Como saber la
verdad de los sucesos ya ocurridos cuando no se conocen testigos presenciales
de aquello que se pretende averiguar.
La
ocultación y la contaminación de la verdad se puso en el tapete a propósito de
las circunstancias que rodearon a la muerte del fiscal Nisman en la Argentina.
La
verdad se define como la adecuación entre la proposición que se expresa con la
realidad fáctica.
Proviene
del latin veritas y es la conformidad de lo que se dice con lo que se piensa o
siente.
Es
también la conformidad de las cosas con el concepto que uno se forma en la
mente.
Hay
verdades que son tan evidentes que son sabidas por todos de manera notoria,
como por ejemplo todos somos mortales.
Ocultar
significa poner una cosa o una persona donde no pueda ser vista o de modo que
no pueda verse.
Es esconder,
impedir que algo se vea o se sepa.
Contaminar
es alterar o dañar el estado original de pureza o de limpieza de una cosa.
En especial la
contaminación adquiere relevancia cuando se contamina una escena y con más
razón si hubo una muerte.
La
ocultación y la contaminación son actitudes voluntarias, intencionadas y falsas
destinadas a poner dudas sobre la realidad de los hechos y obedecen a motivos
de conveniencia personal, económica, de ideologías o del querer o la pasión.
Desde
que el mundo es mundo hubo ocultaciones, cuentan que Adán y Eva después del
pecado original se ocultaron en el Paraíso porque sintieron vergüenza al
comprender que estaban desnudos.
Desde
los orígenes de la escritura se han ocultado escritos, sobrescribiéndolos para
que no sean advertidos por cuestiones de poder, religiosos o por temor.
Es
común ver en las obras de arte pinturas ocultas debajo de otras y algunas
contaminadas con una segunda o tercera versión.
Gracias
a la tecnología y la imagen digitalizada se supo que La dama del armiño de
Leonardo en su 3ª. versión fue cambiada en la posición del antebrazo y la
colocación del armiño.
Los
análisis con Rayos X determinaron debajo de un Rembrandt un viejo hombre en
traje militar, igualmente el Sacrificio a Vesta de Goya, como el pequeño
autorretrato en el Baco de Caravaggio, el hombre de barba debajo de la
habitación Azul de Picasso, o el retrato de los luchadores debajo de la
Naturaleza Muerta de Van Gogh.
Hay
una tensión muy humana entre el conocimiento de la verdad y la adecuación de la
misma a la conveniencia personal, grupal o comunitaria.
Tanto
el individuo como los grupos necesitan justificarse y pensar que han hecho bien
aunque falseen la verdad.
El
Tercer Reich mostraba las campos de concentración como lugares donde se vivía
bien y con dignidad, el Proceso Argentino creo la frase de que éramos Derechos
y Humanos.
Y
en los actos jurídicos y las investigaciones la situación se complica aún más,
Foucault ha señalado que la verdad jurídica no tiene nada que ver con la
verdad, es sólo la que está en los
expedientes.
Si
el expediente probó un hecho, aunque sea descabellado y alejado de la verdad es
verdad jurídica.
Pero
la peor contaminación es la contaminación del corazón, la falsedad de la verdad
en el interior del hombre, cuando se convence que la mentira es verdad y la
sostiene y defiende con toda su pasión.
¿Somos capaces
de sostener en nuestro corazón la verdad, aunque sea terrible, aunque nos
perjudique o no esté de acuerdo con nuestro querer o nuestras convicciones?
Sabemos
entender humildemente que una cosa es nuestra verdad, subjetiva, la que creemos
que es, y otra muy distinta es la verdad real, objetiva, la que es en la vida.
Decía
Aristóteles cuando le preguntaban porque criticaba la teoría de Platón, si
decía que era su maestro y le había enseñado lo que sabía:
Soy
amigo de Platón pero más amigo soy de la verdad…
La
verdad dejará de contaminarse cuando en nuestro interior aceptemos y nos
comportemos de acuerdo a la verdad real y vivamos en consecuencia.
Elías D. Galati
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