Malú
Kikuchi (26/8/2017)
Hay
palabras que sugieren una cierta solemnidad, hasta se podría decir que implican
algo realmente importante para nosotros, algo casi sagrado.
“Voto” es una de esas
palabras.
Fuerte,
implacable, esperanzadora.
El
voto tiene muchos significados, variadísimos y sin embargo todos remiten al
mismo principio: promesa.
Viene
del latín, “votum”, manda, algo que se le prometía a los dioses, de los cuales
se era “devoto”.
De
ahí también la palabra “devoción”.
También
los sacerdotes cristianos adoptaron “los votos”: de pobreza, de obediencia, de
castidad, algunos de silencio.
Se
mantienen hasta el día de hoy.
Son
los votos sagrados.
Las
parejas, al casarse religiosamente, también hacen votos de fidelidad, de
cuidado, de amor, de seguir juntos hasta que la muerte los separe.
Y
la palabra “boda”, también está enraizada con el “votum” latino.
Luego,
con el tiempo, apareció el voto popular.
En
este caso es el equivalente a sufragio (no los voy a torturar con el origen de
la palabra sufragio que es fascinante), o sea optar entre varias alternativas.
La
palabra es más que importante, en todas sus acepciones, la de la ciudadanía,
que se empieza a ejercer a partir del voto popular, hace a nuestro futuro, es
una elección de vida, una promesa a
la Patria.
Todas
las elecciones políticas son relevantes, algunas más que otras.
Acabamos
de tener el privilegio de votar.
Las
PASO han sido en realidad una encuesta nacional, cómo y de qué forma queremos
vivir en la Argentina.
No
estamos eligiendo entre dos partidos que se diferencian por estar un poco más a
la derecha o a la izquierda (de palabra), estamos
optando por un país razonable, con ciudadanos libres dentro de la ley,
o
un país manejado por mafias, sin libertades, ni estado de derecho.
Es elegir entre
la verdad y la mentira.
La
verdad suele doler, pero como a la larga es la que prevalece, mejor conocerla
de entrada cuestión de ponerle remedio a tiempo y enderezar las cosas, para
sufrir menos.
Cambiemos,
que todavía nos debe el gran cambio que el país necesita desesperadamente, ganó
las PASO de manera visible y contundente.
Nos
faltan los resultados definitivos de la votación en la provincia de Buenos
Aires, histórico bastión del peronismo, aunque Cristina fuera por fuera.
Dicen,
hay que comprobarlo, que ganó la provincia por unos 17.000 a 20.000 votos.
O
sea, nada.
Enfrente
tenía a Esteban Bullrich, casi desconocido en el conurbano, acompañado por
Gladys González, valiosísima, pero desconocida.
Si
los resultados finales son esos, Cambiemos
hizo un gol de media cancha.
En
el 2015 Aníbal Fernández protagonizó la peor elección del PJ en la historia de
su partido.
Si
los datos que se filtran sobre Cris (sin certeza) son ciertos, la elección de
la ex presidente habrá sido peor que la de Aníbal.
Cristina,
tan soberbia, tan dueña de verdad absoluta, la abogada exitosa, la arquitecta
egipcia, un poco parecida a Napoleón con el cambio del código civil, la
imbatible militante del “vamos por todo”, algo que aparentemente cumplió con
respecto a los dineros del país…
Le
sumará a la vergüenza de la derrota, el insoportable ridículo de haber sacado
menos votos que Aníbal Fernández, su personal candidato en la provincia.
Que
ninguno de nosotros, los votantes, olvidemos el 22 de octubre, la sagrada
importancia del voto.
Por
nosotros, por nuestros hijos y nietos, por la Patria.
Hago
votos por el voto…
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