"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 18 de noviembre de 2013

Libro: La ficción de los días

La presencia de la muerte ronda por mi mente y se hace carne sin motivos, ni antecedentes.
Cuando la desolación me envuelve y me siento lejos queriendo estar cerca.
Cuando ya nada importa y me veo quieta contemplando el vacío que me dejara el tiempo.
Cuando sin quererlo me siento solitaria en mis tardes de invierno y taciturna camino por el sendero de los recuerdos.

Cuando ya todo parece disolverse en el sinsabor que me ronda desde lejos, "La Ficción de los días", casi por asalto, me embriaga de profundas emociones y me enfrenta, casi por mandato, al sin sentido de los miedos que anidaron.
Eduardo Álvarez Tuñon.
El poeta que descubro, como un remanso, en estos días de ficticias despedidas.
El Poeta que marca, con una pluma delicada que hace melodía, mi ritmo interno.
Y desafía los miedos, con la sinceridad de un guerrero.

A continuación, con admiración y respeto, transcribo uno de sus grandes poemas.

Poema para amar a una mujer que crece

Han pasado las tardes.
Las paredes de las casas donde vivieron  hombres
se van transformando en viejos;
y  ya es inútil entrar cuando la lluvia cae
porque sus días caen como la lluvia:
hemos amado mucho en sus tierras
para luego morirnos tan rápido en las calles.
No envejecemos, nos disfrazamos para entrar en la muerte.
Cada día cambiamos nuestros ojos para que simulen haberlo visto todo,
como hojas que colorean a muertos en otoño.

¿Cómo pueden existir en este pueblo al que fuimos traídos
las adolescentes, los viejos, la niñez y la muerte?
Noche a noche te ha creado
y noche a noche vendrás a robarme un día de mi vida,
para que me parezca a ti.
He descubierto el amor y su terrible juego:
Alguien va destruyendo lo que hemos visto juntos
y estamos en guerra contra ese viejo que morirá con nosotros,
cuando volvamos a ser adolescentes, como barcos incansables
cuya tripulación ha muerto y, con ganas de seguir navegando,
encallan en las arenas de los cementerios.
El fracaso es el tiempo más la humedad del hombre.
Por eso hay que quemar a los muertos,
es mucho mejor un minuto de fuego, un invierno de ceniza,
que la lentitud de lo colorido, la falsa primavera.
Pero me he sentado en la taberna de la ciudad del amor,
cansado de caminar, como ventanas a las que nadie se ha asomado.
Tendremos que irnos también nosotros cuando alguien nos llame;
nosotros, que hemos amado; que, como los  días, hemos dado agua a la tierra
llorando; que lo efímero nos hace usar gastadas ropas,
arrugas en los rostros, como calles que llevan a la desgracia.
No envejecemos, nos disfrazamos para entrar en la muerte.
He de volver a la adolescencia.
He de volver al fuego en que creía que mi destin no era el de los hombres.
¿Cómo pueden existir la muerte, las adolescentes y la niñez?          
Mañana nos iremos.
El tiempo es el único soldado que puede decir:
todos han sido ingenuos.
Presentirás estos versos cuando niño, querrás
olvidarlos cuando viejo.
Los escribirás cuando ames a una adolescente
y serán realidad el día de tu muerte.

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