Los problemas estructurales de alta presión impositiva, gasto público infinanciable, déficit fiscal y falta de previsibilidad en las reglas de juego no se solucionan con artilugios monetarios, financieros y cambiarios.
Por Roberto Cachanosky (*)
Al ver la estrategia del BCRA de limitar la tenencia de divisas en los bancos, obligándolos a vender parte de sus activos en moneda extranjera (dólares, bonos en moneda extranjera, futuros, etcétera) y viendo que sube la tasa de interés, inmediatamente me vino a la mente el Plan Primavera.
Para los más jóvenes, en 1988, Raúl Alfonsín había decidido adelantar las elecciones al mes de mayo. Luego del fracaso del plan austral (1985) y sus diferentes versiones, la inflación volaba y el tipo de cambio volaba más rápido.
Para tratar de llegar lo más calmo posible a las elecciones, e intentando ganar tiempo, en septiembre de 1988 se lanzó lo que se conoció como el Plan Primavera.
Ese plan, entre otras cosas, buscaba darle certeza al mercado que el tipo de cambio se iba a mantener estable, al tiempo que subían la tasa de interés.
Lo que se armó, en definitiva, fue una timba financiera por la cual se le ponía a la gente la zanahoria de una tasa de interés que podía ser negativa contra la inflación pero era altamente positiva si el tipo de cambio se mantenía estable.
Puesto en otras palabras, se ofrecía una gigantesca tasa de interés medida en dólares.
Ese plan duró solo 5 meses porque el famoso 6 de febrero de 1989, el BCRA dejó de vender dólares para mantenerlo calmo.
Ese 6 de febrero de 1989 el BCRA dijo me rindo y al dejar de venderle dólares al mercado, el tipo de cambio se disparó, hubo corrida financiera y todo terminó en la hiperinflación.
¿Por qué el Plan Primavera estaba destinado a tener un final de estallido?
Porque no existe en el mercado el inversor que devengue indefinidamente una ganancia.
En algún momento la realiza.
Para ser más claro voy a dar un ejemplo.
Supongamos que el tipo de cambio es $ 10 por dólar y que la tasa de interés es del 5% mensual.
La idea es que el tipo de cambio se va a mantener estable en $ 10 y, por lo tanto, yo apuesto a vender mis dólares por pesos, y los pesos los coloco al 5% mensual especulando con que el dólar se va a mantener quieto, sin importarme que la tasa de inflación sea del 15% mensual.
Mi apuesta es que la tasa de interés que me paguen le gane a la suba del tipo de cambio.
Supongamos, entonces, que alguien vende U$S 1.000.000, recibe $ 10.000.000 millones y los coloca a tasa de interés.
El primer mes gana el 5% ($ 500.000).
Al mes siguiente renueva la apuesta y coloca los $ 10.500.000 al 5%.
A fin de mes ganó $ 525.000 más.
Supongamos que al final del período el inversor decide realizar la ganancia.
Va al banco y pide el capital más los intereses ganados, es decir, se lleva $ 11.025.000 y sale a demandar al mercado divisas no por los originales U$S 1.000.000 sino por U$S 1.102.500.
La demanda de dólares, cuando el inversor realiza la ganancia, aumentó en este ejemplo el 10,25%.
Si muchos hacen este juego financiero por un tiempo, cuando quieren realizar la ganancia, el sistema es explosivo sobre el mercado de cambios.
Lo que estamos viendo actualmente es parecido.
Obligan a los bancos a vender su posición en dólares y ponen la zanahoria de la tasa de interés para que los productores que tienen soja no especulen con que va a subir el tipo de cambio de los $ 8,
no retrasen la venta de granos y apuesten a la tasa de interés.
El punto es que hoy la tasa de interés para inversiones grandes está en el 25%.
Contra la tasa de inflación es negativa, pero contra un tipo de cambio quieto durante un tiempo es fenomenalmente positiva.
Esto quiere decir que, suponiendo que el tipo de cambio se mantiene clavado en $ 8 y la tasa en el 25% anual, el rendimiento en dólares es del 25% anual, lo cual hace que esa tasa de interés sea absolutamente inconsistente con cualquier proyecto de inversión, salvo el narcotráfico, el tráfico de armas o alguna otra actividad ilícita.
Por definición la jugada es inconsistente, aunque en el corto plazo logre calmar el mercado de cambios.
El Plan Primavera también logró calmar el mercado de cambios por unos meses y luego terminó en el famoso 6 de febrero de 1989.
Ahora bien, si a esto le agregamos que el Central sigue emitiendo para financiar al Tesoro y paga una tasa de interés del 30% por los bonos que coloca en el corto plazo, se acumulan dos déficits:
a) el déficit fiscal y
b) el déficit cuasi fiscal del BCRA.
Una combinación explosiva hacia el futuro.
No nos engañemos, los problemas estructurales de alta presión impositiva,
gasto público infinanciable,
déficit fiscal y falta de previsibilidad en las reglas de juego
no se solucionan con artilugios monetarios, financieros y cambiarios.
Esta historia ya la conocemos y sabemos que es solo para ganar tiempo y que termina muy mal.
La pregunta es:
¿Ganar tiempo para qué, si no están dispuestos a corregir los problemas estructurales...?
En síntesis, se ha armado una timba financiera que todos conocemos cómo se desarrolla y cómo termina.
Han pasado 25 años desde aquel famoso 6 de febrero de 1989 y parece que no aprendimos.
(*) Artículo editado en "Economía Para Todos" por Roberto Cachanosky Licenciado en Economía - Universidad Católica Argentina (1980). Consultor económico. Autor del libro "Economía para todos" y "El Síndrome Argentino". Columnista de temas económicos en el diario La Nación. Con anterioridad, ejerció la misma tarea para los diarios La Prensa (1985-1992), El Cronista (1992-2001) y La Nueva Provincia de Bahía Blanca (1992-1998). Conductor del programa de TV por cable "El Informe Económico". Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE. Presidente del Centro de Estudios Económicos e Institucionales. Asesor económico de la Cámara Argentina de Comercio (1983-2002) y de la Cámara Argentina de Importadores (1992-1993)
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