Por
Victoria Budic y Eric Harris.
Estimado Sumo Pontífice:
Somos
dos jóvenes orgullosos de ser argentinos con la enorme esperanza de que algún
día todos los ciudadanos podamos ser respetados dignamente como seres humanos
libres, y no explotados al nivel de llegar a ser rehenes de los políticos
clientelistas de turno.
Esa
libertad interna por la que tanto lucharon nuestros padres fundadores está
siendo arrebatada día a día por personajes arrogantes que dicen ser nuestros
representantes y que se jactan de ser capaces de planificar nuestras vidas
mejor que nosotros a costa de nuestra dignidad y por medio de la violación
sistemática de nuestros derechos fundamentales.
Creemos
profundamente que un pilar esencial para el progreso en una sociedad es lograr
la unión interna, dejando atrás el rencor, el odio, el avasallamiento político
y las divisiones violentas e ideologizadas.
A
la vez creemos que esta misión es compartida por los valores modernos que
defiende la Iglesia Católica, que se propone unir desde lo espiritual y por
medio del respeto recíproco entre todos los seres humanos.
Los valores del
respeto y la responsabilidad son fundamentales para forjar un código moral
civilizado,
que
lejos de incentivar el caos y la violencia, hacen que el amor espontáneo entre
las personas emerja plenamente sin límites ni condicionamientos ideológicos.
Dicho
todo esto, y considerando que su imagen y liderazgo es ejemplar para los
cientos de millones de creyentes católicos alrededor del mundo, es de esperar que cada accionar público
de su persona deba pronunciarse con un alto
grado de PRUDENCIA, HONESTIDAD INTELECTUAL y RESPONSABILIDAD.
Es aquí donde
lamentablemente reiterados hechos y declaraciones de su parte han demostrado lo
contrario.
Usted
no se ha pronunciado con este tipo de virtudes a la hora de atender
públicamente las verdaderas causas primeras que sumergen en la miseria y la
violencia a sociedades enteras.
Por
el contrario ha preferido seguir el
camino de la corrección política, de los atajos discursivos y de la
difamación demagógica.
Posturas
fáciles de enunciar desde un atril, pero muy poco fundadas en principios
lógicos y morales.
Usted
ha denostado contra la libertad individual, contra los empresarios, contra la
libre contratación laboral, contra el dinero, contra la economía de mercado
(sistema defendido con gran énfasis por el excelentísimo Juan Pablo II), contra
el comercio libre, y la lista puede seguir.
Vale
aclarar que estas características son las que diferencian a una sociedad libre
de una sociedad sometida a un régimen totalitarista.
En
sus discursos jamás ha criticado la causa primera de tal pobreza que tanto dice
que le preocupa.
Hablamos de la
bota violenta del Estado que pisa y explota a millones de ciudadanos que
con esfuerzo trabajan diariamente para sobrevivir el resto de sus vidas. Gobiernos
corruptos que son responsables de la violencia delictiva (y aquí se incluye
también a los crímenes legales e institucionalizados, ejemplos de sobra tenemos
en nuestro subcontinente latinoamericano) y de la estafa impositiva, que
siempre termina perjudicando en mayor medida a los ciudadanos de clases bajas.
Usted,
Sumo Pontífice, se las ha ingeniado durante estos 3 años para ser cómplice de
los responsables de todas estas atrocidades.
Sus encuentros
muy lejos tuvieron el fin de un posible arrepentimiento de tales pecadores,
sino por el contrario, han recibido el apoyo directo de su persona.
Por
lo tanto, ya que la confesión de pecados jamás tendrá lugar en tal contexto,
hay motivo para creer que sus constantes intervenciones responden solo a
intereses ideológicos/políticos personales, y no a cuestiones loables de fe y
moralidad religiosa.
Los
creyentes católicos confían en usted los valores éticos por los cuales
perteneces a tal religión, pero usted ha tergiversado tal código moral con el
afán de convertirse en un líder populista y así fundamentar una postura
política muy marcada a favor de los Estados socialistas y en contra de los
valores que fortalecen la libertad en las sociedades civilizadas.
Además
de sus posturas poco afortunadas, usted ha hecho un gran esfuerzo por ignorar o
no recibir a referentes de gran relevancia respecto a muchos de los temas
políticos en los que ha tenido el atrevimiento de involucrarse.
Nos
referimos a:
Mauricio Macri. Actual
Presidente electo democráticamente, con el cual solo mantuvo una reunión de
tipo protocolo/cumplido, pero sin ningún esfuerzo real de cooperación y apoyo
con la difícil tarea que le toca ejecutar.
Las Damas de
Blanco.
Mujeres de los presos políticos en Cuba. Ignoradas por usted, Papa Francisco,
durante sus tiempos en la isla (ya que bien divertido y acompañado estaba por
los dictadores totalitarios Raúl y Fidel Castro).
Familiares de
los presos políticos en Venezuela. Nuevamente, ninguna atención de su
parte.
Margarita
Barrientos.
Activista ejemplar que trabaja de forma DIRECTA con los pobres enseñándoles el
valor del trabajo y el progreso personal. Ella está en contra de la cultura de
la dadiva y la prebenda clientelista. Mecanismos
que usted defiende. A esta señora directamente la echaron de la Plaza San
Pedro. Sin comentarios.
Referentes de
organizaciones que representan a las miles de personas víctimas de atentados
terroristas durante los años 70 en nuestro país.
Reiteradas
veces tratando de hacer contacto con su persona, nunca una respuesta.
Solo
agrego que las madres de Plaza de Mayo, tanto Estela de Carlotto como Hebe de
Bonafini (fervientes defensoras del accionar terrorista de sus hijos
subversivos), directamente han sido apadrinadas por su investidura.
Por
estas razones, nosotros y muchísimas personas, estamos consternados y nos
preguntamos con real inquietud cuáles son las motivaciones que lo han llevado a
actuar de esta forma.
Siendo
su misión la de unir por medio de la honestidad intelectual y el dialogo
constructivo, más allá de cuestiones culturales, raciales, políticas o de
cualquier índole, y estando usted en una posición tan privilegiada y de gran
influencia,
¿No
cree que su accionar debería ser prudente haciendo énfasis en cuestiones nobles
como difundir la convivencia, la espiritualidad y el respeto mutuo entre los
seres humanos?
Lamentablemente
no vemos ese gesto, por el contrario, Papa Francisco, usted ha dedicado gran
parte de su tiempo a hacer propaganda
político-ideológica difamando sin certezas, implantando rencores entre
las clases sociales y acompañando a canallas que viven del hambre de sus
explotados ciudadanos.
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