Uno se refriega los ojos frente a las declaraciones.
Vuelve a leerlas para ver si no leyó mal.
Pero no.
Todo está bien leído.
No hay errores.
Lo dicho fue dicho...
“Cuando se habla de una Argentina violenta se quieren reeditar viejos enfrentamientos”, fueron las palabras de la Sra. de Kirchner en la inauguración del mural de Carlos Mugica, para referirse al documento de la Iglesia sobre la “enfermedad de la violencia” que padece la Argentina.
“¿Se quieren reeditar?”, ¿quién los quiere reeditar?
O mejor dicho, ¿quién los quiso reeditar?
O mejor aún ¿quién los reeditó ya?
A la presidente le convendría repasar el fraseo de algunos “cantitos” de La Cámpora, o de algunos de sus ministros, legisladores, funcionarios y allegados oficiosos al gobierno.
O incluso el contenido de más un discurso suyo.
¿Quien convocó públicamente por primera vez a odiar, sino Luis D’Elía?,
¿quién sino Juan Carlos Molina habló de “ellos” y “nosotros”, para decir que “para ‘ellos’, ‘nosotros’ somos basura, chorros, negros…”?,
¿quién es el que crea enfrentamientos allí?
¿Quién trajo a la Argentina ese idioma clasista y racial tan ajeno a nuestra tradición?
¿Quiénes son los que hablan de “cipayos”, “gorilas”, “oligarcas”?, ¿quiénes son los que, aquí y allá, andan metiendo esos rótulos en la frente de la gente?
¿Quiénes fueron los que empapelaron la ciudad con los nombres, apellidos y las fotos de ciudadanos argentinos bajo el título “Estos son los que te roban el sueldo”?,
¿quién elogió a los barras como la “pasión del fútbol”?
¿Quién revolvió el pasado como quien hurga en la materia fecal pensando encontrar allí algo que le convenga a sus intereses?,
¿quienes parecen justificar la violencia delincuencial vendiéndola como una consecuencia de la tarea “excluyente” que la sociedad burguesa habría hecho deliberadamente con anterioridad?
¿Quién inventó Tecnópolis para oponerse a La Rural?,
¿quién el Encuentro Federal de la Palabra para oponerse a la Feria del Libro?, ¿quién en Centro Cultural Néstor Kirchner para oponerse al Teatro Colón?, ¿quién repiqueteó con un nuevo revisionismo histórico cuyo último objetivo era defenestrar a algunos argentinos?
La presidente en uno de sus inefables tweets dijo que algunos que visitan a Francisco en Roma deberían leerlo más.
¿Lo ha leído ella?,
¿quién se ausentó de todos los Tedeums presididos por Bergoglio en la Catedral de Buenos Aires mientras el hoy Papa era Cardenal de la Argentina?
¿Quien trasmitió la idea del campo como la última basura de la Argentina?,
¿quién estigmatizó a Roca, a Alberdi a Sarmiento y a otros tantos argentinos que fueron importantes para muchos argentinos?,
¿quién la emprendió contra ciudadanos privados para tratar de vincularlos artificialmente con la dictadura militar?,
¿quien creó aquella imagen tremenda de la gente que “secuestró los goles”, como antes secuestraba personas?,
¿quién ha llamado “zánganos” a los opositores?,
¿y quién “papagayos” a los defensores de la seguridad jurídica y del clima de negocios?
Pero lo más inaudito de todo es que estos procedimientos no fueron una consecuencia inadvertida e indeseada de una política sino la aplicación consciente y perseguida de un plan pensado y llevado a cabo de acuerdo a las enseñanzas divisionistas de Laclau.
¿Quién creo “Justicia Legítima” para llevar la grieta también al seno de la Justicia el enfrentamiento de la calle?,
¿quién martilló 4 años con el latiguillo “Clarín miente” y con la idea de que había que crear un conglomerado de medios partidarios (fondeado con dineros de todos los argentinos) para contrarrestar aquella “influencia”?,
¿quién pronunció, con la cara llena de furia, la frase “vamos por todo”, como si nada debiera quedar en pie de lo que perteneciera a todo aquel que no fuera kirchnerista?, ¿quién ha trasmitido la idea de que todo el mal que sufren algunos argentinos se debe a la ‘culpa’ de los otros argentinos?,
¿quién ha estimulado la bronca de unos contra otros?
El reguero de división, de rencor -en muchos casos de odio directo- que se ha creado en estos años solo puede ser comparado al tiempo de Rosas o a los últimos años del Perón de los años ’50.
Es tan incontrastable la realidad que ha ocurrido desde el punto de vista de la división social en la Argentina en los últimos años que la pretensión de la presidente de endilgarle también esa culpa a los demás raya con el cinismo.
El mismo que cualquier podía advertir en D’Elía pidiendo amor luego de convocar al odio.
Dicen que la presentación de los abogados de Apple en su millonario juicio contra Samsung fue muy sencilla. Parado frente al jurado, el abogado de la “manzanita” dijo: “seré muy breve: solo voy a limitarme a preguntar cómo era un teléfono Samsung antes del iPhone”
En este caso en que la presidente pretende echar un manto de dudas sobre quién creó el clima de enfrentamiento en la Argentina, también sería muy útil responder la simple pregunta: ¿cómo era el clima social de la Argentina, hace 15, 18 o 20 años?, ¿cómo era antes de los Kirchner?
La Argentina antes de los Kirchner tenía muchos inconvenientes.
Pero con gran esfuerzo iba dejando que el tiempo opere sobre sus viejas heridas y apostando a que un pasado negro quedara definitivamente atrás.
La prédica de las Bonafini de este siglo enterró aquel intento de paz.
Ese odio repugnante, visceral, intransigente triunfó.
A los codazos se hizo espacio en los huecos elevados del poder y desde allí se enseñoreó en el rencor, en la rabia y en la negativa a cualquier reconciliación.
En esas almas solo reside una inconmensurable sed de venganza y una incontenible vocación por no dar el brazo a torcer.
El documento de la Iglesia no es ningún descubrimiento.
La violencia de la Argentina actual no es algo opinable: es la triste realidad, un puerto de llegada al imperio de una terminología, de una postura, de una propuesta frente a la vida.
El gobierno no quiso tenderle la mano a nadie que no fuera propio.
Bajó desde las alturas un lenguaje de intolerancia a la diferencia que es tan evidente como las mentiras económicas.
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