"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 8 de febrero de 2021

El Taita

Carlos Mira   

La Argentina atraviesa una experiencia muy similar a la que les ocurre a los países que pierden una guerra y deben soportar ser gobernados por un ejército de ocupación.

En efecto, el kirchnerismo se maneja a todos los fines prácticos como si fuera una fuerza exógena que domina a una población derrotada que debe obedecer. Es completamente consistente con la concepción bélica que tienen de la existencia y que heredaron de los guerrilleros de los ’70 que se hacían llamar así mismos “Ejército”(Revolucionario del Pueblo) , “Fuerzas Armadas” (Peronistas), “Fuerzas Armadas” (Revolucionarias), “Ejército” (de Liberación Nacional), etcétera.

Sin ir más lejos ayer, el impresentable presidente-lacayo emitió una declaración por la cual daba a conocer la decisión del generalato de ocupación de subir las retenciones o imponer cupos de exportación “si [la gente del campo] no entiende”. Una nueva andanada de expropiaciones de riqueza ajena.

La frase me hizo acordar a la de muchos militares en el ejercicio del poder de un país ocupado en donde, usando el lenguaje de los extorsionadores y de los matones, le dan a elegir a la población local sojuzgada entre “entender” o recibir su merecido.

Francamente no se sabe qué está esperando la porción productiva de la Argentina para alzarse contra este compadrito de cabaret y hacerle entender que no van a ponerse de rodillas ni frente a él ni frente a su ama, Cristina Fernández.

¿A quién cree que se dirige Fernández?

¿A un conjunto de vasallos a los que va a doblegar a fuerza de rebencazos?

Pero ¿quién se cree que es?

La excusa para su nueva camorreada es la suba de los precios de los alimentos y, a su vez, el pretexto para la extorsión es vender a los ignorantes la idea de que esos precios en el mercado interno suben porque también suben las cotizaciones internacionales de los commodities.

Sin embargo, lo cierto es que los países vecinos que comercian en el mismo mercado internacional de alimentos no han tenido la suba de precios que tiene la Argentina.

Los precios en la Argentina suben porque en su composición, en algunos casos, hay más del 70% de impuestos y porque para mantener al ejército de militantes kirchneristas de las organizaciones sociales, a los millones de empleados públicos que incrustaron en todos los niveles de la administración y a los cientos de miles de zombies que crearon en la cultura de la vagancia, el gobierno manda a imprimir miles de millones de papeles pintados -a los que insiste en llamar “dinero”- con  lo que estamos nadando en un océano de pesos que naturalmente aterrizan, como corresponde, en los precios de los productos.

Los precios de la economía se rigen por una sencilla ecuación de cantidades de oferta y demanda de bienes y servicios y de oferta y demanda de billetes: cuantos más billetes circulan entre menos bienes y servicios, más unidades de “dinero” serán necesarias para denominar el “valor” del bien o servicio.

Como la política del ejército de ocupación que nos gobierna ha destruido las bases productivas del sector privado, cada vez se producen menos bienes y menos servicios. Con lo cual estamos ante una tormenta perfecta: una implosión de la producción y una explosión de la emisión. Resultado: una inflación galopante.

El general al mando del ejército de ocupación amenaza con hacer determinadas cosas si los ciudadanos del país derrotado “no entienden” pero, a todas luces, parece que el que no entiende es él.

Y no entiende porque dos razones: primero porque es un negado que no distingue un tornillo de una pipa en materia económica y segundo porque, aunque entendiera, debe cumplir con las órdenes del mando supremo que tiene por encima de él y que le ordena seguir destruyendo todas las unidades productivas del enemigo.

Esta misma política ya fue ensayada durante la anterior ocupación kirchnerista, cuando, bajo los lemas “con la comida no se jode” y “la mesa de los argentinos” (argumento que, como una noria gastada, volvió a usar el presidente ayer, como si no recordara lo cansados que estamos de escuchar siempre las mismas gansadas) se ensayaron idénticas medidas que terminaron con la irrecuperable pérdida de mercados exteriores y con la destrucción de más de un cuarto del stock ganadero que había llevado décadas desarrollar. El lacayo dijo que a él lo eligieron “para ejercer el poder cuando tengo que ejercerlo…

No se puede especular en este contexto, no tienen derecho a lastimar la tranquilidad de la gente”.

Fernández habla como si los seres humanos estuvieran divididos -cual sapiens y neandertales- entre “gente” y una especie humana que no es “gente” sino otra cosa. Y que esa otra especie busca la infelicidad de los únicos humanos que merecen llamarse “gente”.

Pues bien, General, sepa que a los que usted busca hundir cumpliendo órdenes del Mando Kirchnerista Supremo también son “gente” y da la casualidad que es la gente que sostiene con su trabajo honrado este país de zombies que ustedes han creado. Es también la que genera los recursos para que usted y su ama vivan como reyes y sean completamente desiguales a nosotros.

Si su ejército de ocupación no buscará demoler lo que aún queda en pie de la Argentina, lo que debería hacer es reconstruir la estructura de producción para que los fabrican, crean, plantan y cosechan (en suma, los que trabajan y hacen algo útil, mientras usted crea impuestos con los que alimenta a los vagos que lo votan) puedan multiplicar el producto de la Argentina para que los precios bajen porque la oferta de bienes supera la oferta de dinero.

Para lograr ese estímulo debería hacer otras cosas que, de paso, harían que fuera posible dejar de imprimir dinero falso, con lo que se invertiría el choque de planetas negativo que ustedes han creado y se pasaría a un choque de planetas positivo caracterizado por el aumento de la producción de bienes y servicios y la caída de la producción de billetes: la inflación caería como un piano.

Pero claro, el discurso inflamado para enfrentar a los argentinos debe continuar como parte del plan del propio ejército de ocupación, tal como cuando en la guerra el ocupante se gana la confianza de un conjunto de ocupados que, traicionando a su propio país, colaboran con ellos.

Esta es la verdad de la estrategia.

Aunque aquí mismo insinuamos cuales deberían ser las decisiones desde el punto de vista de la técnica económica, no somos inocentes y sabemos que (no sé si el General, que no parece ni muy avispado ni muy instruido, pero si algunos de sus lugartenientes) no ignoran cómo funciona la lógica de la economía.

Pero no están interesados en perder el tiempo con eso: el uso de su tiempo debe estar dedicado plenamente a mantener a los ocupados divididos y a destruir todo lo que quede en pie de su aparato productivo.

Una vez que se cumplan con esas etapas, la rendición será incondicional.

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