El
barrio 31
Por
María Zaldivar *
Una
de las áreas que le quita el sueño al PRO es la comunicación.
Tal
vez movidos por eso, los vecinos de la ciudad de Buenos Aires somos
ametrallados con mails, encuestas y llamados.
“Conocé
tu policía”, “Decinos qué opinas de esto”, “Vení a ver aquello”.
Respondí
afirmativamente a:
“Queremos saber
qué pensás del Proyecto de urbanización de los barrios 31 y 31 bis”.
Me
recibió “Sole”.
“Sole
¿qué?” pregunté descubriendo mi pertenencia a una generación en la que las
personas teníamos apellido.
Tan
joven como amable, Sole me comunicó que “Agustín” estaba por llegar.
No
por nada son muchachos 3.0.-
“Sole”
sabía porque, efectivamente, a los pocos minutos apareció un simpático
“Agustín” quien, me vine a enterar, reemplaza a “Facu” al frente de la Comuna
2.
Pasadas
las presentaciones, Agustín nos dijo que la verdadera responsable de explicar
el proyecto, Belén, estaba en camino.
Y
así fue.
Sole
y otros tres jóvenes observaban el desenvolvimiento de la reunión desde una
mesa vecina.
Uno
sacaba fotos, otro tipeaba en una computadora y los cuatro lucían pendientes de
sus respectivos teléfonos celulares.
Hasta
ahí, todo muy PRO.
Mi
planteo inicial fue “cambiar”, no simplemente las palabras ni maquillar la
realidad.
Les
dije algo así como “desde que tengo memoria en Retiro hay una villa de
emergencia…”
Hoy,
una tremenda villa que me acabo de enterar de que son dos.
Si
me convocan para hablar de los barrios 31 y 31 bis me predisponen a creer que vamos a ser engañados por la política otra
vez.
Votamos
cambiar y entre los cambios que debemos encarar los argentinos está aceptar la
realidad por dura que sea. Si el plan es “Hagamos de la villa un barrio”,
cuenten conmigo…
Mientras
arranquen con la demagogia de cambiarle la denominación, empezamos torcido”.
Durante
el transcurso de la reunión mencionaron muchas veces a Diego (primero creí que
se referían a Santilli pero después descubrí que se trataba del jefe de Belén,
Diego Fernández, subsecretario de Integración Social y Urbana de la Ciudad) a
quien, veinticuatro horas después, escuché por radio repitiendo el mismo
libreto que desarrolló Belén, con los mismos ejemplos y las mismas palabras,
haciendo énfasis y callando en los mismos ítems.
A
lo largo de las dos horas y media que estuve allí, noté lo “coacheados” que
estaban Agustín y Belén:
No
se engancharon nunca en las críticas y objeciones que se plantearon y jamás
perdieron el hilo de lo que fueron a decir.
Esperaban
con educación que terminaran las interrupciones y retomaban su discurso
exactamente donde había quedado.
Nos
contaron del terreno que la ciudad le compró a YPF donde está en marcha la
construcción de 1200 viviendas para la gente que en la actualidad se aloja
debajo de la autopista que se suma al plan de mejoramiento de las casillas ya
construidas;
nos
contaron que el cambio de la traza de la Autopista Illia viene con la
construcción de un edificio que albergará al ministerio de educación de la
ciudad más la construcción de centros de salud, escuelas y hasta un polo de
generación de trabajo
y
nos contaron también que la finalización de las obras, cuyo costo ronda los 450
millones de dólares,
está
calculada para dentro de seis años por lo menos.
Por
si lo descripto fuera poco, nos contaron que está previsto un parque lineal de
800 metros en el tramo de la actual autopista que deje de servir cuando se
construya la nueva.
Buenos
Aires tendrá su “high line” al mejor estilo de Manhattan con la única
diferencia de que, allá, uno baja y se encuentra con el icónico Chelsea Market y
acá nuestro
“high line” telúrico desembocará en una villa de cada lado.
Nos
contaron sobre la alta tasa de mortalidad infantil que registra la villa por,
entre otros motivos, las escaleras de caracol que los padres de los pequeños
construyen para alojarse en pisos superiores y también nos transmitieron la
preocupación que tiene el gobierno de la ciudad por integrarnos a todos.
Respondieron
preguntas, algunas con más detalle que otras.
Estaban
decididos (aunque Agustín nos adelantó que “no queremos convencerlos de nada”)
a mostrarnos una
villa amable, llena de gente ansiosa por abandonar la ilegalidad en la que
viven y empezar a pagar por todo aquello que reciben gratis desde hace años.
Evitaron
cualquier referencia a índices de criminalidad, robo de autos, secuestros express,
droga, indocumentados y la ilegalidad comercial que alberga ese enorme predio,
preocupación por completo legítima que transmitimos sus vecinos más próximos.
Tampoco
hubo mención del millón de dólares que se le pagó, vía contratación directa, a
un prestigioso estudio de arquitectura de origen danés para el desarrollo de un
plan que incluye el área comercial de la villa 31 y la “urbanización” integral
de Retiro-Puerto.
“Los
mismos prejuicios que tienen ustedes respecto de ellos los tienen ellos
respecto de Uds” nos aclaró de entrada Belén, claramente ubicada del “bando” de
“ellos”.
Se
le escapó al coach de la joven evitar semejante sincericidio que desnudó el
concepto marco del emprendimiento: que “ellos” están ahí por falta de
oportunidades,
porque
la población en general les dio la espalda,
porque
el interior los expulsó
y
porque la sociedad es por completo indiferente a sus problemas.
Eugenio
Zaffaroni no lo hubiese explicado distinto.
Sin
embargo, la verdad es otra, más amplia y más compleja y contiene
datos históricos que resisten la descripción romántica de los jóvenes PRO.
La
industrialización desordenada que impulsó el peronismo atrajo a la población
rural hacia los primeros cordones de la provincia y la ciudad de Buenos Aires,
población que más tarde fue utilizada
para modificar a su favor los resultados de los comicios, en tanto
alteraron el peso histórico de las preferencias políticas de los habitantes de
los centros urbanos, naturalmente antiperonistas.
Entonces, el
responsable de esos asentamientos no es la indiferencia del vecino
sino el
peronismo…
En
primer término el de los años ´50 y luego el kirchnerismo, alentando el ingreso
indiscriminado de población ilegal proveniente de países vecinos, que tomó las
villas como enclaves de concentración familiar.
Dicho
esto y asumido que las villas son otra herencia peronista, la política tiene la
obligación de resolver el problema.
Mientras
tanto, se rechaza la mirada sesgada y errónea que le imprime esta administración.
La
noche había caído sobre Buenos Aires.
Consideré
que ya sabía suficiente del tema.
Sabía
más que cuando había llegado:
Para empezar,
ahora sabía que el proyecto no era un proyecto sino un plan en ejecución.
Sin
embargo, eso no fue lo principal…
Ni
siquiera el endeudamiento con el Banco Mundial al que se someterá por no
sabemos cuántos años al vecino de la ciudad de Buenos Aires para llevar
adelante la faraónica obra.
Lo inquietante
es el enfoque, profundamente socialista, injusto, desigual y errado
del proyecto.
Por
lo general la juventud es inconformista e interpela al poder.
En
este caso, el poder se las volvió a ingeniar para ser el “dador” de privilegios
pagados por una población a la cual, veladamente, acusa de responsable de esa
marginalidad.
Una
clase política que se sabe rodear de jóvenes dóciles que acompañan su
arbitrariedad, convencidos de estar enderezando una desigualdad a fuerza de más
estado mientras ignoran la noción de
responsabilidad personal y de esfuerzo individual que le cabe a cada individuo
en la construcción de su destino.
Jóvenes
que ignoran el principio de la igualdad ante la ley cuando le otorgan una
vivienda a quien usurpó terrenos públicos, casi como un premio, mientras
quienes hace décadas trabajan y tampoco han accedido al techo propio son
discriminados por la varita mágica del estado distribucionista.
Eva
Perón inventó aquello de “la necesidad crea derechos”.
Esta camada de
burócratas lo pone en práctica a favor de sus pobres elegidos en desmedro de
otros pobres, los que no se atrevieron a violar la ley.
Se
sienta, otra vez, un mal precedente en una sociedad repleta de malos
precedentes.
La
buena fe de sus ejecutores no compensa los errores que envuelven el
emprendimiento.
La
idea de la sociedad culpable se suma a otra horrible falacia:
La
convicción de que con las leyes (a las que aludieron repetidamente) y las obras
en marcha y futuras habrán de “integrar” a los pobladores de Recoleta y la
villa.
Así
de simple.
O
de simplista.
*
Periodista, escritora y analista Política
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