Se define al capricho como la idea o propósito que uno forma, sin razón, fuera de las reglas comunes.ç
Es una actitud mental, en la que el ingenio se agudiza para romper la observancia de las normas.
También se considera al ser, persona o animal y también a la cosa que es objeto del capricho.
El caprichoso obra con tenacidad y es arbitrario, no acepta condiciones, ni sugerencias y se miente a si mismo sosteniendo que posee la verdad, que su acción es válida y verdadera y que no puede ser sustituida por otra a despecho de desvalorizarla o crear para sí y para otros graves perjuicios.
Hay un capricho en el pensar, y otro en el obrar.
Obviamente primero se piensa, y esa actitud si bien no es sana, no acarrea graves consecuencias si permanece sólo en la forma interna del ser o en la manifestación de una idea o circunstancia, como deseo o motivación de una conducta no concretada.
Cuando se manifiesta en el obrar, provoca perturbaciones, inconvenientes y corta muchas relaciones, ya que es imposible dialogar o discutir con quien está encaprichado, y que de antemano sabe que va a hacer porque se siente iluminado y posee la mejor opción.
Todavía hay otra forma más compleja, que es la obstinación, que hace al capricho crónico, y no permite vivir de otra forma que de capricho en capricho.
Suele traer problemas psicológicos, porque no todos los caprichos se pueden cumplir, no todos salen como uno los ha pensado, y no se detiene hasta lograrlo, permaneciendo a veces rolando en una situación circular porque no alcanza con las ganas, fracasa, reintenta, vuelve a fracasar y así ad infinitum, haciendo que el ser pierda parte de su vida y desgaste sus energías en ese juego, en lugar de realizar y disfrutar lo que en realidad quiere y debe como persona y como le demanda su rol social.
El capricho puede ser inocuo si no atraviesa la barrera de uno mismo, pero cuando trasciende ya sea porque es en relación o otra persona, o grupos de personas o a ciertas cosas, y también en razón de la función que pueda cumplir quien lo emplea, no sólo perjudica, sino que incomoda las relaciones sociales y hace que la situación sea difícil, hostil y hasta por momentos bochornosa.
La mente tiene vericuetos y laberintos que no terminan de conocerse, y el subconsciente opera en ellos solapadamente, sin embargo en un momento se toma conciencia de la situación y se consiente.
Se opera deliberadamente, desde un lugar superior, con un dejo de soberbia y discriminando al otro o a los otros, considerando que no están a nuestro nivel, que no alcanzan a comprender nuestros caprichos y que deben ser concientizados y educados para lograr entenderlos.
No hay solución, en tanto y en cuanto no se salga de la obstinación.
Cuando se manifiesta en la función pública constituye un gran problema, ya que si no se puede cuestionar, si ya hay una verdad asumida de ante mano, como dada o revelada, se pierde la posibilidad de elegir, y con ella se pierde la libertad.
Si no hay más que una sola versión, y no otra, no hay libertad posible, porque se acepta o se queda en la nada.
El individuo queda desvalido, indemne, sometido a una única regla que cumplir si o si, porque es así.
Colatelarmente se pierde la posibilidad de progresar y de crecer, ya que sólo en una dialéctica de oposición de una idea contra otra, surge la luz de una idea superior, o de una visión mejor de la realidad.
Tampoco es bueno para el caprichoso, porque se siente resentido, incomprendido, no resuelve sus conflictos, ni disuelve en sentido psicoanalítico su contenido psíquico.
Todo por un capricho.
Por una situación que bien podía resolverse pensando humildemente que la razón y la verdad pueda tenerla el otro o como decía Popper,
que ni yo ni el otro la tenemos...
Elías D. Galati
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Ilustración
El Capricho Estatua de Gaudí
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