Todos tenemos un
lado oculto.
Todas
las personas ocultamos aspectos de nuestra interioridad por distintas razones.
No
nos damos a conocer totalmente quizás para preservarnos, para impedir la
intromisión, el ataque y la invasión a modo de las líneas de trinchera de la
guerra o los fosos que defendían una ciudad medieval.
Se
podría decir que detrás de los muros de la ciudadela protegida se guardan
tropas y armas para, llegado el caso, atacar con éxito y, si es posible, por
sorpresa a quien consideremos un adversario a vencer.
Pero
cualquiera sea nuestra defensa por ser diferente, nunca la imperfección humana
nos puede llevar al abismo.
Jamás
debemos tener vergüenza por una discapacidad.
La discapacidad
no es un estigma o una tragedia.
Nuestro
cuerpo o mente pueden ser diferentes pero todos viajamos hacia el mismo
destino.
Vivir
con problemas, es simplemente un modo diferente de coexistir y de amar con
habilidades diferentes.
Mientras
más dificultades encontremos en la vida,
será siempre más significativa e
inspiradora.
Los
retos nos hacen mejores.
Los
desafíos nos hacen crecer.
Las
luchas nos hacen vivir.
Las
tormentas hacen que los robles echen raíces.
Es
por eso que vengo sosteniendo desde los nueve años cuando tuve un accidente en donde perdí mi pierna izquierda, que no existe la discapacidad, ya que dicho
término encierra un contrasentido.
Capacidad es la
potencia, son las fuerzas, con que “Dios” nos dotó para vivir plenamente
nuestra vida.
Insisto
no existe la discapacidad.
El
hombre nace y es siempre entero, completo, capaz, porque es hecho a imagen y
semejanza de Dios.
Si estamos vivos
es para vivir del todo, con todo.
Se
puede decir y no le tengamos miedo a las palabras que somos rengos, ciegos,
mudos, paralíticos, que tenemos uno o varios problemas físicos y psíquicos, pero que no somos capaces, eso sí que no.
De
hecho a muchos nos falta física o psíquicamente algo, o mucho que haría que
nuestra vida sea mucho más fácil.
Podemos
tener enormes dificultades, pero todos sabemos que algo maravilloso, misterioso
e innegable, yo diría que la mano de Dios nos ayuda a pelear, a vencer, a no
flaquear.
Tenemos que
estar siempre preparados, alertas para luchar más o más.
No
te sientas vencido aún vencido, dice el poeta y tiene razón.
A
mí, el destino me ha concedido el privilegio de participar de dos categorías.
La
de una persona con un problema - pierna
ortopédica- , que hace lo posible por
igualarse a sus prójimos y así brindarse a los demás
Y la de un
hombre público, que le ha tocado en honor ocupar numerosos cargos muchos de
ellos electivos, y de escribir y
gestionar la creación de una comisión que ahora está vigente en la
legislatura de mi provincia, destinada a
velar por la familia por los menores y también por los discapacitados.
Debo
decir que en la mayoría de los casos no estamos solos.
Nuestros
hijos, mujeres, padres, hermanos y amigos nos rodean y nos ayudan al
considerarnos uno más del grupo familiar, y se nos convierte en personas
iguales a los demás.
El
orgullo o la dignidad de ser persona, hace que antes que aceptar una expresión
de lástima, seamos capaces de mordernos y no pedir ayuda.
La
mano del piadoso nos quita siempre honor dice el trovador “Machado”, y lo
comprendo.
No
puedo hablar por el ciego, que estudia en Braile y se gana la vida.
Ni
por el sordo, que lee los labios y se integra así al mundo.
O
por el paralítico, que por andar en sus muletas y en su silla de rueda,
desarrolla un tórax de campeón.
No
puedo hablar por ellos, pero los comprendo y valoro todo el esfuerzo, las
garras y el sudor que necesitan para hacerlo. ¿Discapacidad?
No,
eso es súper capacidad, es heroísmo.
Cada
uno de nosotros tiene una historia diferente en el que factor común es el
esfuerzo y la fe.
La
voluntad, esa facultad humana por excelencia debe ser nuestra aliada, nuestro
sostén permanente.
Con
voluntad suplimos todas nuestras dificultades y siempre está allí “Tata Dios”
que nos manda un cable.
Voluntad.
Tesón para
resistir, para emprender, para no cejar.
Perseverancia
y orgullo para demostrarnos que a pesar de todo, contra todo, podemos.
Arriba
los corazones, siempre más allá, si Dios nos toco es por algo, quiere mucho más
de nosotros, no nos quedemos jamás en la mediocridad.
Siempre es
posible enfrentar a las adversidades y ganarle.
Siempre
es posible mejorar.
Se
puede.
Siempre
se puede.
Mientras
más dificultades nos encontramos en la vida, más significativa y más
inspiradora será.
“Tal vez no
somos tan diferentes…”
Dr.
Jorge B. Lobo Aragón
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