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Caricatura de Alfredo Sabat

sábado, 28 de septiembre de 2013

La mejor ( y última) oportunidad de cambiar el juego

Por Roger Cohen  | The New York Times
LA NACION
   
NUEVA YORK- En Irán parece reinar cierto aire de cordura.
Los presidentes Hassan Rohani y Barack Obama casi se reúnen en Nueva York, algo que para los estándares de las relaciones entre Teherán y Washington durante los últimos 34 años implica un re acercamiento extraordinario y radical.
Renace la esperanza, una vez más, de un avance entre los dos países que tendría las proporciones del acercamiento de Richard Nixon con China.

Pero es tanta la volatilidad actual en Medio Oriente y es tal el juego de espejos en Teherán, que la cautela extrema está garantizada.
Como dicen los iraníes, "no todo lo que es redondo es una nuez" y no toda forma de "flexibilidad heroica" es una pipa de la paz. Irán siempre juega por lo menos a dos puntas: no hacerlo, les parecería simplista.
Su religión chiita permite, llegado el caso, adornar la verdad para proteger la fe: una especie de simulación que cuenta con la aprobación divina.
En esta tierra, nadie cree que el lenguaje directo y la virtud vayan de la mano.

Esas dos puntas del juego actual de Irán son más que evidentes.
La primera es el acercamiento de Rohani, su rechazo del extremismo, sus conciliadores (y no aceptados) comentarios sobre los judíos y su categórica declaración de que "las armas nucleares y otras armas de destrucción masiva no tienen cabida en la doctrina de seguridad de Irán".

La segunda punta es la fuerte participación del cuerpo de elite de la Guardia Revolucionaria en defensa del déspota sirio Bashar al-Assad y la multifacética campaña en curso del comandante de los Quds, Qassim Suleimani, quien convocó a los miembros de Hezbollah a ingresar en Siria y que lucha bajo la ambigua y muchas veces asesina consigna de resistir a Estados Unidos, Israel y Occidente.

El modo en que Alí Khamenei, líder supremo de Irán, se las ingenie para manejar estas dos corrientes dispares será decisivo para el destino del acercamiento entre Obama y Rohani. Por ahora, el uso hecho por Khamenei del término "flexibilidad heroica" sugiere que le dará una chance a la gesta conciliadora de Rohani. Tal como lo expresó un teólogo a la organización de noticias Tehran Bureau, ahora es "bienvenida la diplomacia, adiós al martirio".

Después de más de tres décadas de no comunicación, cualquier intento de diplomacia entre Estados Unidos e Irán está minado de potenciales malentendidos.
Los términos de un eventual acuerdo nuclear no son un gran misterio.
Grosso modo, implicaría poner un tope del 5% al enriquecimiento de uranio de Irán, y sólo bajo intensa supervisión internacional, con el cierre de las instalaciones subterráneas de Fordow y el abandono de toda planta de separación de plutonio; a cambio, se levantarían gradualmente las sanciones internacionales contra el país.

Pero el zigzagueante tema del programa nuclear, que avanzó durante muchos años sin producir un arma, siempre ha sido más político que otra cosa.
Es la quintaesencia de la revolución iraní: el rechazo de la ideología y el tutelaje extranjeros, tras décadas de sentirse humillados por Occidente.
La producción de bombas era un tema secundario, porque siempre entrañó el riesgo de la supervivencia de la República Islámica.
Y Khamenei, en tanto "Guardián de la Revolución", maneja un negocio conservador.

Así que el punto crucial de las próximas negociaciones entre Estados Unidos e Irán es que Obama pueda convencer a Irán de que un acuerdo nuclear no es equivalente a un nuevo sometimiento o cooptación.
Al mismo tiempo Khamenei debe asegurarle a Estados Unidos que la imparable búsqueda de una "resistencia" violenta contra Occidente e Israel se detendrá.

Un acuerdo nuclear no tendría demasiado sentido si no contempla la posibilidad de una eventual cooperación entre Estados Unidos e Irán en ciertas cuestiones estratégicas.
Obama y Rohani concuerdan en que ya no vivimos en un mundo de "suma cero".

Ambos usaron esa expresión.
Pero con las buenas intenciones no alcanza.
Y ésta es la última mejor oportunidad de cambiar el juego:
Estados Unidos e Irán no deben dejarla pasar.

Traducción de Jaime Arrambide

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