Capitulo
IX
El
crepitar que hacía la madera al quemarse, en pequeñas aldeas, en sus plazas
ardían las hermosas hogueras.
Desde
lejos se podía observar el danzar de las figuras que formaban las llamas de la
candela, en la noche de San Juan.
La
noche más mágica del año, pues en esa madrugada, es cuando se deroga la ley que
prohíbe a las hadas mezclarse con los humanos.
Ese
día es cuando la princesa cruza el bosque de robles y mezclada entre las
ninfas, se detiene a beber de un pequeño manantial, brillante como un espejo de
agua fresca y plateada.
Una
vez más y como siempre desde su niñez en su mente se repiten las palabras:
Jamás reveléis vuestro verdadero nombre a un humano…
¡Ajenas
a vosotras, conceded los deseos sólo a aquellas personas que lo merezcan...!
Y
por último no os demoréis en regresar.
Para
mantener vivo el conjuro, antes del amanecer tras el sorbo de agua, tenéis que
estar de vuelta en nuestro mundo.
Siglos
atrás una pócima fue vertida sobre las aguas del estanque, y desde entonces
mantiene vivo el conjuro de las hadas.
Tras
el sorbo de vida, todas hadas volaron felices atravesando el velo invisible que
separa el mundo feérico del mundo real.
Es
la noche de San Juan, en el manantial de las hadas la Princesa desplegó sus
alas…
Continuará...
Pedro
m.a.
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