El
gobierno "bolivariano" de Venezuela, encabezado por un cada vez más
inepto Nicolás Maduro, ya no engaña a nadie.
Emilio
J. Cárdenas
Así
lo demuestra su reciente acertada suspensión como Estado Miembro del MERCOSUR.
Porque lo cierto
es que Venezuela ya no es, ni por asomo, una democracia.
Es
–en cambio- una tiranía, en manos de un grupo de marxistas radicalizados que
con ella tienen sometida a Venezuela.
Camarilla
que hasta intentó recientemente perpetrarun “auto-golpe” para tratar de dejar a la Asamblea Nacional venezolana
(dominada por la oposición) sin facultades, vaciándola de contenido.
Para, en los
hechos, terminar teniendo que dar una vertiginosa “marcha atrás” ante la
inmediata y gigantesca convulsión -interna y externa- provocada por tamaña
tropelía.
Esto
es así, pese a los insultos de todo calibre dedicados por el ordinario Nicolás
Maduro y los suyos a los líderes y autoridades de los demás Estados Miembros
del MERCOSUR.
Para
disimular.
Particularmente,
contra la República Oriental del Uruguay, a cuyos funcionarios más importantes
Nicolás Maduro insulta constantemente y sin límites de ninguna naturaleza.
Con
el apoyo realmente vergonzoso de Ecuador y Nicaragua.
Al que suma el
de la también “bolivariana” Bolivia, que hoy “evangeliza” al mundo y a la
región encaramada en su banca transitoria en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas.
Como
si ese país representara a la región toda.
Con
un atrevido discurso fanático y provocativo, que ciertamente no es, para nada,
el mayoritario de la región.
Como
consecuencia, la ciudadanía venezolana ha vuelto a la “resistencia pacífica”,
como única opción aún disponible para tratar de salvar lo poco que puede quedar
de su democracia.
Las
calles de las grandes ciudades venezolanas son ahora tristes escenarios de
gigantescas protestas.
Que
exigen, por encima de todo, que se permita -de una buena vez- al pueblo
expresarse en las urnas, como manda la ley.
Y
decidir así su destino, por sí mismo.
Sin tutores
marxistas y sin que la influencia directa del abierto intervencionismo cubano
los continúe despojando de sus libertades esenciales, para lo que la dirigencia
cubana ha ubicado en lo más alto del poder de Venezuela a su diligente alfil,
el cuestionado vicepresidente Tareck El Aissami, sobre quien flotan feas
acusaciones de presuntas vinculaciones con el narcotráfico.
Para
hacer todo aún más lamentable y evidente, Nicolás Maduro acaba de declarar, el
7 de abril pasado, al principal líder opositor, hoy popular gobernador del
estado de Miranda, Henrique Capriles Radonski, “inelegible” para-con la consagración democrática de las urnas-
poder desempeñar y ejercer cargos públicos.
Esto
presuntamente lo eliminaría de poder competir –como pensaba- en la elección
presidencial del 2018, respecto de la cual las encuestas lo tienen hoy como
claro favorito.
Lo antedicho es
un movimiento típico de las dictaduras.
Venezuela
es, queda claro, una de ellas.
En
las calles, la policía venezolana y sus duros servicios de seguridad rocían
constantemente a quienes protestan con gas lacrimógeno, acompañado de otro gas
de color rojo que, según algunos, contiene elementos del llamado “gas mostaza
“.
Un joven estudiante
de ingeniería, de 19 años, murió hace muy pocas horas, al recibir un balazo en
el pecho disparado arteramente por las bien entrenadas fuerzas encargadas de la
constante represión a las protestas.
Decenas
de manifestantes fueron heridos, también por disparos de balas.
Las
marchas, sin embargo, seguramente se sucederán hasta el 19 de abril, día clave
en el que se hará un “mega-marcha” para evidenciar ante el mundo que Nicolás
Maduro carece de apoyo popular y que la gente quiere elecciones.
Ya
mismo.
A
la manera de empujón inocultable.
La “careta”
democrática de Nicolás Maduro ya no esconde la realidad:
Porque lo cierto
es que es apenas un torpe tirano absolutamente sumiso a las órdenes de Cuba.
Al que la enorme
mayoría de los venezolanos hoy repudian abiertamente.
No
es para menos, no sólo les ha robado las libertades esenciales, sino que ha
demolido - hasta transformarla en escombros- a la que alguna vez fuera una
economía particularmente robusta, edificada sobre las reservas de petróleo
crudo más importantes del mundo entero.
Venezuela
transita –queda visto- por un momento grave, decisivo.
Peligroso
en extremo.
Hasta para la
vida de los acongojados venezolanos, que saben bien que ya transitan un camino
que conduce a un escenario tétrico, como es el de Cuba, en el que su nivel de
vida, de persistir lo que les sucede, terminaría inevitablemente en el mismo
desastre que, desde hace rato, afecta a todos los cubanos.
Sin libertad, ni
condiciones aceptables de vida, entonces.
Por
todo esto, no caben los silencios cómplices, ni las mentiras destinadas a
disimular la gravísima realidad venezolana que es ya una tragedia de
proporciones realmente inimaginables a la que la región no puede dar la
espalda, si de solidaridad real con el pueblo venezolano se trata en su empeño
por la defensa de la libertad que está viendo agonizar.
Emilio J.
Cárdenas
Ex
Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas
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