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domingo, 25 de agosto de 2013

Un embajador actuó de enlace entre Kirchner y los Ciccone para negociar

Por Hugo Alconada Mon
LA NACION
El "caso Ciccone" suma una nueva pieza a su complejo entramado. Se trata del actual embajador argentino en Uruguay, Dante Dovena, hombre de máxima confianza de Néstor Kirchner. Fue Dovena quien intermedió entre el ex presidente y la familia Ciccone, en uno de los intentos por rescatar a la imprenta.
El protagonismo hasta ahora secreto de Dovena se prolongó durante meses, a principios de 2010, hasta que chocó con una negativa tajante de Kirchner, quien frenó sus esfuerzos con una frase que pareció anticipar lo que vendría. A la empresa "la queremos toda", comunicó el ex mandatario.
El rol de Dovena, confirmado por dos miembros de la familia Ciccone y un allegado del propio embajador a LA NACION, que accedió a documentos firmados ante escribano público, concluyó de manera abrupta en octubre de 2010. Por entonces, Alejandro Vandenbroele, el presunto testaferro del entonces ministro de Economía, Amado Boudou, comenzaba su desembarco en la imprenta.
Íntimo amigo y espada política de Kirchner desde sus años comunes en Santa Cruz, Dovena mantuvo múltiples reuniones con los fundadores de la imprenta, Héctor y Nicolás Ciccone, y el yerno del segundo, Pablo Amato.
Los Ciccone apelaron a Dovena, como antes también lo habían intentado con el entonces presidente de Aeropuertos Argentina 2000, Ernesto Gutiérrez, a quien le entregaron las riendas y -acciones- de la imprenta a cambio de que los ayudara a restablecer la relación con la Casa Rosada.
Dovena -entonces diputado nacional- no plasmó su nombre en un convenio con los Ciccone, pero sí lo hizo Víctor Pirillo, quien sólo meses después también lo acompañó en la embajada en Montevideo. El convenio se firmó el 8 de abril de 2010 y el escribano de confianza de los Ciccone, Carlos Luaces, certificó las firmas, según corroboró LA NACION.
Entre otros puntos, en el convenio se plasmó que Pirillo tomaría el 5% de las acciones, un amigo de los Ciccone y del propio Pirillo se quedaría con otro 5%, mientras que la familia fundadora se comprometía con otro 20% adicional, pero sin detallar su destinatario.
El convenio en sí carecía de validez legal alguna. La empresa se encontraba en concurso de acreedores, con un juez y un síndico al frente. Pero para los Ciccone fue una forma de plasmar su compromiso frente a Dovena y, esperaban, frente a Kirchner. D'Annunzio ofreció otra versión a LA NACION. "Únicamente servía como una carta de presentación ante terceros." Es decir, como un instrumento para convencer a los acreedores pasados y futuros de que venían en nombre de los Ciccone a negociar, y que tenían amplias facultades para actuar.
"Uno de los objetivos era que ningún empleado de la imprenta fuera despedido y se logró, y ese 30 por ciento que entregó la familia era parte de una negociación más amplia", detalló otro conocedor de lo ocurrido. "El plan era que el Gobierno tomara el control de la empresa, con los Ciccone y los operarios como accionistas minoritarios."
Ese plan se trazó durante varios encuentros en oficinas y restaurantes en San Isidro, como Carmela y Rosa Negra -el mismo donde se celebró una cena clave con Guido Alejandro Antonini Wilson durante las horas que siguieron al decomiso de la valija con US$ 800.000 y su paso por la Casa Rosada en 2007-, y Selquet, sobre la avenida Figueroa Alcorta. Pero pronto comenzó a chocar con problemas.
El primer tropiezo llegó cuando el entonces apoderado de Madres de Plaza de Mayo, Sergio Schoklender, rechazó el convite a sumarse al proyecto. Y el ex presidente Kirchner luego lo boicoteó por completo.
"Mandó el mensaje de que lo acordado con Dovena no era lo que tenía en mente. "«La queremos toda», nos mandó a decir", rememoró una fuente de la familia Ciccone.
Junto a Dovena dijeron no recordar esa frase de Kirchner. Pero confirmaron que el ex presidente "no quería saber nada con Nicolás Ciccone". Según explicaron, porque habría sido uno de los empresarios que participó en una polémica cena en el Regimiento I de Patricios, en mayo de 2004, que en la Casa Rosada se tomó como un evento conspirativo.
Junto a Dovena, en cualquier caso, sostuvieron que Ciccone estaba "dispuesto a todo". Porque mientras aún dialogaba con el embajador comenzó a hablar con Boudou, su socio José María Núñez Carmona y Vandenbroele. Al punto que The Old Fund se presentó en el expediente judicial de la quiebra de la empresa mientras el convenio seguía vigente.
El vínculo formal recién se cortó el 5 de octubre de 2010, cuando la hija de Nicolás Ciccone, Olga Beatriz -a la que llaman Bettina- como presidenta formal de la empresa, le envió una carta documento para rescindir el convenio. Su destinatario, según consta en la copia a la que accedió LA NACION, fue D'Annunzio.

EL MISTERIO DEL TERCIO QUE AÚN FALTA EXPLICAR

La inacción de la familia Ciccone en el fuero penal, en particular del fundador, Nicolás Ciccone, y de sus yernos Pablo Amato y Guillermo Reinwick, llevó alivio hasta ahora al vicepresidente Amado Boudou, su socio José María Núñez Carmona y el titular de The Old Fund, Alejandro Vandenbroele. Pero aún quedan cuentas pendientes.
Según quién aporte los detalles, los Ciccone cobraron entre 700.000 y más de 1 millón de dólares cash por ceder el 70% de las acciones de la imprenta a The Old Fund.
Se pagó en varios tramos, incluso después de haber estallado el escándalo en febrero de 2012. Uno de esos desembolsos fue en el estacionamiento del Unicenter. Unos dicen que enviaron US$ 1.475.000; pero otros dicen que sólo llegaron US$ 975.000. El otro tercio -US$ 475.000- nunca llegó a destino. 
¿O sí?

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