Pablo
Arribas
Ahora
que gusta mucho decir eso de “todos somos iguales” o “todos somos especiales” o
“nada es mejor que nada”, yo digo no.
Hay
personas y personas.
Hay
personas y personas porque hay elecciones y elecciones.
Valga
el destacado para diferenciar a esas personas en negrita de las, digamos,
regulares...
Esas
que, aunque sea en un rápido y diagonal golpe de vista, se te quedan retenidas
en la memoria.
Ser una persona
subrayada se elige.
Siempre
he creído que en la vida hay un listón, y que están los que pasan por debajo
como en el limbo y los que pasan por
encima haciendo un salto de altura.
En
el amor, como en todo, hay primeras y segundas divisiones.
Creo
que nadie debería pasar de puntillas por el mundo cuando puede pisar fuerte.
Allá
cada uno.
Y
tú, ¿juegas en primera o en segunda?
¿Ligas
o conquistas?
Ligar
está bien, es divertido y lo divertido también es necesario, pero no deja de
ser la marca blanca de conquistar.
Para
ligar, basta con gastarse algo de dinero en Inditex, arreglarse el pelo,
ponerse una buena colonia, no hacer mucho el idiota y entrar a mucha gente.
Hasta
el más tonto liga un día.
Todos
tenemos una estadística y la de nadie –una vez que se ha estrenado– es cero.
Por
el contrario, para conquistar no valen las ropas.
Un
conquistador no se forma en el centro comercial, se forma teniendo una vida
apasionante.
Por
mucho que quieras aparentar, por muchas camisas, cochazo, maquillaje o tacones,
siempre hay un día en que la vida te pregunta ¿qué queda cuando te quitas el
vestido?,
¿quién
eres cuando te desnudas?
La
mayoría de relaciones nacen de ligar pero mueren por falta de conquista.
Casi
todas se rompen o no avanzan no porque se tuerzan, sino por desvelo y
decepción.
De
nada sirve el deseo si no lo acompaña la fantasía que evocan las vidas
fascinantes.
De
nada un brillante lazo si en el paquete no hay nada.
A
nadie le enamora el vacío.
Una
de las principales razones por las que las relaciones fracasan es porque falta
grandeza.
¿Cuánto
tiempo dedicas a estar más guapo, tener mejor cuerpo o comprar más ropa?
¿Cuánto
inviertes en crecer como persona?
Todo
el mundo liga, pero no todos conquistan.
“Para
dar una vuelta, todas las bicicletas son buenas, pero hay días en los que
recordamos los grandes paseos”, dice una amiga mía.
Ligar
es juego.
Conquistar
es arte.
Ligar
es pasatiempo...
Conquistar es que se quede cuando pasa el tiempo.
Pero
conquistar no tiene que ver con la eternidad, sino con la memoria.
No
es que el Imperio caiga, es que hoy sepas quién es Julio César.
No
es que te quedes siempre, es que no te olvide nunca.
Tampoco
tiene que ver con la presencia (física), pues a veces, el peso de la presencia
se mide mejor en la ausencia:
Conquista
es cuando puedes decir “ella se fue, pero se quedó el perfume”, o “él se fue
pero yo aún sonrío”.
Es
que, aunque ya no esté, seas una persona diferente porque no te cambió que se
fuera, te cambió que hubiera estado.
“Conquistar
no es que te quedes siempre, es que no te olvide nunca”.
A
la mayoría le asustan los grandes retos y prefieren ser cabeza de ratón a cola
de león.
Es
una opción optar por el atajo, pero si lo haces, no presumas, pues aunque puede
que llegues antes, nunca traerás la mochila tan llena como quien hace el camino
necesario.
No
es motivo de alarde liarte con alguien si luego te olvida.
Puede
ser divertido, y eso está bien, pero el orgullo debe guardarse para cosas
superiores.
Y
el que realmente hace cosas superiores, no alardea, porque la gente superior no
muestra con palabras lo que demuestra con actos.
Cuando
no se aspira a la grandeza es porque algo hay apremiando la mediocridad.
Detrás
de cada conducta hay siempre algo que la refuerza.
Cuidado con lo que
aplaudimos.
Nuestra
vida es tan grande como aquello que admiramos.
Me
repugnan esos chicos que van diciendo “a esa me la tiré” (por ser finos) o
sacan pecho para decir el ‘elevado’ número de chicas a las que “se han follado”
(se me fue la ‘finería’), como quien cuenta títulos de liga.
He
dicho chicos y no hombres, no por edad, sino por madurez.
Me
decepcionan también esas chicas que miden su belleza en función de los chicos a
los que besan o a los tropecientos que podrían besar, así como aquellas que se
creen superiores por ser guapas.
Lo
más curioso es que es entre esta clase de chicos y chicas donde se crea todo:
chicos que van como monos detrás de chicas para tratarlas como números y chicas
que alardean de ser monas en función del número de chicos que las ven… ¡como
números!
Y
es que, cuando alguien no puede aspirar a la calidad se refugia en la cantidad.
Están
los que venden 10 unidades a 1 euro y los que venden 1 unidad a 10 euros.
En
el mundo de la cantidad, el que apuesta por lo excelente está siempre en
minoría.
“Nadie
debería pasar de puntillas por el mundo cuando puede pisar fuerte”.
Por
todo esto, a mí no me vengas con tu carita bonita de “me lío con quien
quiera”...
A
mí dime algo que me cambie la forma de mirar la vida, ponme los ojos grandes y
hazme sentir pequeño.
Cuéntame
tantas aventuras que sienta que me he perdido un millón de cosas.
Dame
ganas de comerme el mundo.
Dime
que sabes lo que quieres y que “o eso, o nada”; que ni te vendes ni negocias
tus sueños.
Dime
que tu estantería no está vacía y que tu libro favorito no es un best seller.
Hazlo
con tanta pasión que me lo compre mañana.
Dime
que cuando puedes viajas, y que viajar no es lo mismo que hacer turismo.
Dime
que descubriste que el secreto de la felicidad no está en tener,
sino en ser,
crecer, dar y amar con valentía.
Y
dime que te partieron el corazón y que aún así lo pondrías sobre la mesa si se
presentara la ocasión.
Dime
que con tus 20 o 30 años lo mejor de ti no es tu belleza.
No
quiero un rato más, quiero alucinar contigo.
No
quiero mirarte, quiero admirarte.
No
quiero olvidarte, quiero que me dejes un surco después de beberte, como el
café.
Y,
aunque pueda que no pueda ser, aunque se acabe o aunque duela, quiero que el
rato contigo merezca, si así fuera, una dulce pena.
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