Y
ya es una puta
Fernando
Sánchez Dragó
Fuente:
El Manifiesto.com
El
pasado jueves cumplió cuarenta primaveras nuestra cacocracia, oclocracia o
plutocracia.
¿Conque
la democracia era esto?
Yo
luché por ella.
De
haberlo sabido...
De
Gasperi fundó la Democracia Cristiana en 1943.
Andaba
yo por Italia cuando ese partido celebró su vigésimo aniversario.
Lo
hizo con un cartel en el que se veía a una jovencita vestida de largo y
portadora de un bouquet de flores.
Al
pie se leía: "La Democracia
Cristiana cumple veinte años".
No
pasó ni media hora antes de que los guasones pintarrajearan otra frase: "Y
ya es una puta".
El
pasado jueves cumplió cuarenta primaveras nuestra cacocracia, oclocracia o
plutocracia.
Los
medios de información, que ya sólo son loritos de repetición, han conseguido
que se enteren de esa efeméride hasta los pacientes en coma.
¿Dónde
andaba yo cuando aquella pantomima se estrenó?
Supongo
que en Fez.
Ejercía
la docencia en su universidad.
Algo
es seguro: no mordí el anzuelo de las
urnas.
No
suelo votar por nadie, descreo del sufragio universal, los partidos me parecen
rebaños, no soy amigo de las Constituciones (en un país tan civilizado como
Inglaterra no la hay) y, encima, ni me gustó ni suscribí año y medio después el
insulso texto de la nuestra, por casi nadie leído y por casi todos respaldado.
Había
y hay en él demasiadas incongruencias para mis tragaderas.
El
Estado de las Autonomías, por ejemplo.
Todos
los medios de repetición canturrean ahora el sonsonete de que el 15 de junio de
1977 llegó la democracia a este país en el que nunca había cuajado.
El
Español publicó el jueves una encuesta acerca de la valoración que ese régimen
político suscita hoy en la opinión pública. Pedro Jota se llevó las manos a la
cabeza al constatar que casi la mitad de los españoles, y especialmente los
millennials,
se
sienten decepcionados no tanto por lo que se ha hecho como por lo que no se ha
hecho.
Mi
decepción, en cambio, obedece a lo que sí se ha hecho y, por añadidura, a lo
que los desencantados piden: más
democracia.
¿Aún
más?
¿Y
por qué no más meritocracia?
No
escarmientan.
Ese
sueño de la razón convertido en monstruo tiene tres patas:
Libertad
individual, igualdad con matices y propiedad privada.
Las
tres estaban menos cojas hace cuarenta años que ahora.
La última,
debido a la inseguridad jurídica y los abusos tributarios.
La
segunda, por culpa del favoritismo otorgado a la inmigración y de las leyes de
desigualdad de género.
La
primera, a causa de la hiperactividad legislativa y de la intromisión pública
en todos los ámbitos de la vida.
¿Conque
la democracia era esto?
Yo
luché por ella.
De
haberlo sabido...
©
El Mundo
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