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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 25 de junio de 2011

Crisis de las instituciones: La vigencia actual de Montesquieu

Por el Dr. Jorge B. Lobo Aragón



CARLOS LUIS DE SECONDATÉ, BARÓN DE BREDE Y DE MONTESQUIEU, nació en Brede, cerca de Burdeos, el 18 de enero de 1689.
Familia de militares y de abogados.
Estudia derecho civil y participa en política, primero como consejero y luego como presidente del parlamento bórdeles.
Con buena fortuna, afianzada por su matrimonio, dedica su tiempo a cultivar la amistad de los eruditos, de la gente de pensamiento.

Se interesa por la anatomía, la botánica, la historia natural; la frecuentación de los clásicos y la filosofía lo inclinan a lo político.
Escribe una disertación sobre la política romana relativa a la religión y otras elucubraciones teóricas; gana lectores con sus "Cartas persas", críticas a la sociedad hechas como si fuera un persa que visita Francia.
La perfección de su prosa lo lleva a la Academia y publica unas consideraciones sobre las causas de la grandeza y la decadencia de los romanos.

La obra que sustenta su fama es "el espíritu de las leyes", meditaciones aplicando el pensamiento histórico e inductivo a los fenómenos sociales y políticos.
Son comentarios sobre el derecho, las formas de gobierno, el ejército, los impuestos, la religión, las costumbres, las aduanas, la economía.

Con esta obra, excelente en su estilo y forma literaria, resulta acreditada su doctrina sobre “La separación de los poderes del estado”
Aplaudida en todo el mundo e incorporada a las modernas constituciones.

Es curioso que su prestigio se mantenga incólume aunque la práctica haya mostrado que ahora no pasa de ser una ficción.
Es sí, deseable y a veces posible que distintos sectores de la sociedad influyan sobre el gobierno a través de sus diputaciones, como en la España medieval participaban en las cortes la nobleza, el clero, el pueblo llano y las universidades...
Cada uno con representantes genuinos.

Es bueno que las leyes generales atiendan los intereses de los sectores.
Pero en las democracias modernas el pueblo concede su apoyo a un dirigente al que le otorga su confianza.
Un rey en la monarquía tiene límites impuestos por la tradición, la religión o los estamentos sociales.
El poder del presidente es menos limitado pues se apoya en la absoluta delegación popular.
El ejecutivo legisla pues cuenta con personal idóneo en la compleja burocracia, y el legislativo simplemente apoya.
O se opone...


Es tal el descreimiento en las posibilidades del Legislativo, que los partidos ni se ocupan en resaltar las condiciones de sus candidatos.
Basta con asegurar que son necesarios para apoyar al Poder único: El Ejecutivo.

Se espera que  nuestra república con una  nueva elección sirva de bálsamo para reafirmar lo sostenido por Montesquieu de la importancia fundamental de la independencia de poderes en cualquier democracia.

Fuente: Crónica y Análisis

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