Moisés
Naim
Sacarlo
no basta.
Él
es simplemente el tonto útil, el títere de quienes realmente mandan en
Venezuela:
Los cubanos, los
narcotraficantes y los viudos del chavismo.
Y,
por supuesto, los militares.
Nicolás
Maduro no debe seguir siendo Presidente de Venezuela.
Es
difícil decidir cuál es su peor defecto.
¿Qué es más
grave, la cruel indiferencia que muestra ante el sufrimiento de millones de
venezolanos o sus brutales conductas dictatoriales?
¿Qué es más
indignante, su inmensa ignorancia o verlo bailando en televisión mientras en
las calles sus esbirros asesinan a jóvenes indefensos?
La
lista de fallas es larga y los venezolanos la conocen:
90% de ellos
repudian a Maduro.
Y
no son solo los venezolanos.
El
resto del mundo también ha descubierto -¡por
fin!- su carácter despótico, corrupto e inepto.
Y
sin embargo…
Maduro
no importa.
Sacarlo
no basta.
Él
es simplemente el tonto útil, el títere de quienes realmente mandan en
Venezuela: los cubanos, los narcotraficantes y los viudos del chavismo.
Y,
por supuesto, los militares.
Tristemente,
las FF.AA han sido subyugadas y están al servicio de los verdaderos dueños del
país.
Así, vemos a
diario cómo los uniformados están dispuestos a masacrar a su pueblo con tal de
mantener en el poder a la oligarquía criminal.
El componente
más importante de esta oligarquía es el régimen cubano.
Hace
tres años escribí:
“La
ayuda venezolana es indispensable para evitar que la economía cubana colapse.
Tener un gobierno en Caracas que mantenga dicha ayuda es un objetivo vital del
Estado cubano”.
Es obvio: la
prioridad para La Habana es seguir controlando y saqueando Venezuela.
Y
sabe cómo hacerlo.
Los
cubanos han perfeccionado las técnicas del Estado policial:
La
represión constante pero selectiva, la compra de conciencias a través de la
extorsión y el soborno, el espionaje y la delación.
Pero, sobre
todo, el régimen cubano sabe cómo cuidarse de un golpe militar.
Esa es la
principal amenaza para toda dictadura y, por eso, controlar a las Fuerzas
Armadas es un requisito indispensable para cualquier dictador que se respete.
Los
cubanos han exportado a Venezuela sus técnicas de control y sus efectos son
evidentes:
Los
militares que no simpatizan con el régimen de Chávez y Maduro han sido
neutralizados, mientras que quienes
lo apoyan se han enriquecido.
No
es casualidad que en Venezuela haya hoy más generales que en la OTAN o en
EE.UU.
O
que muchos altos oficiales estén exiliados, encarcelados o muertos.
Por
eso la esperanza de que militares patriotas, democráticos y honrados defiendan
a la nación y no a quienes la expolian ha sido hasta ahora tan solo eso, una
esperanza.
Pero,
además, Cuba se topó en Venezuela con un regalo inédito en los anales de la
geopolítica:
El
Presidente de una potencia petrolera, Hugo Chávez, invita a una dictadura en
bancarrota a que controle funciones vitales en asuntos de inteligencia,
elecciones, economía, política y, por supuesto, vigilancia militar y ciudadana.
Hay
pocas decisiones importantes del gobierno de Venezuela que no sean aprobadas,
moldeadas u ordenadas furtivamente por el régimen cubano.
O
influidas por los narcotraficantes.
Ellos
constituyen el otro gran poder que hace que Maduro no importe mucho.
Venezuela
es hoy una de las principales rutas de la droga a EE.UU y Europa.
Esto
significa que hay miles de millones de dólares en juego y que en el país opera
una red de personas y organizaciones que controlan ese comercio ilícito y la
enorme cantidad de dinero que genera.
Según las
autoridades estadounidenses, una de esas personas es el Vicepresidente Tareck
El Aissami, así como un buen número de militares y de familiares y socios de la
oligarquía chavista.
Esa
oligarquía, formada por los herederos políticos de Chávez, es el tercer gran
componente del poder real en Venezuela.
Naturalmente,
Maduro; su esposa, Cilia Flores, y muchos de sus parientes y socios forman
parte de esa oligarquía. En esa élite hay diferentes “familias”, “carteles” y
grupos que rivalizan por el poder político, por influir en las decisiones del
gobierno y en nombramientos de importancia, así como por el control de mercados
ilícitos, del tráfico de personas al contrabando de armas o al lavado de
dinero.
El contrabando y
la comercialización de comida, medicinas y productos de todo tipo así como la
especulación con las divisas, son algunas de las muchas otras actividades
corruptas con las que se lucra la oligarquía chavista.
Y
también los cubanos, los militares y sus cómplices civiles.
Los tres grupos
se entremezclan en negocios, corrupción y poder.
Sacar
a Maduro es necesario.
Pero
no es suficiente.
Es indispensable
neutralizar a los tres carteles criminales que realmente mandan en Venezuela.
No
será fácil.
Pero
es posible...
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