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viernes, 26 de julio de 2013

Francisco en Brasil / La celebración con peregrinos argentinos


Euforia en el reencuentro con sus fieles de siempre
Unas 5000 personas accedieron a la catedral de Río de Janeiro donde el Papa los llamó a hacer "lío"
Por Alberto Armendariz  | LA NACION
RÍO DE JANEIRO.- "Hagan lío. Quiero lío en sus diócesis. No se queden encerrados en sus comunidades. Quiero que la Iglesia salga a la calle. Quiero que nos defendamos de todo lo que es mundanidad, comodidad, clericalismo, de lo que es estar encerrados en nosotros mismos."
Con este mensaje, claro, directo, de espíritu rebelde, el papa Francisco abrazó ayer al mediodía a los afortunados 5000 jóvenes peregrinos argentinos que pudieron entrar en la catedral de Río de Janeiro para un especialísimo encuentro convocado a último momento por el Santo Padre, deseoso de reencontrarse con su pueblo. El encuentro despertó enorme expectativa entre los más de 43.000 argentinos que acuden a la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), y aunque muchísima gente hizo vigilia para poder ingresar, por cuestiones de seguridad, la mayoría se quedó afuera, bajo la lluvia, y se tuvo que conformar con verlo pasar en el papamóvil (ver aparte).
En la catedral, los privilegiados, entre lágrimas y aplausos, lo recibieron cantando "Un nuevo sol", el himno de la JMJ que en 1987 se celebró en Buenos Aires. Todos agitaban banderitas argentinas y coreaban "¡Francisco, querido, el pueblo está contigo!"
La energía que se sentía dentro de la iglesia contagió instantáneamente a Jorge Bergoglio, que dio muestras de su vigor y alegría al subir con grandes pasos la escalinata hasta el altar, a cuyo lado había sido colocada una imagen de la Virgen de Luján.
"¡Viva el Papa!", le gritaron los bonaerenses Santiago Sosa, 18, de Pilar; Ignacio Romero Carranza, 16, de Bella Vista, y Nicolás Mutoro, 20, del barrio porteño de Recoleta, que habían llegado a la catedral a las 4.30. "Nos bancamos el frío y la lluvia, pero valió la pena", comentó Sosa.
Al contemplar al joven público que lo observaba sentado detrás de vallas metálicas, el Papa acotó: 
"Siento que estén aquí enjaulados. Les tengo que confesar que yo también muchas veces me siento enjaulado y ¡qué feo es sentirse enjaulado!".
Su comentario, interpretado como una crítica velada a las medidas de seguridad que -muy a regañadientes- le impusieron en el Vaticano, despertó risas y más aplausos, al igual que cuando aclaró que "la fe no se licúa, es entera".
"No licúen la fe en Jesucristo. Tomen licuado de banana, de manzana, pero no tomen licuado de fe -señaló Francisco, en su contundente mensaje- Que me perdonen los obispos y los curas si algunos de los jóvenes les pueden armar líos, pero ése es mi consejo. Las parroquias, las instituciones, son para salir [a la calle], si no salen, se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG."
Inmediatamente reiteró su llamado a toda la sociedad a no olvidarse de los jóvenes ni de los ancianos, como ya había resaltado el lunes, durante su primer discurso al llegar a Brasil.
"Pienso que esta civilización mundial se pasó de rosca. Es tal el culto que ha hecho al dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una exclusión de los dos polos de la vida, que son las promesas de los pueblos: los ancianos y los jóvenes", dijo, para luego criticar lo que llamó "eutanasia escondida" y "eutanasia cultural", que hace que a las personas mayores no se les deje hablar y actuar.
Sentado en una silla de ruedas en la primera fila, los ojos verdes de Fernando Julio Vanzetti, 28, de Monte Maíz, Córdoba, estaban aguosos, pero con mucha luz luego de que el Papa se le acercó para bendecirlo y regalarle un rosario.
"Ojalá todo el mundo pudiese sentir la paz que él transmite", comentó a LA NACION Fernando, que desde hace 15 años sufre una parálisis cerebral debido a un accidente. 
Siempre a su lado, su madre, Silvia, 56, todavía seguía con la piel de gallina de la emoción.
También emocionada estaba la hermana Rosanna Diello, 35, de la Orden de San Basilio Magno, en Apóstoles, Misiones. "Tuvimos un baño de fe fabuloso", opinó.
Antes de salir de la catedral, el Papa reconoció en una esquina al periodista Nelson Castro y se acercó a saludarlo. "Me impactó que me llamara por mi nombre", contó.
"Espero que la presidenta Cristina Kirchner sepa escuchar y entender las palabras del Papa", señaló a la salida Andrea Molina, 27, de Caucete, San Juan, que compartía abrazos y lágrimas con amigos

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