Carlos Mira
La Argentina atraviesa una experiencia muy similar a la que les ocurre a los países que pierden una guerra y deben soportar ser gobernados por un ejército de ocupación.
En
efecto, el kirchnerismo se maneja a todos los fines prácticos como si fuera una
fuerza exógena que domina a una población derrotada que debe obedecer. Es
completamente consistente con la concepción bélica que tienen de la existencia
y que heredaron de los guerrilleros de los ’70 que se hacían llamar así mismos
“Ejército”(Revolucionario del Pueblo) , “Fuerzas Armadas” (Peronistas),
“Fuerzas Armadas” (Revolucionarias), “Ejército” (de Liberación Nacional),
etcétera.
Sin
ir más lejos ayer, el impresentable
presidente-lacayo emitió una declaración por la cual daba a conocer la
decisión del generalato de ocupación de subir las retenciones o imponer cupos
de exportación “si [la gente del campo] no entiende”. Una nueva andanada
de expropiaciones de riqueza ajena.
La
frase me hizo acordar a la de muchos militares en el ejercicio del poder de un
país ocupado en donde, usando el lenguaje de los extorsionadores y de los
matones, le dan a elegir a la población local sojuzgada entre “entender” o
recibir su merecido.
Francamente
no se sabe qué está esperando la porción productiva de la Argentina para
alzarse contra este compadrito de cabaret y hacerle entender que no van a
ponerse de rodillas ni frente a él ni frente a su ama, Cristina Fernández.
¿A quién cree
que se dirige Fernández?
¿A un conjunto
de vasallos a los que va a doblegar a fuerza de rebencazos?
Pero ¿quién se
cree que es?
La excusa para su nueva camorreada es la suba de los precios de los alimentos y, a su vez, el pretexto para la extorsión es vender a los ignorantes la idea de que esos precios en el mercado interno suben porque también suben las cotizaciones internacionales de los commodities.
Sin
embargo, lo cierto es que los países vecinos que comercian en el mismo mercado
internacional de alimentos no han tenido la suba de precios que tiene la
Argentina.
Los precios en
la Argentina suben porque en su composición, en algunos casos, hay más del 70%
de impuestos
y porque para mantener al ejército de militantes kirchneristas de las
organizaciones sociales, a los millones de empleados públicos que incrustaron
en todos los niveles de la administración y a los cientos de miles de zombies
que crearon en la cultura de la vagancia, el gobierno manda a imprimir miles de
millones de papeles pintados -a los que insiste en llamar “dinero”- con lo que estamos nadando en un océano de pesos
que naturalmente aterrizan, como corresponde, en los precios de los productos.
Los
precios de la economía se rigen por una sencilla ecuación de cantidades de
oferta y demanda de bienes y servicios y de oferta y demanda de billetes: cuantos más billetes circulan entre menos
bienes y servicios, más unidades de “dinero” serán necesarias para denominar el
“valor” del bien o servicio.
Como la política del ejército de ocupación que nos gobierna ha destruido las bases productivas del sector privado, cada vez se producen menos bienes y menos servicios. Con lo cual estamos ante una tormenta perfecta: una implosión de la producción y una explosión de la emisión. Resultado: una inflación galopante.
El
general al mando del ejército de ocupación amenaza con hacer determinadas cosas
si los ciudadanos del país derrotado “no entienden” pero, a todas luces, parece
que el que no entiende es él.
Y
no entiende porque dos razones: primero porque es un negado que no distingue un
tornillo de una pipa en materia económica y segundo porque, aunque entendiera, debe cumplir con las órdenes del
mando supremo que tiene por encima de él y que le ordena seguir destruyendo
todas las unidades productivas del enemigo.
Esta misma política ya fue ensayada durante la anterior ocupación kirchnerista, cuando, bajo los lemas “con la comida no se jode” y “la mesa de los argentinos” (argumento que, como una noria gastada, volvió a usar el presidente ayer, como si no recordara lo cansados que estamos de escuchar siempre las mismas gansadas) se ensayaron idénticas medidas que terminaron con la irrecuperable pérdida de mercados exteriores y con la destrucción de más de un cuarto del stock ganadero que había llevado décadas desarrollar. El lacayo dijo que a él lo eligieron “para ejercer el poder cuando tengo que ejercerlo…
No
se puede especular en este contexto, no tienen derecho a lastimar la
tranquilidad de la gente”.
Fernández habla
como si los seres humanos estuvieran divididos -cual sapiens y neandertales-
entre “gente” y una especie humana que no es “gente” sino otra cosa. Y que esa otra
especie busca la infelicidad de los únicos humanos que merecen llamarse
“gente”.
Pues bien, General, sepa que a los que usted busca hundir cumpliendo órdenes del Mando Kirchnerista Supremo también son “gente” y da la casualidad que es la gente que sostiene con su trabajo honrado este país de zombies que ustedes han creado. Es también la que genera los recursos para que usted y su ama vivan como reyes y sean completamente desiguales a nosotros.
Si su ejército de ocupación no buscará demoler lo que aún queda en pie de la Argentina, lo que debería hacer es reconstruir la estructura de producción para que los fabrican, crean, plantan y cosechan (en suma, los que trabajan y hacen algo útil, mientras usted crea impuestos con los que alimenta a los vagos que lo votan) puedan multiplicar el producto de la Argentina para que los precios bajen porque la oferta de bienes supera la oferta de dinero.
Para
lograr ese estímulo debería hacer otras cosas que, de paso, harían que fuera
posible dejar de imprimir dinero falso, con lo que se invertiría el choque de
planetas negativo que ustedes han creado y se pasaría a un choque de planetas
positivo caracterizado por el aumento de la producción de bienes y servicios y
la caída de la producción de billetes: la inflación caería como un piano.
Pero claro, el discurso inflamado para enfrentar a los argentinos debe continuar como parte del plan del propio ejército de ocupación, tal como cuando en la guerra el ocupante se gana la confianza de un conjunto de ocupados que, traicionando a su propio país, colaboran con ellos.
Esta es la
verdad de la estrategia.
Aunque
aquí mismo insinuamos cuales deberían ser las decisiones desde el punto de
vista de la técnica económica, no somos inocentes y sabemos que (no sé si el
General, que no parece ni muy avispado ni muy instruido, pero si algunos de sus
lugartenientes) no ignoran cómo funciona la lógica de la economía.
Pero
no están interesados en perder el tiempo con eso: el uso de su tiempo debe estar dedicado plenamente a mantener a los
ocupados divididos y a destruir todo lo que quede en pie de su aparato
productivo.
Una vez que se
cumplan con esas etapas, la rendición será incondicional.
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