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Caricatura de Alfredo Sabat

martes, 10 de junio de 2014

No metan a Dios en esta disputa

Por Amos Oz  | Corriere Della Sera

JERUSALÉN.- Entiendo que durante casi un siglo el conflicto entre israelíes y palestinos ha sido básicamente una disputa de carácter inmobiliario.
Una larga guerra fundada en una demanda: ¿a quién pertenece esta casa con su terreno?
Ahora, fanáticos de ambos bandos intentan desesperadamente transformar esa disputa inmobiliaria en un conflicto religioso, entre el judaísmo y el islam, y de alguna manera lo han conseguido.

Creo que la disputa sobre la propiedad puede resolverse con concesiones mutuas, a través de la partición de la tierra, la división de la casa en dos departamentos más chicos.
En pocas palabras: recurriendo a la solución de subdividirse en dos Estados.
Pero una guerra santa, un conflicto de carácter religioso , es mucho más difícil de resolver, porque la disputa por un lugar, por cada piedra, se convierte en un motivo de odio y de violencia.

Por eso creo que sobre este punto los líderes religiosos cristianos, musulmanes y judíos deberían recordarles a los fanáticos que la vida humana es más sagrada que cualquier lugar sagrado; que la cabeza de cada chico, judío, árabe o cristiano, es más preciosa para Dios que cualquier piedra de cualquier país del mundo. Cuando era chico, mi abuela me explicó en palabras simples la diferencia entre judíos y cristianos.
Me dijo:
"Es así: los cristianos creen que el Mesías ya pasó por la Tierra y que volverá en el futuro. Los judíos, en cambio, creemos que el Mesías todavía no vino".

Y agregó:
"Por esta disputa, no puedo ni imaginar la cantidad de persecuciones, violencia, masacres y sangre que se derramó en la historia.
¿Por qué no podemos esperar que el Mesías, cuando llegue entre nosotros, diga simplemente si está contento de vernos por primera vez o contento de reencontrarnos?".

La explicación de mi abuela era simple.
Si el Mesías nos saludaba contento de vernos por segunda vez, entonces los judíos deberíamos disculparnos con los cristianos.
Por el contrario, si nos dijera que se trata de su primera visita, entonces sería todo el mundo cristiano el que debería pedirnos disculpas.

Creo que mi abuela tenía la solución de la cuestión de los lugares santos de Jerusalén.
Dejemos que cada cual le rece a su Dios.
Busquemos el modo de no poner a flamear banderas de propiedad en los lugares sagrados.

Al final, será el Mesías quien nos diga de quién son, si de cristianos, musulmanes o judíos

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