Las
Fuerzas morales
José
Ingenieros (1877-1925)
II.
De la justicia.
23.
La justicia es el equilibrio entre la
moral y el derecho.
Tiene
un valor superior al de la ley.
Lo
justo es siempre moral; las leyes pueden ser injustas.
Acatar
la ley es un acto de disciplina, pero a veces implica una inmoralidad...
Respetar la justicia
es un deber del hombre digno, aunque para ello tenga que elevarse
sobre las imperfecciones de la ley.
La
perfectibilidad social se traduce en aumento de justicia en las relaciones
entre los hombres.
Esa
creencia ha embellecido las inquietudes que en todo tiempo agitaron a los
núcleos más morales de la humanidad, y es de augurar que cada generación las
renueve con creciente fervor en el porvenir.
El mayor
obstáculo al progreso de los pueblos es la fosilización de las leyes.
Si
la realidad social varía, es necesario que ellas experimenten variaciones
correlativas.
La
justicia no es inmanente ni absoluta.
Está
en devenir incesante, en función de la moralidad social.
Todos
los ideales melioristas tienen la justicia por común denominador y todos
anhelan desterrar de la sociedad algún desequilibrio.
La
justicia tiende a orientar la estimación hacia la virtud,
el
bienestar hacia el trabajo, la honra hacia el mérito;
y
es, por eso, la cúspide imaginaria de la moralidad, que sólo puede admirar esos
fecundos valores sociales.
Cuando
por ello se mida a los hombres, habrá justicia en los pueblos…
Y no es varón
justo el que no contribuye al advenimiento de esos valores en la medida de sus
fuerzas.
24.
Los intereses creados obstruyen la justicia.
Todo privilegio
injusto implica una inmoral subversión de los valores sociales.
En las
sociedades carcomidas por la injusticia los hombres pierden el sentimiento del
deber y se apartan de la virtud.
El
parasitismo deja de inspirar repulsión a quienes lo usufructúan y encenaga a
las víctimas en la domesticación. Los hombres viven esclavos de fantasmas vanos
y la honra mayor recae en los sujetos de menores méritos.
La
justicia enmudece y se abisma.
Cuando en la
conciencia social no vibra un fuerte anhelo de justicia nadie templa su
personalidad,
ni
esmalta su carácter.
Donde más medran
los que más se arrastran, las piernas no
se usan para marchar erguidos.
Acostumbrándose
a ver separado el rango del mérito, los hombres renuncian a éste por conseguir
aquél.
Prefieren una
buena prebenda a una recta conducta, si aquélla sirve para inflar el rango
y ésta apenas para acrecentar el mérito.
Los hombres
niéganse a trabajar y a estudiar al
ver que la sociedad cubre de privilegios a los holgazanes y a los ignorantes.
Y
es por falta de justicia que los Estados se convierten en confabulaciones de
favoritos y de charlatanes, dispuestos a lucrar de la patria, pero incapaces de
honrarla con obras dignas.
Loados sean los
jóvenes que izan bandera de justicia para aumentar en el mundo el equilibrio
entre el bienestar y el trabajo.
Sin
ellos las sociedades se estancarían en la quietud que paraliza y mata.
La
cristalina corriente del progreso que jamás se detiene, tornaríase mansa
estabilidad de pantano que asfixia. Loados
los que conciben más justicia, los que por ella trabajan,
los
que por ella luchan, los que por ella mueren.
Son
plasmadores del porvenir, encarnan ideales que tienden a realizarse en la
humanidad.
25.
El hombre justo rehuye complicidad en el mal.
Niega
homenaje a los falsos valores que ponen sus raíces en la improbidad colectiva.
Los
desprecia en los demás y se avergonzaría de usufructuarIos.
Todo privilegio
inmerecido le parece una inmoralidad.
El
hombre justo se inclina respetuoso ante los valores reales.
Los
admira en los otros y aspira a poseerlos él mismo.
Ama
a todos los virtuosos, a todos los que trabajan, a todos los que elevan su
personalidad en el estudio,
a
todos los que aumentan con su esfuerzo el bienestar de sus semejantes.
El hombre justo
necesita una inquebrantable firmeza.
Los
débiles pueden ser caritativos, pero no saben ser justos.
La
caridad es el reverso de la justicia.
El
acto caritativo, el favor, es una complicidad en el mal.
Detrás de toda
caridad existe una injusticia.
El
hombre justo quiere que desaparezcan, por innecesarios, el favor y la caridad.
La justicia no
consiste en ocultar las lacras, sino en suprimirlas.
Los
remedios inútiles sólo sirven para complicar las enfermedades.
El
hombre justo no puede escuchar a los que predican la caridad para seguir
aprovechando la injusticia.
Pero
su respuesta debe estar en su conducta, juzgando sus propios actos como si
fueran ajenos, midiéndolos con la misma vara, severamente, inflexiblemente.
La
complacencia con las propias debilidades constituye la más inmoral de las
injusticias.
El hombre justo
es capaz de rehusar un favor a su familia y a sus amigos, sabiendo que la
debilidad de su corazón encubriría una injusticia.
El
hombre justo es, por fuerza, estoico…
Debe
serIo siempre y con todos, sabe decir ¡no! a sus allegados y a sí mismo, cuando
le asalta una tentación injusta.
La
madre de Pausanias llevó la primera piedra para que lapidaran a su hijo indigno
...
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