Cristina es viva, pero no inteligente.
Mi abuela solía decir que la diferencia entre una cualidad y la otra era bien sencilla:
“Vivo es aquel que sabe escapar de situaciones en las que el inteligente no se hubiera metido”.
La presidenta es escurridiza, sabe cómo mentir y disfrazar realidades, pero está lejos de ser una persona que se destaca por su inteligencia.
Lo intenta, eso está claro, a través de esfuerzos casi sobrehumanos: memoriza cifras, frases y citas de personajes relevantes de la historia.
Pero lo hace mal.
En su voluntad por mostrar lo que no es, la jefa de Estado termina mezclando números, desmembrando dogmas y hasta confundiendo refranes, como solía hacerlo —en chiste— el Chapulín Colorado.
En el discurso que pronunció en la apertura de las sesiones legislativas, Cristina hizo justamente eso.
Dijo cifras erradas e hizo comparaciones anacrónicas que intentaron dejar bien parado a su agonizante gobierno.
Por caso, ¿quién no podría ostentar números positivos si los compara con los agitados días de 2003?
En tal sentido, sorprende que la mandataria no hiciera referencia alguna con los vapuleados años 90, cuando la desigualdad —entre otros índices— era inferior a la que se vive en estos días.
Ello a pesar de la enorme corrupción menemista.
Por otro lado, si se toma el lapso que va de 1990 a 2000, Argentina mejoró su Índice de Desarrollo Humano —un indicador que elabora las Naciones Unidas para el Desarrollo— un 7,3%, mientras que desde el 2003 a 2013 solo se mejoró 6,3%.
Respecto de la deuda externa, baste mencionar que en 2001 el país debía 145.000 millones de dólares, casi lo mismo que se debe hoy a pesar de todos los pagos que se han hecho y de los cuales se jacta la presidenta.
A ello debe sumarse, el gran endeudamiento interno, a través de la Anses, el Banco Central y otras entidades oficiales.
Por lo dicho, sorprende que Cristina insista en mostrar cifras que no son reales, tomadas de organismos como la Copal, que a su vez se basan en datos de la peor etapa de mediciones del Indec.
Esos números son tan poco fiables, que el propio gobierno debió rever los cálculos de algunas de sus estadísticas en enero pasado.
Luego, muchas otras falacias de la presidenta fueron expuestas gracias a la excelente labor del sitio Chequeado.com.
Por ejemplo, cuando dijo que hubo un 300% de aumento a los pasivos y “la jubilación pasó de $690 cuando ustedes aprobaron la ley de movilidad, a $2.757".
“Si se considera la inflación del período, medida por el IPC 9 provincias del Centro CIFRA, el aumento real de la jubilación mínima durante el período fue del 34 por ciento”, dicen los expertos de ese portal.
Otra falacia presidencial:
"En el consumo de energía, siendo ampliamente el más alto de la región, sólo estamos importando el 9,4% de la oferta total".
Según Chequeado, la energía que proviene de otros países representa un porcentaje acotado del consumo nacional.
“Sin embargo, la cifra mencionada por la Presidenta viene en aumento y el déficit energético también ha crecido”.
Y agrega un dato que jamás admitirá la jefa de Estado:
“En 2003 la Argentina tenía un superávit energético de 4.864 millones de dólares.
Desde 2011 el balance es negativo y en 2013 el déficit alcanzó los 6.163 millones de dólares”.
Más falacias cristinistas:
"Nuestro salario mínimo, vital y móvil es el más importante de América Latina", dijo la mandataria.
Y responde Chequeado:
“El salario mínimo argentino es alto entre los países de la región, pero luego de la devaluación dejó de ser el más importante de América Latina.
Hoy se ubica en segundo lugar con 456,44 dólares, detrás de Venezuela, donde asciende a 519,08 dólares”.
La cantidad de desaciertos pronunciados por Cristina son interminables.
Si a ello se suma su silencio frente a los problemas que acucian a la ciudadanía, como el narcotráfico, la inseguridad y la inflación, no hay mucho por celebrar luego de once años de kirchnerismo más puro que duro.
¿Es inteligente una presidenta que sostiene a uno de los funcionarios más sospechados de los últimos años, como es Amado Boudou?
¿Lo es al designar a un personaje oscuro como Gerardo Zamora, odiado por radicales y peronistas por igual?
Cristina es viva, pero no inteligente.
Ayer lo demostró una vez más.
Christian Sanz
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