"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 25 de marzo de 2013

Denunció el Papa la corrupción y la sed de dinero y poder


Ante 250.000 personas, criticó también las divisiones y las injusticias, elogió a los jóvenes y llamó a los cristianos a no ser "personas tristes"
Por Elisabetta Piqué  | LA NACION
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ROMA.- Tuvo una conexión pocas veces vista con la multitud, que superó las 250.000 personas.
Con un carisma y una energía que siguen sorprendiendo, el papa Francisco habló ayer otra vez en forma simple, clara y directa, improvisando y hasta mencionando a su abuela.

Por primera vez desde que fue elegido, denunció la corrupción , la sed de poder y de dinero, las divisiones, las injusticias, las guerras, la violencia, los conflictos económicos que golpean a los más débiles, los crímenes contra la vida humana y contra la creación.

En su primera misa de Domingo de Ramos, que abre la Semana Santa, Francisco, que sigue cautivando a las masas por su sencillez, sonrisa y espontaneidad, también transmitió un fuerte mensaje de esperanza, especialmente a los jóvenes. Sorprendiendo a la multitud al pedir "por favor" (algo que el papa argentino había hecho también el martes pasado, ante 132 jefes de Estado), Francisco dijo: "No se dejen robar la esperanza que nos da Jesús, no sean nunca hombres y mujeres tristes; un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo".

"Miremos alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad!", dijo. Tras mencionar "guerras, violencias y conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación", improvisó unas palabras y recordó a su abuela. "Ella nos decía a los chicos: el sudario no tiene bolsillos", contó, al subrayar la inutilidad de la sed de dinero, "que luego nadie puede llevarse consigo".

El papa venido del fin del mundo afirmó también que "con Cristo, con el bien", todos pueden "vencer el mal que hay en el mundo".

"¿Nos sentimos débiles, inadecuados, incapaces? Pero Dios no busca medios potentes: es con la cruz con la que ha vencido el mal", agregó.

Hablando en un buen italiano con acento porteño, Francisco llamó a no creer en el maligno. "Nos dice: no puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, contra tus pecados. Jamás tenemos que acostumbrarnos al mal", dijo.

"Con Cristo, podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Debemos llevar la victoria de la cruz de Cristo a todos, llevar este amor grande de Dios. Y esto requiere que no tengamos miedo de salir de nosotros mismos, de ir hacia los demás", exhortó.

En la Plaza había cientos de argentinos emocionados hasta las lágrimas con banderas celestes y blancas, latinoamericanos e italianos completamente seducidos por ese papa distinto, sonriente, que odia la pompa y que quiere estar cerca de la gente (ver Pág. 3).

Antes de que comenzara la celebración, desde los parlantes se pidió a los presentes no aplaudir ni agitar banderas ni pancartas al paso del Papa, que llegó en papamóvil, para que hubiera un clima de oración.

 En Italia, una multitud en la Plaza San Pedro. Foto: AFP y Patricio Pidal / AFV
La consigna fue respetada. Y durante la procesión de palmas y ramas de olivo hasta el centro de la Plaza San Pedro, donde se levanta el obelisco, reinaba un silencio impactante. Entonces, el papa Bergoglio se lo veía concentrado y serio, vestido con paramentos rojos debido a la también llamada misa de la Pasión del Señor, mientras bendecía los símbolos del Domingo de Ramos, las ramas de olivo y las palmas.

"Aprendamos a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia abajo, hacia los demás, hacia los últimos", destacó el también llamado "papa de los pobres", al invitar a no tener miedo del sacrificio.

"Piensen en una mamá o un papá: ¡cuántos sacrificios! Pero ¿por qué lo hacen? Por amor. Y ¿cómo los afrontan? Con alegría. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no conduce a la tristeza, sino a la alegría", dijo.

Todo el mundo escuchaba atentamente las palabras del papa Francisco, que había logrado imponer en la Plaza un clima eléctrico, que no se sentía desde hacía tiempo.

En su homilía, concisa, directa e inspirada en el ingreso de Jesús a Jerusalén que se recuerda en el Domingo de Ramos, Francisco destacó tres palabras: alegría, cruz y jóvenes.

"No sean nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos!", dijo.

"Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro", sentenció.

Explicó luego que Jesús no entra a Jerusalén para recibir los honores reservados a los reyes, sino para ser azotado, insultado. Y habló entonces de la segunda palabra: cruz.

"Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz", subrayó.

En ese momento, cual mago de la comunicación, volvió a improvisar. "Pienso en lo que Benedicto XVI les decía a los cardenales: «Son príncipes de la Iglesia, pero de un rey crucificado, ése es el trono de Jesús»", dijo. "Porque Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, el de todos nosotros, y lo lava, lo lava con su sangre", siguió.

Al final del sermón, Francisco les habló a los jóvenes, tercera palabra clave de su sermón. Recordó que desde hace 28 años el Domingo de Ramos es, también, la Jornada de la Juventud. "Ustedes tienen una parte importante en la celebración de la fe. Nos traen la alegría de la fe y nos dicen que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, incluso a los 70, 80 años", dijo Bergoglio, de 76 años, y provocó aplausos.

 En la Argentina, una multitud en la iglesia de San Cayetano, ?en Liniers. Foto: AFP y Patricio Pidal / AFV
"Con Cristo, el corazón nunca envejece. Pero todos sabemos, y ustedes lo saben bien, que el rey a quien seguimos y nos acompaña es un rey muy especial: es un rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y ustedes no se avergüenzan de su cruz", agregó.

Por último, volvió a confirmar que, tras las huellas del beato Juan Pablo II y de Benedicto XVI, a fines de julio peregrinará hasta Río de Janeiro para la Jornada Mundial de la Juventud. "Les doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Prepárense bien, sobre todo espiritualmente en sus comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero", pidió.

Aunque muchos pensaban que iba a pronunciar el Angelus al mediodía desde la ventana del despacho papal del tercer piso del Palacio Apostólico, Francisco pronunció la tradicional oración mariana desde el mismo sagrato de la Plaza. Pidió la intercesión de la Virgen para que acompañe a todos en la Semana Santa, para los enfermos de tuberculosis, ya que se celebraba la jornada mundial contra esa enfermedad, y para los jóvenes que pergrinarán a Río. Luego, por primera vez, aunque muy brevemente, saludó en diversos idiomas: en francés, en inglés, en alemán, en español y en portugués.

La celebración terminó con un baño de multitud imponente, más que el día de su asunción, cuando Francisco recorrió durante casi media hora la Plaza San Pedro en papamóvil. Sonriente, espontáneo y humilde, besó y bendijo a todos los bebes -unos 15- que manos anónimas le alcanzaron desde la multitud. Se bajó del papamóvil para saludar a conocidos, hizo el gesto con el pulgar hacia arriba varias veces y bendijo a enfermos, personas en sillas de ruedas y ancianos.

La multitud lo aclamaba y vivaba al ritmo de "¡Fran-ces-co! ¡Fran-ces-co!" y "¡Viva el Papa!". Como el martes pasado, en la misa de inicio de su pontificado, cientos de argentinos con banderas y camisetas de San Lorenzo atestaban la Plaza. Las campanas de San Pedro acompañaban un clima de fiesta y esperanza que no se sentía desde hacía mucho tiempo.

LOS PASAJES PRINCIPALES DE LA HOMILÍA

Criticó la sed de poder y dinero, y animó a los más jóvenes a vivir en la fe

"No sean nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo"
"Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, que luego nadie puede llevarse consigo, debe dejarlo"
"Mi abuela nos decía cuando éramos niños: el sudario no tiene bolsillos"
"Queridos jóvenes, lo vi en la procesión, cuando entraban (...) Ustedes tienen una parte importante en la celebración de la fe. Nos traen la alegría de la fe y nos dicen que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, un corazón joven, incluso a los 70, 80 años. ¡Corazón joven!"
"¡Los jóvenes deben decir al mundo: es bueno ir con Jesús! ¡es bueno andar con Jesús!
¡es bueno el mensaje de Jesús!...¡es bueno salir de sí mismos, ir a la periferia del mundo y de la existencia para llevar a Jesús!
Tres palabras: alegría, cruz, jóvenes"

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