"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

domingo, 20 de marzo de 2016

VOLVER AL PASADO


Existe en todo hombre la tentación de volver al pasado por considerar que ha sido mejor.
Desde la copla de Manrique: 
Despierte el alma dormida – avive el seso y despierte- contemplando – como se pasa la vida- como se viene la muerte – tan callando – cuan presto se va el placer – como, después de acordado- da dolor – como a nuestro parecer –cualquiera tiempo pasado fue mejor.

Será porque el pasado es conocido, el futuro es incierto y el presente es  suceso.
Pero el andar del tiempo es inexorable y no tiene vuelta atrás, y  vivir en el pasado genera la desdicha de Funes el memorioso.

El recuerdo del pasado es la mirada que hacemos desde nuestro hoy a los acontecimientos ocurridos en nuestra vida, con una actitud crítica y proyectada a mejorar las respuestas dadas en su momento y que pudieron ocasionar sinsabores o problemas.
En  ese sentido el pasado sirve para que nuestra conducta sea más adecuada a las situaciones y las experiencias nos hagan progresar en el comportamiento.
Pero la actitud cuando el pasado se vive en forma permanente, o uno se queda en él, y no puede asumir el progreso del camino de la vida, hace que la mente y la psiquis del individuo se niegue a asumir los desafíos de la hora, sienta temor a lo incierto del hoy y el futuro, y pretenda asegurarse como en un estado infantil en lo que ya ha vivido.

La culminación de este proceso es la obsesión que se manifiesta en ciertos aspectos puntuales del pasado, que han sido negativos, y que no desearíamos haber vivido, con su implicancia de culpa y negación, como queriendo volver a dicha situación y cambiarla.
Lo absurdo del momento, es que ya acaeció, no estamos en él y además conocemos el final, como ha sido el desarrollo y la culminación del mismo, y esto es irreversible, ya sucedió y no volverá a suceder de otra manera.
El pasado está inscripto en la memoria, y atarse al mismo perturba el desarrollo de la persona en el presente e impide que se lo disfrute, se sea feliz y que se pueda sacar provecho de las experiencias vividas.
Dice un proverbio árabe que hay que saber que lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente pero que el presente es tuyo.
Permanecer en el pasado es nefasto para el individuo y para los pueblos.

La vida es flujo, es proyección, es una aventura fascinante que merece vivirse con toda la intensidad que el ser es capaz.
Es necesario, coraje, voluntad, humildad para aceptar lo que pueda acaecer, y la mente limpia y el corazón puro para encarar el imperativo de la hora y planear el  futuro.
Vivir aferrado al pasado  es la negación misma de la existencia, es pretender convertir  la dinámica de la existencia en un absurdo estático de lo que ya fue, y crear un lugar estanco  que impide todo avance y progreso.
Uno de los atributos del hombre es ser perfectible, es decir cada vez mejor.
Para perfeccionarse, la mirada del pasado debe ser crítica y proyectiva, hacia el hoy y en relación a aquello  que se pretende construir.

Dentro de nuestras posibilidades podemos construir nuestro propio destino, podemos hacer de nuestras experiencias un comienzo de un tiempo mejor, una comprensión de nosotros mismos y el discernimiento de nuestra vocación y nuestro camino.
Nuestro desafío es construir el camino o desandarlo para refugiarnos cobardemente en lo ya hecho.
Pero existe en nosotros la propensión a quedarnos atrás y llorar sobre la leche derramada, en lugar de sacar experiencia  para no volver a repetir los errores.
Porque es lo que pertenece a otro tiempo, ido, perimido, pasado, donde no estamos ni vamos a poder volver a estar.
Es una ilusión fantástica, que no permite reconstruirlo, sólo rememorarlo, recordarlo.

Hay que vivir el presente, con sus desafíos y sus consecuencias, para construir un mundo mejor, en paz, armonía, solidaridad y amor con todos nuestros hermanos.

Elías D. Galati

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