Durante la era kirchnerista la Argentina siguió descendiendo en los rankings internacionales de percepción de la corrupción que elabora Transparencia Internacional, una ONG con sede en Berlín.
Ahora otra ONG -100 reporters, que investiga la corrupción en todo el mundo-, puso nuestra presidente en su “kleptowatch list” (esto es, en su observatorio de cleptócratas), junto a los presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega; Guinea Ecuatorial, Teorodo Obiang; Zimbawe, Robert Mugabe; Nigeria, Goodluck Jonathan, y Kazakstán, Nursultan Nazarbayeb.
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24) -
El sitio de 100 reporters coloca en segundo lugar en su lista de mandatarios más corruptos a la presidente argentina, Cristina de Kirchner, justo debajo del sandinista nicaragüense, Daniel Ortega.
En su descripción de la presidente argentina, la ONG pone:
"Incluso antes ser elegida presidente de
Argentina, Cristina Fernández de Kirchner carga con la niebla de la corrupción.
En el caso más famoso, un emisario de Hugo Chávez, presidente de Venezuela, fue
descubierto en el aeropuerto de Buenos Aires con un maletín lleno de US$ 800.000
en efectivo, destinado, según le contó más tarde al FBI, para apoyar la
candidatura presidencial de Kirchner (Cristina). Kirchner negó la acusación.
En
Argentina, muchos cuestionan la enorme fortuna acumulada por Cristina de Kirchner
y su esposo Néstor desde que asumió el cargo público.
Su declaración de patrimonio personal asciende a US$
13.800.000, frente a los US$ 500.000 que ostentaban cuando la pareja entró por
primera vez la política nacional. Kirchner cita ingresos de bienes raíces y
hoteles que la pareja había comprado para explicar el porcentaje de rendimiento
en la cartera de inversión 2600 de la pareja.
Observadores de corrupción se
quejan de que su gobierno ha neutralizado la supervisión del gobierno, dando
mensajes de auditoría a compinches comprometidos por conflictos de intereses.
El
resultado: los casos de corrupción tienen un promedio de 14 años para pasar a
través del sistema, según el Centro sin fines de lucro para el Estudio y la
Prevención de los Delitos Económicos, y sólo 15 de 750 casos han dado lugar a
condenas".
El panorama presentado por 100 reporters coincide con la percepción actual
de la sociedad de que la corrupción es sistémica en el gobierno de Cristina de
Kirchner.
En
una nota titulada "La macrocorrupción", Sergio Serrichio
hace para El Litoral un raconto de los principales casos de corrupción del
gobierno nacional en la era kirchnerista:
"A casi diez años de gestión kirchnerista, la acumulación de indicios y
evidencias de corrupción es tan abrumadora como la escasa disposición de la
Justicia a investigarla y la férrea determinación oficial a negar, ocultar e
intentar evadir las consecuencias de un accionar que ya alcanzó dimensiones
macro económicas.
La sola enumeración de escándalos de corrupción es
espantosa.
Desde las dádivas que recibió, los lujos inexplicables que se dio y los
multimillonarios subsidios que manejó durante cinco años el ex secretario de
Transporte, Ricardo Jaime, hasta la bolsa de dinero en el baño ministerial de
Felisa Miceli. Todo mientras la infraestructura del transporte se deterioraba
hasta la decadencia, como mostró trágicamente la masacre ferroviaria de
Once.
Desde la valija cargada de dólares del valijero venezolano Guido
Antonini Wilson, hasta los negociados en el comercio bilateral con Venezuela que
denunció el ex embajador Eduardo Sadous.
Desde la transformación de un organismo de Derechos Humanos (la
Asociación Madres de Plaza de Mayo) en una constructora mediante la cual una
Fundación de objetivos loables (la Misión Sueños Compartidos, para la
construcción de viviendas sociales) recibió fondos por 765 millones de pesos y
créditos presupuestarios por más de 1.200 millones, que nadie controló y de los
que nadie se hace responsable, hasta los aportes financieros a la campaña
presidencial 2007 de Cristina Fernández de Kirchner de droguerías investigadas
por vender medicamentos truchos.
Desde la venta del 25 % de YPF promovida por Néstor Kirchner y
realizada por Repsol a la familia Eskenazi (dueña de los bancos de Santa Cruz,
Santa Fe y Entre Ríos, en todos los casos por operaciones hechas al calor del
kirchnerismo) a través de una compañía radicada ¡¡¡en Australia!!! y mediante un
contrato que permitió (entre 2008 y 2011) distribuir 142 % de las utilidades de
la compañía, hasta el Boudougate, en el que el vicepresidente de la Nación
fogoneó el “rescate” de Ciccone, la empresa que imprime la moneda argentina, por
parte de un inverosímil monotributista, y cuando el negociado salió a la luz, el
gobierno resolvió, igual que en el caso YPF, reestatizar la compañía y
“recuperar” soberanía.
El gran vehículo
Ninguno de los ejemplos anteriores alcanza, sin embargo, la dimensión
del gran vehículo de corrupción del último decenio: los sobreprecios en la Obra
Pública. El gráfico adjunto, elaborado por el economista Federico Muñoz, muestra
la evolución de dos variables “macroeconómicas”,
De un lado, la del valor presupuestario de la obra pública a precios
constantes (esto es, despejada la inflación), que elabora la Dirección Nacional
de Inversión Pública del Ministerio de Planificación Federal, que encabeza Julio
de Vido. Y del otro, la de la obra pública medida en términos físicos. Esto es,
una suerte de síntesis de cuántos puentes y kilómetros de rutas se construyeron,
cuántos de tendido eléctrico, de gasoductos, etc., que surge de promediar dos
rubros del Indicador Sintético de la Actividad de la Construcción (Isac) que
publica el Indec: Obras Viales y Obras de Infraestructura.
Evolución comparativa
Para comparar la evolución de ambas variables, Muñoz tomó como punto de
partida , o “base”, el año 1993. El gráfico resultante muestra que hasta 2004
ambos indicadores fueron más o menos en sintonía. Ambos reflejan, por ejemplo,
la recesión del fin de la convertibilidad. A partir de 2003 ambos índices van
para arriba. Es lógico, diría el relato: se hizo mucha obra pública. Pero
mientras ésta se duplica en términos físicos, en términos presupuestarios
(excluida la inflación) se cuadruplica. La inmensa brecha que se abre entre
ambas curvas resulta de que, en promedio, en los últimos diez años el costo
medio de la obra pública por unidad física se duplicó.
No hay que ser muy perspicaz para intuir que la principal razón de esa
brecha son los sobreprecios. Un fenómeno sobre el que hubo muchas denuncias e
indicios (caso Skanska, construcción de cárceles, reparaciones ferroviarias,
tendido eléctrico, planes de vivienda) pero que sólo el impacto del programa de
TV de Jorge Lanata, al mostrar la desfachatez de un Leonardo Fariña o el
enriquecimiento de un Lázaro Báez, convirtió en tema diario de conversación. Que
ese canal de corrupción se refleje en las variables “macro” es inédito. Ni el
menemismo lo había logrado. Son sumas de dinero asombrosas. En 2012, por caso,
la inversión pública en la Argentina fue del 4,5 % del PBI, unos 90.000 millones
de pesos. Cualquier porcentaje de “mordida” son miles y miles de
millones.
Los sobreprecios en la obra pública son tan groseros que ya se reflejan
en las variables macroeconómicas. Malas noticias de afuera. Y peores
compañías.
Malas noticias, peores compañías
En dosis homeopáticas, la corrupción también se refleja en noticias que
llegan de afuera. Al reciente reconocimiento de Ralph Lauren (y al previo de
Siemens) de pago de coimas en la Argentina y a las sospechas en investigaciones
sobre prácticas corruptas en que habría incurrido Embraer (que en 2010 vendió 20
aviones a Aerolíneas), deben sumarse casos como el de Ball Corporation, que en
2011 pagó 300.000 dólares de multa tras reconocer ante la justicia de EE.UU. que
entre 2006 y 2007, a través de su subsidiaria Fornametal, pagó coimas en decenas
de ocasiones en la Argentina. O como el de Helmeridge & Payne, que en 2009
pagó 440.000 dólares de multa en castigo por sobornos que entre 2003 y 2008 pagó
a la aduana argentina para ingresar equipos de perforación petrolera.
Son casos en los que las coimas fueron reconocidas en sede judicial,
pero ni la justicia ni el ejecutivo de la Argentina se dieron por
enterados.
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