a la
doctora Levi-Montalcini. Desde entonces y hasta 1977, dividió su tiempo entre
Saint Louis y Roma.
En 1977 regresó a Italia y fijó su residencia en Roma.
En 1978 ella dejó la dirección del Instituto de Biología Celular.
Entonces, en Italia no le ofrecieron ninguna cátedra, e incluso su salario no le
daba derecho a pensión...
En 1986, la Academia de las Ciencias sueca les otorgó, a ella y a
Stanley Cohen, el premio Nobel de Medicina, como reconocimiento a sus
investigaciones sobre el crecimiento de las células neurológicas.
Acostumbrada a la soledad, la concesión de este prestigioso galardón le
causó una gran depresión, ya que dijo: "No conseguía soportar aquel
clamor".
En julio de 1993 ella fue designada, por el entonces secretario general de
la ONU, Butros Gali, miembro de la Junta Consultiva de alto
nivel para el Desarrollo, organismo encargado de analizar cuestiones
relacionadas con el medio ambiente y el desarrollo.
En febrero de 1994, el ex director general de Farmacia, Duilio
Poggiolini, acusado de corrupción, hizo unas declaraciones en las que afirmaba
que el Nobel de Levi Montalcini había sido comprado por la multinacional
farmacéutica Fidia, para la que ella trabajaba.
Enorme indignación provocó esa denuncia, y solidaridad con
Rita.
Levi Montalcini era miembro del Comité Nacional Italiano de
Bioética, que en junio de 1994 presentó un documento en el que
rechazaban a las "abuelas-madres" la fecundación asistida para
homosexuales o mujeres solas y los úteros "de
alquiler". También rechazó, a título personal, la clonación humana
en 1997.
En octubre de 1999 fue nombrada Embajadora Plenipotenciaria de la FAO
(Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación).
En diciembre de 1999, ella reabrió, junto al periodista Indro
Montanelli, el debate sobre la eutanasia en Italia, al declarar públicamente su
deseo de encontrar un médico, que llegado el momento, les ayudara a
morir.
El 1 de agosto de 2001 fue nombrada senadora vitalicia por el
entonces presidente de la República italiana, Carlo Azeglio
Ciampi.
Levi dedicaba también parte de su tiempo a la Fundación Rita Levi
Montalcini Onlus, creada junto a su hermana en 1992, y cuyo principal objetivo
es mejorar el nivel educativo de las mujeres africanas.
En enero de 2008 fue una
de las senadoras vitalicias que votó a favor del primer ministro italiano Mario
Prodi en una moción de confianza del Parlamento de que la que salió
victorioso.
Ese mismo año, celebró su 99
cumpleaños trabajando en su laboratorio del Instituto Europeo de Investigación
del Cerebro (Ebri). Aseguró que además de ir habitualmente a las sesiones del
Senado, escribía libros y participaba en conferencias.
El 22 de abril de 2012 celebró su 103 cumpleaños y recibió los "afectuosos
saludos" del presidente de la República, el octogenario Giorgio
Napolitano.
Una entrevista
En abril de 2009, Rita fue entrevistada por Miguel Mora para el diario
madrileño El País. Algunos fragmentos de aquel reportaje:
"(...) La científica italiana, premio Nobel de Medicina, soltera y
feminista perpetua -"yo soy mi propio marido", dijo siempre- y senadora
vitalicia produce todavía más fascinación cuando se la conoce de cerca. Apenas
oye y ve con dificultad, pero no para: investiga, da conferencias, ayuda a los
menos favorecidos, y conversa y recuerda con lucidez asombrosa.
Sobrada de carácter, deja ver su coquetería en las preciosas joyas que
luce, un brazalete que hizo ella misma para su gemela Paola, el anillo de pedida
de su madre, un espléndido broche también diseñado por ella. Desde sus ojos
verdes vivísimos, Levi-Montalcini escruta a un reducido grupo de periodistas en
la sede de su fundación romana, donde cada tarde impulsa programas de educación
para las mujeres africanas.
"Decidí no casarme cuando era adolescente. Nunca habría obedecido a un
hombre, como mi madre a mi padre"
Por las mañanas visita el European Brain Research Institute, el
instituto que creó en Roma, y supervisa los experimentos de "un grupo de
estupendas científicas jóvenes, todas mujeres", que siguen aprendiendo cosas
sobre la molécula proteica llamada Factor de Crecimiento Nervioso (NGF), que
ella descubrió en 1951 y que juega un papel esencial en la multiplicación de las
células, y sobre el cerebro, su gran especialidad. "Son todas féminas, sí, y eso
demuestra que el talento no tiene sexo. Mujeres y hombres tenemos idéntica
capacidad mental", dice.
Con ella está, desde hace 40 años, su mano derecha, Giuseppina Tripodi,
con quien acaba de publicar un libro de memorias, La clepsidra de una vida,
síntesis de su apasionante historia: su nacimiento en Turín dentro de una
familia de origen sefardí, la decisión precoz de estudiar y no casarse para no
repetir el modelo de su madre, sometida al "dominio victoriano" del padre; el
fascismo y las leyes raciales de Mussolini que le obligaron a huir a Bélgica y a
dejar la universidad; sus años de trabajo como zoóloga en Misuri (Estados
Unidos), el premio en Estocolmo -"ese asunto que me hizo feliz pero famosa"-,
sus lecturas y sus amigos (Kafka, Calvino, el íntimo Primo Levi), hasta llegar
al presente.
Sigue viviendo a fondo, come una sola vez al día y duerme tres horas.
Su actitud científica y vital sigue siendo de izquierdas. Pura cuestión de
raciocinio, explica, porque la culpa de las grandes desdichas de la humanidad la
tiene el hemisferio derecho del cerebro. "Es la parte instintiva, la que sirvió
para hacer bajar al australopithecus del árbol y salvarle la vida. La tenemos
poco desarrollada y es la zona a la que apelan los dictadores para que las masas
les sigan. Todas las tragedias se apoyan siempre en ese hemisferio que desconfía
del diferente".
Laica y rigurosa, apoya sin rodeos el testamento biológico y la
eutanasia. Y no teme a la muerte. "Es lo natural, llegará un día pero no matará
lo que hice. Sólo acabará con mi cuerpo". Para su centenario, la profesora no
quiere regalos, fiestas ni honores. Ese día dará una conferencia sobre el
cerebro.
-¿Cómo es la vida a los 100 años?
-Estupenda. Sólo oigo con audífono y veo poco, pero el cerebro sigue
funcionando. Mejor que nunca. Acumulas experiencias y aprendes a descartar lo
que no sirve.
-¿Se arrepiente de no haber tenido hijos?
-No. Era adolescente cuando decidí que nunca me casaría. Nunca habría
obedecido a un hombre como mi madre obedecía a mi padre.
-¿Recuerda el momento en que decidió estudiar? ¿Qué dijo su
padre?
-Era el periodo victoriano. Mi padre era una persona de gran valor
intelectual y moral, pero un victoriano. Desde niña estaba contra eso, porque
veía a mi padre dominar todo, y decidí que no quería estar en un segundo plano
como mi madre, a la que adoraba. Ella no mandaba. Dije a mi padre que no quería
ser ni madre ni esposa, que quería ser científica y dedicarme a los otros,
utilizar las poquísimas capacidades que tenía para ayudar a los que necesitaban.
Que quería ser médica y ayudar a los que sufrían. Él me dijo: "No lo apruebo
pero no puedo impedírtelo".
-¿Qué momentos de su vida han sido más emocionantes?
-El descubrimiento que hice, que hoy es más importante que entonces.
Cuando cada experimento confirmaba mi hipótesis, que iba completamente contra
los dogmas de ese tiempo, viví momentos emocionantes. Quizás el más emocionante.
Por el resto, el reconocimiento de Estocolmo me dio mucho placer, claro, pero
fue menos emocionante.
-Su tesis demostró que, de los dos hemisferios del cerebro, uno
está menos desarrollado que el otro.
-Sí, el cerebro límbico, el hemisferio derecho, no ha tenido un
desarrollo somático ni funcional. Y, desgraciadamente, todavía hoy predomina
sobre el otro. Todo lo que pasa en las grandes tragedias se debe al hecho de que
este cerebro arcaico domina al de la verdadera razón. Por eso debemos estar
alerta. Hoy puede ser el fin de la humanidad. En todas las grandes tragedias se
camufla la inteligencia y el razonamiento con ese instinto de bajo nivel. Los
regímenes totalitarios de Mussolini, Hitler y Stalin convencieron a las
poblaciones con ese raciocinio, que es puro instinto y surge en el origen de la
vida de los vertebrados, pero que no tiene que ver con el razonamiento. El
peligro es que aquello que salvó al australopithecus cuando bajó del árbol siga
predominando.
-En cien años usted ha conocido esos totalitarismos. ¿Cómo se puede
evitar que vuelvan?
-Hay que comenzar en la infancia, con la educación. El comportamiento
humano no es genético sino epigenético, el niño de dos o tres años asume el
ambiente en el que vive, y también el odio por el diferente y todas esas cosas
atroces que han pasado y que pasan todavía.
-¿Qué aprendió de sus padres? ¿Qué valores le
transmitieron?
-Lo más importante era comportarse de una manera razonable, saber lo
que vale de verdad. Tener un comportamiento riguroso y bueno, pero sin la idea
del premio o el castigo. No existía la idea del cielo y el infierno. Éramos
religiosos, pero la actitud ante la vida no tenía que ver con la religión.
Existía el sentido del deber, pero sin compensación post mortem. Debíamos
comportarnos bien, eso era una obligación. Entonces no se hablaba de genética,
pero era ese espíritu. Sin premio ni miedo.
-Su origen es sefardí. ¿Hablaban español en casa?
-No, nunca tuvimos mucha relación con esa lengua. Sabíamos que veníamos
de la parte sefardí y no de la askenazi, pero no se hablaba de ello, no nos
importaba mucho ser de una u otra. Spinoza me hacía feliz, era un gran referente
cultural, y todo lo que sabíamos procedía de los grandes pensadores hebreos,
pero no había un sentido de orgullo, de ser mejores, nunca pensamos
así.
-¿Basta un siglo para comprender a Italia?
-Es un país maravilloso, por el clima, por la historia del
Renacimiento, y por sus enormes contribuciones, su historia formidable de
capacidad y descubrimientos. Me sentí siempre judía e italiana, las dos cosas al
100%. No veía dificultad en eso.
-¿Cómo ve a Italia hoy?
-Tiene un fortísimo capital humano, capacidad innovadora y de
convivencia, orgullo del pasado, y no se siente demasiado afectada por las cosas
negativas, como la mafia. Siempre sentí que era un país del que era una suerte
formar parte y haber nacido. Ser italianos era parte de nosotros, nadie nos
preguntaba si éramos italianos o no. También era una suerte ser judía. No conocí
la Biblia, no tuve una educación religiosa, y me reflejaba en el capital
artístico y moral italiano y judío. No pertenecí a una pequeña minoría
perseguida, sabía que eso ocurría, pero no me sentía parte de ello. Desde niña
me sentía igual que los demás. Cuando me preguntaban "¿cuál es tu religión?",
contestaba: "Yo, librepensadora", y nadie sabía qué era eso. Y tu padre qué es:
ingeniero.
-¿Cómo vivió el fascismo?
-No siento rencor personal. Sin las leyes raciales, que determinaron
que los judíos éramos una raza inferior, no hubiera tenido que recluirme en mi
habitación para trabajar, en Turín y luego en Asti. Pero nunca me sentí
inferior.
-¿Así que no sintió miedo?
-Miedo, no; desprecio y odio sí, netamente por Mussolini. A mi profesor
Giuseppe Levi lo seguí paso a paso y era feliz por lo que él valientemente osaba
hacer y decir. Nunca sentí la persecución porque mis compañeros de universidad
católicos me consideraban igual. Y no tuve sensación de peligro. Cuando
empezaron las persecuciones, eran tan inmundas las cosas que se decían que no me
daba por aludida. Estaba ya licenciada en 1936, había estudiado con Renato
Dulbecco, católico, y Salvatore Luria, judío, y no tenía sensación de ser
distinta.
-¿Cree que hay peligro de que vuelva el fascismo?
-Sí, en los momentos críticos prevalece más la componente instintiva
del cerebro, que se camufla de raciocinio y anima a los jóvenes a razonar como
si fueran parte de una raza superior.
-¿Ha seguido la polémica sobre el Papa, los preservativos y el
sida?
-No comparto lo que él ha dicho.
-¿Y qué piensa del poder que tiene la Iglesia? ¿Es
demasiado?
-Sí. Fui la primera mujer admitida en la Academia Pontificia y tuve una
buena relación con Pablo VI y con Wojtyla, también con Ratzinger, aunque menos
profunda que con Pablo VI, al que estimaba mucho. No la tuve en cambio con aquel
considerado el Papa Bueno, Roncalli (Juan XXIII), que para mí no era bueno,
porque era muy amigo de Mussolini y cuando comenzaron las leyes antifascistas
dijo que había hecho un gran bien a Italia.
-¿Ha cambiado mucho su pensamiento a lo largo de la
vida?
-Poco, poco. Siempre pensé que la mujer estaba destruida porque el
hombre imponía su poder por la fuerza física y no por la mental. Y con la fuerza
física puedes ser maletero, pero no un genio. Lo pienso todavía.
-¿Le importó alguna vez la gloria?
-Para mí, la medicina era la forma de ayudar a los que no tenían la
suerte de vivir en una familia de alto nivel cultural como la mía. Esa línea
recta no ha cambiado. La actividad científica y la social son la misma cosa. La
ayuda a las mujeres africanas y la medicina son lo mismo.
-¿El cerebro sigue siendo un misterio?
-No. Ahora es mucho menos misterioso. El desarrollo de la ciencia es
formidable, sabemos cómo funciona desde el lado científico y tecnológico. Su
estudio ya no es un privilegio de los expertos en anatomía, fisiología o
comportamiento. Los anatomistas no han hecho gran cosa, quitando algunos. Ahora
ya no hay barreras. Físicos, matemáticos, informáticos, bioquímicos y
biomoleculares, todos aportan cosas nuevas. Y eso abre posibilidades a nuevos
descubrimientos cada día. Yo misma, a los 100 años, sigo haciendo
descubrimientos que creo importantes sobre el funcionamiento del factor que
descubrí hace más de 50 años.
-¿Hará fiesta de cumpleaños?
-No, me gustaría ser olvidada, ésa es mi esperanza. No hay culpa ni
mérito en cumplir 100 años. Puedo decir que la vista y el oído han caído, pero
el cerebro no. Tengo una capacidad mental quizá superior a la de los 20 años. No
ha decaído la capacidad de pensar ni de vivir...
-Díganos el secreto.
-La única forma es seguir pensando, desinteresarse de uno mismo y ser
indiferente a la muerte, porque la muerte no nos golpea a nosotros sino a
nuestro cuerpo, y los mensajes que uno deja persisten. Cuando muera, solo morirá
mi pequeñísimo cuerpo.
-¿Está preparada?
-No hace falta. Morir es lógico.
-¿Cuánto desearía vivir?
-El tiempo que funcione el cerebro. Cuando por factores químicos pierda
la capacidad de pensar, dejaré dicho en mi testamento biológico que quiero ser
ayudada a dejar mi vida con dignidad. Puede pasar mañana o pasado mañana. Eso no
es importante. Lo importante es vivir con serenidad, y pensar siempre con el
hemisferio izquierdo, no con el derecho. Porque ése lleva a la Shoah, a la
tragedia y a la miseria. Y puede suponer la extinción de la especie
humana.
Es autora del ensayo "El as en la manga" y de la autobiografía "Elogio
de la imperfección". Estaba soltera.
...
Ella es una más a la lista de: Cuando el cielo reclama maestros
Ella es una más a la lista de: Cuando el cielo reclama maestros
Y entonces suenan Campanas de Energía, y estos Seres son buscados y enfocados, a veces dada la mayor predisposición a la desencarnación...
El cielo está de "fiesta..."
El cielo está de "fiesta..."
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