Por Gabriela Pousa
Argentina
fue durante doce años el país del relato.
Construido
en base a eufemismos y maniqueos manejos del mensaje se creó una ficción que
hoy cae por su propio peso.
Parafraseando
a Hobbes, el kirchnerismo es así el lobo del kirchnerismo.
Adiós
al país de los slogans, del “patria o
buitres” que no significaba nada,
de
la soberanía energética falsa, del progreso porque la ruta 2 colapsaba en
Semana Santa.
Adiós
a los vídeos obscenos que mostraban lo que muchos sabían pero dejaban pasar
porque era más cómodo protestar en Facebook o porque temían las
represalias.
El temor es
también otra faz maléfica de la herencia kirchnerista.
Hoy
no se puede callar, pero tampoco es justo denunciar como un modo de extorsión
para que regresen las dádivas o la pauta abultada.
El
periodismo debe entender que también para él, el cambio llegó.
No es posible
que la administración Macri obtenga más respaldo en las calles que en la
prensa.
El
rol critico es esencial pero solo cuando el argumento acompaña lo que se señala
que está mal.
El
contexto y la sacada de contexto no pueden seguir siendo elementos utilizados
al azar para disfrazar lo que conviene o lo que no hay.
Si
la dieta se ha empezado el lunes pasado no es lógico pretender el miércoles
haber adelgazado.
Si
el cáncer hizo estragos durante años no se puede erradicarlo sin pasar por los
efectos colaterales del tratamiento necesario.
Argentina no
quedó sana y salva después de Cristina.
Argentina quedó
y sigue mal herida.
A
Macri y compañía le toca la peor parte:
Lavar
la herida, suturar, sacar el pus restante, eso inevitablemente duele pero es
requisito sine qua non para cicatrizar a posterior.
El problema que
queda es que el perro que nos mordió sigue dando vueltas.
El
gobierno actual tiene una función dual:
Cerrar
el tema de los holdout y simultáneamente lidiar con los buitres locales que no
dejan de merodear.
Los
apoyos logrados en la votación del pasado miércoles en la Cámara de Diputados
son tan circunstanciales como lo es el apoyo del Frente Renovador o del peronismo
que intenta diferenciarse del último “ismo” que lo absorbió.
Los
intereses sectoriales acechan y Cambiemos deberá negociar con ellos en el día a
día sabiendo que no hay garantías.
Esa
es una dificultad extra a la hora de evaluar cómo se sigue de aquí en más.
Nada
está dicho.
Los
abrazos de hoy pueden ser los puñales de mañana si no se sabe ceder.
Pero
ceder tampoco implica dejar de hacer lo que hay que hacer.
Habrá que ver
hasta qué punto Sergio Massa y Juan Manuel Urtubey priorizan el bien común a la
ambición de poder.
El
camino del nuevo gobierno no está libre de obstáculos, también la tentación de
la demagogia es una piedra que bloquea, y es menester tener plena conciencia de
que las rosas que hoy arrojan tienen espinas que pueden lastimar después.
Lo
cierto es que estos tres meses arrojan más aciertos que errores, sin “luna de
miel”,
sin
la justicia todavía a la altura del cambio que se ha votado,
sin
aliados a perpetuidad todo es paso a paso en un campo minado.
El
optimismo, sin embargo, cabe en este escenario por la simple razón de que en la
calle se respira un aval que quizás no es el mismo que se refleja en los medios
masivos de comunicación.
Hay
desconcierto en las redacciones de noticias, después de la militancia
periodística, no parece serle fácil al cuarto poder recuperar el espacio que
jamás debió ceder.
El
miedo a la obsecuencia choca con la necesidad de decir la verdad tal cual es, y
a veces la verdad es decir: “se están
haciendo las cosas bien”.
Claro
son apenas tres meses, los próximos tres ofrecerán más razones o sin ellas para
establecer si el rumbo que parece haber tomado el país es el que se ha deseado
al votar el cambio.
Que todo cambie
sin cambiar nosotros es utopía bañada en hipocresía.
La
especulación está impidiendo ver más allá del hoy para mañana.
El
empresariado aún no se situó a la altura de lo que se le demanda en esta nueva
etapa.
Guillermo
Moreno ya no está aunque se lo quiera reinventar con un rol que no le cabe,
pero ese mismo Guillermo Moreno es quien supo poner sobre el tapete la clase
dirigente que tenemos.
El
cambio es político es cierto, pero debe
ser también dirigencial en todos los aspectos.
Está
por verse si la CGT entiende esto.
Hay
muchos flancos abiertos.
El
equipo de gobierno lo sabe.
Ese
conocimiento de la realidad abona un horizonte favorable.
Vivimos
doce años negando lo real y sistematizando la mentira, tornando extraordinario
lo natural, y viendo como normal la atrocidad.
Hoy ya no se
puede naturalizar el espanto, tampoco negar si el rumbo es acertado.
Es
el delicado equilibrio entre la verdad y los matices que esta pueda otorgar
aquello por lo cual debemos velar.
Quizás
no es todo lo bueno que esperamos pero seguro no es todo lo malo que pasamos.
Y
esto recién está comenzando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario