Es una sensación aflictiva, un sentimiento de pena, pesar, aflicción y también arrepentimiento.
Puede ser agudo o lento y continuo.
Afecta al cuerpo o una parte de él cuando está localizado y también al espíritu.
Hay un dolor moral que es muy intenso y puede tener manifestaciones físicas.
El más común es el dolor físico, estudiado por la clínica médica, y corresponde a los avatares de nuestro cuerpo, el cual está sujeto a inconvenientes o actitudes incorrectas que afectan a sectores del mismo o provocan un malestar general.
El más írrito para las personas, es la cefalea o dolor de cabeza, focalizado en la misma, pero que provoca un malestar general no sólo en el cuerpo sino también en el ánimo del individuo que lo padece.
Hay condiciones particulares que hacen que se sufran dolores de cabeza periódicos o permanentes considerados como parte de la estructura del ser.
Hay un acostumbramiento a estos dolores, y de a poco se van sintiendo con menor intensidad y en realidad se soportan como parte de la existencia personal.
Pero qué le duele al hombre, y porqué le duele.
Además del físico al hombre le duele, la injusticia,
la indiferencia,
la deshonestidad, la venganza,
el odio, la maldad
y la traición, entre otras cosas.
También le duele el abandono, los privilegios, la postergación y sentirse aislado o despojado de lo que le corresponde.
Los dolores mas profundos surgen de las relaciones humanas, en especial cuando las mismas son desparejas, alguien que es generoso y recibe mezquindades, alguien que es solidario y se le da abandono, y por sobre todo alguien que ama y no es amado.
El dolor está consubstanciado con la naturaleza humana, desde la maldición bíblica:
"con dolor darás a luz",
hasta el primer trauma del dolor en el canal del parto, cuando el feto nace a la luz, después de estar cómodo, servido, sin preocupaciones, de repente es expelido hacia el exterior y tiene que empezar a respirar por si mismo para poder subsistir.
El paso del tiempo acarrea dolores, ya que la vitalidad no es la misma, las partes corpóreas se van deteriorando y a veces degenerando, y algunas ya no cumplen siquiera las funciones que deberían cumplir.
Nada sin embargo es comparable al dolor moral, aquel que se siente profundamente porque no puede entenderse, o porque no debería ser, o sostenerse.
El abandono, la traición son dolores profundos que calan el alma humana y dejan al ser exhausto y sin reacción.
Y que decir del dolor social, ver la niñez abandonada, las familias que no tienen techo, o aquellos que deambulan por la vida buscando su lugar sin poder encontrarlo.
Tantas preocupaciones tiene el hombre, tantos problemas hay en la sociedad, tantos proyectos se barajan en las instituciones y sobre todo en los congresos políticos y legislativos, y casi ninguno tiende a suprimir o siquiera paliar el dolor social.
Cuántos se sienten preocupados por los que nada tienen, cuántos viven en la sobre abundancia, excedidos de todo, sin saber todo lo que tienen, al lado del desposeído.
La historia se repite como la del mendigo Lázaro y el rico Epulón, que deseaba las migajas que caían del banquete y comían los perros.
Hay demasiado dolor en el mundo, y
es nuestra obligación buscar la forma de hacerlo desaparecer.
Debemos ser artífices de la construcción de una humanidad en la que prolifere la solidaridad, la bondad, la ecuanimidad, la generosidad, la misericordia, ya que bastantes dolores hay de por sí en el mundo para que nosotros agreguemos algunos más con nuestras actitudes.
El último dolor es la guerra, cuando la soberbia, la pasión desordenada, la avaricia, el deseo de poder corroe el corazón del hombre, y no repara en motivos ni acciones para la conquista.
La guerra es dolor,
la paz es alegría...
Demos todo lo que somos para que haya paz sobre la tierra y el hombre pueda vivir feliz.
Elías D. Galati
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