Por Susana Merlo
El
héroe, o forajido, de la leyenda inglesa medieval, con el modernismo se
transformó en alguna especie de justiciero que “robaba a los ricos, para
repartir entre los pobres”.
De
ahí, al sarcasmo de invertir su nombre para representar exactamente lo
contrario, localmente, donde la picaresca popular hace alarde, hubo un solo paso.
De
forma tal que, “Hood Robin”, pasó a representar los excesos del poder, o de
sectores oligopólicos, sobre quienes los deben soportar.
Y
en estos últimos meses, uno de los ejemplos que parece enmarcarse en esa
clasificación sería el de los abruptos aumentos de precios internos de los
combustibles, justo cuando internacionalmente los valores del barril de
petróleo se habían desplomado a los más bajos de las últimas décadas llegando a
atravesar, incluso, la barrera de los U$D 30, cuando el promedio casi triplica
esa cifra.
Semejante
coincidencia, junto a la falta de explicaciones exhaustivas de parte de las
autoridades, se prestó a cantidad de interpretaciones, la mayoría incompletas,
con la única realidad de que con subas superiores a 30% en un cuatrimestre, el resto de la economía
transfirió al sector petrolero, una cifra que oscila entre U$S 5,5-7.000
millones, según quien haga las cuentas.
Para
los que analizan los números, y mucho más para quienes los sufren, el monto entra en la categoría de “obsceno”,
aunque el hecho tiene derivaciones muchísimo más graves que la simple
calificación moral, o ética.
En
el caso del campo, por ejemplo, el combustible es uno de los insumos básicos de
particular impacto en la ecuación económica, tanto directo como indirecto.
En
el primer aspecto, porque se estima que el agro consume alrededor de 4-4.500
millones de litros anuales de gas oil (poco más de un tercio del total de la
demanda país), especialmente, en labores y cosecha de los cultivos anuales,
además de otras actividades más “intensivas” (arroz, vitivinicultura, frutas,
etc.), la mayoría de las cuales constituyen las mal llamadas “economías
regionales”.
Pero
hay un segundo aspecto casi de tanto impacto como el anterior, que son los
fletes, dado que el 90% del transporte de la producción agropecuaria se hace
por camión (apenas 7% es ferrocarril, y 3% la Hidrovía).
Esto
es lo que determinó que, tras el segundo aumento, antes del último en abril
pasado, dirigentes y analistas salieran a reclamar fuertemente con un argumento
para anda menor:
El incremento en
los costos se “comía” buena parte de la mejora lograda con el
recorte de las retenciones de diciembre La inflación hacía el resto.
Pero
el incidencia no queda ahí.
Es
que desde que Argentina perdió su condición de exportadora” de combustible, en
la última década, la administración anterior dio un fuerte impulso a los
biocombustibles, como una forma de aliviar, aunque sea parcialmente, las
necesidades de importación.
Esto
se fue cumpliendo con altibajos, si bien la caída internacional de los precios
del petróleo ahora juega en contra de estos productos, al menos en el plano
internacional.
Por
supuesto, que no es novedad la situación por la que atraviesa el país, y la
necesidad que había de sincerar tarifas atrasadas, y otros costos, lo que
determinó una fuerte escalada de la inflación con un pico de 7%-8% en abril, de
acuerdo a distintos relevamientos.
Lo
que muchos se preguntan es cuál hubiera sido el número si la transferencia de
recursos millonarios que se hizo a las petroleras se hubiera postergado por
algunos meses, sobre todo considerando que las subas en los fletes tienen
“efecto cascada” sobre todos los precios, y mucho más en los alimentos.
El
segundo gran interrogante se asienta en porque la Administración Macri tomó
semejante decisión, descartando de plano el hecho de que pudieran desconocer el
impacto negativo.
Incluso,
¿sobre quién recaería la responsabilidad de haber priorizado a este sector (por
sobre todos los restantes) cuando los recursos son más que limitados, y en el
momento en el que el conjunto de la sociedad está soportando una pesadísima carga
fruto del ordenamiento?.
La
situación, alertada insistentemente por
“los secretarios” (de energía), especialmente Alieto Guadagni, no obtiene en
general, una respuesta demasiado directa excepto, claro está, que el
interlocutor sea el ex canciller y ministro de economía, Domingo Cavallo quién,
sin eufemismo lo atribuye “al lobby de las petroleras, de los sindicatos y de
los gobernadores de las provincias productoras”.
“Por 300-400.000
personas que sufrirían por un petróleo más barato, se perjudica a todo el
resto”…
Se
podría agregar también, que los transitoriamente afectados podrían ser
compensados con una sexta parte de lo transferido, mientras que la producción y
el resto de los consumidores siguen
soportando el accionar de Hood Robin que, evidentemente, parece que está libre
nuevamente…
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