"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 20 de septiembre de 2013

Duro editorial de Financial Times sobre Cristina:

"Se comporta como una adolescente"

El conflicto de Buenos Aires con un grupo de fondos buitre que exigen el pago de bonos argentinos en default pone de manifiesto lo que está demostrando ser una de las reestructuraciones de deuda más caras de la historia.
También refleja la necesidad de un mecanismo de reestructuración de la deuda soberana (MRDS).
En vez de eso, el mundo ha sido testigo de un caso poco edificante que ya tuvo sede en dos tribunales de Nueva York y que posiblemente también llegue a la Corte Suprema de EE.UU.

Ninguna de las partes puede reclamar la prevalencia de la moral.
El tema central en el caso de los fondos buitre es que en dos reestructuraciones de deuda Argentina aplicó mano dura para que los acreedores aceptasen un corte salvaje de solo 25 centavos de dólar.
Sin embargo, si se incluyen los warrants vinculados con el crecimiento económico, el pago, en algunos casos, ha sido el doble.
La preocupación más sistémica es las cuestiones de derecho a favor de los fondos buitre generaron una situación en la cual si ganan el juicio, a otros acreedores les resultará más fácil bloquear futuras reestructuraciones de deudas soberanas.
Esa posibilidad es poco feliz, sin importar lo ‘‘recalcitrante’’ que Argentina haya sido.

Cristina Fernández, la presidenta, por cierto, ha adoptado una actitud testaruda de ‘‘no vamos a pagar’’.
Esto afectó la reputación internacional de Argentina, pero es un matiz central en su imagen de alguien que lucha contra financistas despiadados y ‘‘gana’’.
También es ficción.
Las reestructuraciones de Argentina no lograron reabrir los mercados internacionales.
También fueron más generosas con los acreedores de lo que Cristina Fernández alguna vez va a admitir.
En consecuencia, luego de 12 años de su default original de u$s 100.000 millones, Argentina es un paria financiero que lucha por reunir los fondos que precisa para explotar sus vastas reservas de gas shale y, por ende, es más pobre de lo que podría ser.

Esto no beneficia a nadie.
Aunque la Corte Suprema de Estados Unidos juzgue el caso, es poco probable que lo haga antes de octubre de 2014.
Entretanto, los acreedores acumulan honorarios legales y quieren llegar a un acuerdo.
Argentina también está presionada por un posible default técnico.
Esto reduciría más la financiación del comercio y, en consecuencia, la ya reducida base de votantes de Fernández.

La solución no es sencilla.
Pero Argentina podría estar mejor de no haber acumulado tantos enemigos:
Desde un FMI indignado por sus malas estadísticas nacionales hasta el gobierno español, que sigue mortificado por la nacionalización de Repsol, y acreedores que se llevaron una mala impresión de su incumplimiento de las deudas con el Club de París.
Limar asperezas no haría desaparecer el problema de los fondos buitre, pero haría que a estos les resulte más difícil presentar a Argentina como un deudor deshonesto.
Fernández ya lleva mucho tiempo comportándose como una adolescente malhumorada. 
Es hora de madurar.

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