NEGOCIOS: Financial Times
LA SOLICITUD de Joachim Gauck fue enérgica y emocional.
“Nos gustaría que se quedaran con nosotros”, dijo el presidente alemán sobre Gran Bretaña y su membresía en la UE.
Unos días más tarde en Bruselas la realpolitik se inmiscuyó cuando Reino Unido se amañó en
forma igualmente enérgica en el tema de las gratificaciones a los banqueros.
Berlín no era el protagonista principal aquí, sino parte de un plan más amplio.
El aspecto más interesante en el tema de las gratificaciones no es el impacto que tendrá en los servicios financieros, aunque éste probablemente sea significativo a largo plazo.
Aún más interesante es lo que plantea sobre la calidad de vida de un miembro de la UE fuera de la
eurozona y de su unión bancaria.
En los 10 primeros años del euro, esto no importaba mucho.
Reino Unido era tratado como un “prein”, en la jerga de Bruselas para un pedir una mayoría cualificada en el Consejo de Ministros.
Gran Bretaña se las arregló para repeler bastantes iniciativas que podrían haber dificultado la posición de la City de Londres.
Pero en los años recientes, el equilibrio del poder ha cambiado.
El gran cambio aquí es la posición de Alemania.
Tal cambio obedece a dos razones.
Una es la política interna.
Los socialdemócratas en la oposición basan su campaña para las elecciones de septiembre en la promesa de aplicar mano dura a los bancos.
Esto limita el margen de maniobra del gobierno de centro derecha de la canciller Angela Merkel. Alemania es uno de los 11 países que impulsan el impuesto a las transacciones financieras, pese a la reticencia inicial de la actual coalición.
La actitud en Alemania y en muchas otras partes de la eurozona es que esencialmente los bancos deberían ser mantenidos con una correa corta dado que recibieron grandes rescates durante la crisis.
Ahora hay una voluntad política apabullante de cobrar impuestos a la industria y de frenar la avidez
por ingresos de parte de los individuos.
Personalmente creo que esta es una proposición justificable.
Las actitudes en el continente hacia los bancos se han vuelto mucho más extremas, incluso hostiles. Y si las instituciones individuales contraatacan, y advierten que su mejor gente se irá, podría resultar que la gente termine tomando esto ya no como una amenaza, sino como una promesa.
La segunda razón es la unión bancaria en pañales, de la cual Alemania -a diferencia de Reino Unido- se ha vuelto reticente, pero en última instancia le ha dado su respaldo.
Una de las razones por la que en el pasado la eurozona nunca fue capaz de defender sus intereses colectivos, diferentes a los de sus estados miembros, era porque carecía de instituciones
independientes.
Con una unión bancaria y un mecanismo único de supervisión, esto va a cambiar, al menos
en esta área.
Y si la eurozona tiene un interés colectivo, ese es parar a la City de actuar como su principal
centro financiero.
El tema de las gratificaciones es sólo el primer disparo de alerta en lo que será una lucha larga e interminable.
En la esfera exterior permanente de la UE, Reino Unido hallará cosas muy extrañas que empiezan a ocurrir. Primero, el tributo a las transacciones financieras...
Ahora el límite a las gratificaciones; quizás algún día requisitos de residencia en la eurozona para tipos específicos de transacciones financieras, o algunas formas más sutiles de discriminación.
Por ahora, Reino Unido ha asegurado su poder de voto en la Autoridad Bancaria Europea (ABE), establecida en 2011, lo que asegura reglas de juego equitativas para la regulación bancaria y aplica pruebas de esfuerzo a la banca.
Boletín Info-RIES nº 1102
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*Ya pueden disponer del último boletín de la **Red Iberoamericana de
Estudio de las Sectas (RIES), Info-RIES**. En este caso les ofrecemos un
monográfico ...
Hace 1 mes
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