No hay tercera edad para el amor, aun cuando acariciando la blancura de los cabellos, se quiera renunciar a las esperas.
Pero ellos se encontraron y comulgaron el uno con el otro.
Entonces se propusieron parar el tiempo, inventando un octavo día, al cual llamaron “soleado”, el que tenia veinticinco horas de setenta y cinco minutos y de igual cantidad de segundos.
Pero ellos se encontraron y comulgaron el uno con el otro.
Entonces se propusieron parar el tiempo, inventando un octavo día, al cual llamaron “soleado”, el que tenia veinticinco horas de setenta y cinco minutos y de igual cantidad de segundos.
Dependiendo del clima, lo ubicaban en lugar que se les ocurriera de la
semana.
Hicieron nuevos almanaques y modificaron los relojes. Mientras los demás vivían en el futuro inmediato, ellos amaban su presente cansino.
Decidieron quererse y prolongarse lo suficiente, para no poder olvidarse.
Así fue que mientras el tiempo corría, ellos de la mano, solo caminaban.
© Gabriel Velxio
Hicieron nuevos almanaques y modificaron los relojes. Mientras los demás vivían en el futuro inmediato, ellos amaban su presente cansino.
Decidieron quererse y prolongarse lo suficiente, para no poder olvidarse.
Así fue que mientras el tiempo corría, ellos de la mano, solo caminaban.
© Gabriel Velxio
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