La esquivo porque no debo.
Porque no puede ser lo que siento, ni mucho menos, lo que pienso.
Porque este inesperado hallazgo, amenaza con debilitar los estamentos de lo establecido.
No es lo correcto, ni lo esperado.
Es lo deseado.
Una trampa que el destino puso a nuestros pies sin previo aviso.
Por ello busco cuando le veo, un salvo conducto que me destierre de sus cercanías.
Para evitar morder la manzana que me pudiera ofrecer, ante mi debilidad de querer aceptar otro paraíso.
No alcanzaran mil purgatorios para la absolución, porque seguramente no habrá arrepentimiento, y nos quedaremos sin perdones, en medio de la súplica.
Estamos parados en la cornisa esperando el salto al vacío, o el vuelo a lo desconocido.
Usted, yo, y estas ansias de faltarnos el respeto.
Gabriel Veilxo
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