Longobardi/Lanata. Chiche/Oro.
Del 8N al 18A.
En la sociedad agotada, el carisma, ya no es una cualidad con la que se pueda jugar o a la cual, se la pueda sobrestimar para escalar posiciones.
El carisma, siempre vinculado a los liderazgos, es hoy un adjetivo que se encuentra bajo el panóptico social. Observado, estudiado pero no fácilmente comprado. Así es como se puede visualizar un reordenamiento en materia de medios que tiene que ver, entre otras cosas, con la necesidad de escuchar voces, ideas e información no funcional a un sistema de perversión voraz que reina desde hace una década.
Televisión
Como la hormiga marabunta, el Kirchnerismo devenido en Cristinismo, arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Es un simulacro de Modelo Inclusivo Social que en realidad, lo que incluye, es poder, miseria e ignorancia.
Acumula caos progresivo.
Y bajo ese lema, supo hacerse de varios canales de televisión que le son funcionales a su estructura. Aquella que busca, bajo el absurdo de la tergiversación, captar voluntades. E imponer criterios alucinados.
Con un discurso que complace a sectores de la juventud y que envuelve a la ignorancia con más ignorancia, el Cristinismo se introdujo hasta en programas bizarros. "TVR" y "Duro de Domar" en Canal 9 son los relatores del Imaginario País. Además, claro está, de toda la periferia de los canales de cable que rinden culto de bufones y la ya, increíblemente saturada, televisión pública.
La TV Pública que no construye contenidos sino que se dedica, con imperiosa mediocridad, a destrozar con simulación intelectual. Un medio acaparado, hasta en los entretiempos del fútbol, por el régimen de la desvergüenza. Casi, inimputable, por delirante.
No obstante, el zapping, hace que los televidentes también seamos intensos consumidores de todo. Incluso, hasta de lo que nos disgusta. Y eso se debe a que el abanico de opciones es tan grande que vamos atravesando todos los estado anímicos en un circuito de por lo menos, diez canales.
Del asombro a la ira. Y de la ira, a la catarsis de twitter como la herramienta periodística social más importante de los últimos tiempos.
De Twitter, nuevamente, a TV. Esa TV que tiene el poder de la imagen como complemento del relato.
Radio. Entre Mitre y La 10.
El 2013 comenzó con una serie de pases en radiofonía que ponían al descubierto las fracturas del Gobierno Nacional con el periodismo y marcaba, ya sin tapujos, hasta donde el Velo Nacional y Popular había avanzado.
La venta de Radio 10 y C5N -TV- fueron decisivas al respecto y tendieron un tablero de movidas que hoy ya tiene contundentes resultados.
El pase de Chiche a Radio 10 y de Longobardi a Mitre fueron decisivos.
Chiche se incorporaba a una Radio que, más allá de los intentos, se había convertido en oficialista. Y Longobardi pasaba a una Radio opositora perteneciente a un Grupo, como es Clarín, acomodaticio. Hoy enfrentado al Gobierno. Por momentos más opositor que la misma oposición pero con similares divismos de Bataclanas.
El escenario quedo entonces conformado en la 10, por Chiche y Oro. Y en Mitre, por Longobardi y Lanata. Este último, apoyado por el Grupo Clarín, hasta en la pantalla chica.
Un programa anti K que tuvo sus primeras emisiones con artillería pesada pero ya tratada en la dinámica digital. Luego decayó en redundancias, así como en una puesta de teatro de revista acomodada a un estudio televisivo. Sin negar por supuesto, que es el periodístico elegido y que siempre aportaba, algo más, que las tradicionales entrevistas.
Ese bagaje televisivo y la retórica descontracturada de Jorge Lanata, recibió el aluvión de Marcelo Longobardi. Desprendido de un espacio que era mutuamente incómodo.
Longobargi aportó una coherencia diferente a Mitre. Porque dentro de su oposición, siempre tuvo moderación. Y honestidad periodística. Todas cualidades que sumaron a punto tal, de superar en las mediciones, a Radio 10.
Cuestión de agobio. Cuestión de carisma
Oscar González Oro y Chiche Gelblung no tienen malos productos. Por el contrario. Son buenos y dinámicos. Y si vamos a ser sensatos y objetivos, no manejan fracasos sino que no han cumplido con las expectativas con las que cargaban.
Ocurre, que dentro del universo de significados que la sociedad está comenzando a construir a parir de este cambio que se viene. Que se siente y late de manera irrefutable con antecedentes contundentes en el 8N y ahora en el 18A. Un paradigma que se agota y que en medio de la crisis construye uno nuevo en el cual, las demandas de los oyentes, son diferentes.
La indagación es otra. La exigencia ha variado y en radio, la distracción, no es una herramienta viable para detener al oyente. Por ejemplo, cantar como hacia Oro o divagar sobre la procreación de las hormigas como maravillosamente, hacia Chiche.
Sus liderazgos, oportunamente, fueron indiscutidos. Pero la decantación de ese estado sublime, y de éxtasis de números, difícilmente pueda revertirse. La misma, se produce por cuestiones ideológicas y de confrontación. No, por rechazo de personas.
Hoy la sociedad va más allá del carisma. Entonces, el problema, no son ellos puntualmente. El conflicto o el eje de pérdida de audiencia, reside en que el medio para el que trabajan no representa a la Sociedad agotada de El Modelo. Y terminan, sin quererlo y en algunos casos hasta disimulando equilibrio y tolerancia, siendo funcionales a una estructura de poder sostenida en el Estado de Sensación de todo aquello que no les conviene aceptar. Reconocer. Situaciones varias que conducen a un agotamiento de mentiras. A un agotamiento de simulación. Una ira que estalla, casi incontenible, frente a la brutal negación.
Las cuatro figuras son incomparables y están sujetas a un estilo de radio. A una realidad, la radial, que nada tiene que ver con la televisiva porque el oyente no tiene la deformación voyeur que impera en el televidente.
El zapping radial se complica. Y se queda, el dial, donde realmente hay representación. En donde no se encuentran protuberancias de un Modelo de Ficción. En donde los detalles del caos cotidiano al que se asiste, más allá de las tendencias que desde arriba se quieren imponer, se tratan.
Hoy, Mitre, con las figuras de Longobardi y Lanata, rechazan la "supremacía" de un país de las maravillas bajo la conciencia de una Argentina de Hamlet.
Publicación de Laura Etcharren
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