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Caricatura de Alfredo Sabat

viernes, 11 de agosto de 2017

Las PASO, una oportunidad de avanzar y no volver atrás

Marcos Aguinis

Con su voto, la ciudadanía puede empezar a dar una nueva composición al Congreso y alejar los fantasmas del populismo y la corrupción…
Hace rato que se discute la conveniencia de las PASO.
Los argumentos que las desestiman son varios y muy consistentes.
Pero no son aplicables a las elecciones que protagonizará la ciudadanía argentina el domingo.
Quizás con el avance del tiempo puedan eliminarse.
No ahora.

En primer lugar es necesario tomar conciencia de que la actual composición parlamentaria no representa en estos momentos a la sociedad.
Es otra de las negativas herencias que nos ha dejado el régimen anterior.
Se mencionan con acierto las plagas de la pobreza, la desocupación, el narcotráfico, la inflación, el aislamiento internacional, la corrupción en todos los niveles, la siesta judicial y otras.
Pero también se debe señalar que hay más diputados kirchneristas de los que ahora serían elegidos.
Son producto del absolutismo que rigió 12 años, no de los que merecen una banca en la actualidad.
Por lo tanto, corresponde depurar el Congreso y convertirlo en un espejo real de la sociedad.
Las PASO representan el inicio de esa tarea.
Además, tendemos a considerar únicamente importantes las elecciones presidenciales.
Responde a la mentalidad autoritaria que nos habita desde hace muchas décadas.
Olvidamos que existen otros dos poderes del Estado, y que la composición del Congreso, muy importante, depende sólo de nosotros.
Como ya dije, ahora no responde a las preferencias mayoritarias y esto debe ser progresivamente corregido.

¿Por cuál otra razón debemos ir a votar y persuadir a todos los que se pongan a nuestro alcance sobre la importancia de la puja en la provincia de Buenos Aires?
La frecuente miopía política nos hace olvidar -entre otras cosas- que se trata de elecciones nacionales y no provinciales, como lo ha señalado muy bien Luis Gregorich en un reciente artículo de esta sección.
Pero como en la provincia de Buenos Aires intenta recuperar posiciones la ex presidenta, y se han producido expectativas sobre las consecuencias de su triunfo, pareciera que esa provincia se hubiese transformado en la más decisiva de todas las batallas.
No lo es, claro.
Aunque salga primera o segunda, se convertirá únicamente en senadora, no en la jefa de Estado.
Una senadora entre otros senadores, pero con probabilidades de encabezar la mayoría del justicialismo.
Sus huestes la proclamarán triunfadora de una epopeya.
Más importante aún es que su sola presencia influirá en otros aspectos, que dañarán profundamente a todo el país.

El embajador de Japón dejó trascender que en ese caso no vendrán las inversiones previstas.
Lo mismo han expresado los embajadores de otras naciones desarrolladas.
Temen un retorno del populismo y sus normas arbitrarias,
una impúdica inseguridad jurídica, la corrupción multiplicada por muchos dígitos,
el aumento del narcotráfico y el delito.
En esta línea negativa se manifestarán no sólo para la creación de nuevas fuentes de riqueza, sino también para ampliar las inversiones que ya han efectuado.
Los empresarios argentinos expresan su angustia y seguirán los mismos pasos.
Es decir, más les convendrá enviar sus capitales al extranjero que ponerlos en un inevitable riesgo local.
Cristina es aborrecida por todas las fuentes de inversión que generan un progreso genuino.
Por más vueltas que den sus acólitos, esta verdad no la pueden desmentir.

También se bloquearán los préstamos exteriores.
Con lo cual se derrumbarían en el acto los programas gradualistas que realiza el Gobierno para evitar un ajuste salvaje. Aumentarán la inflación y la desocupación.
Las herramientas del populismo, limitadas a una impúdica propaganda y pequeños regalos equivalentes a las aspirinas, nos conducirán al modelo de Venezuela.
Así como en esa república hermana algunos siguen adorando a Chávez por el profundo lavado de cerebro a que se los sometió, aquí seguirán adorando a Néstor y Cristina, pese al aumento del hambre y el cierre de perspectivas razonables.
Se olvidan con facilidad las confiscaciones, el default, las intervenciones, las injusticias, las escandalosas impunidades, los saqueos gigantescos y las regulaciones extremas.

La dificultad en limpiar el Congreso de sus integrantes inmorales, como es el caso de De Vido, aumenta la decepción respecto de la clase política.
Es peligroso, desde luego.
Nos asomamos a la consigna de "que se vayan todos".
Pero sin clase política no se puede gobernar un país.
La alternativa sería una anarquía sangrienta o una dictadura muy opresiva.
Corresponde entonces exigir una prolija purga de políticos.
Muchos son honorables, dignos, corajudos y coherentes.
A éstos debemos apoyar.
Las PASO del domingo son, como se dijo, una oportunidad para empezar la tarea.
No esperar a octubre.

Alejandro Borensztein, con su humor e insolente lenguaje, acuñó la expresión "voto julepe" para la próxima contienda.
Ya no se trata de defender al actual oficialismo o cerrar los ojos ante sus errores, sino de evitar que retorne al Congreso el emblema máximo del desastre al que fue conducido nuestro país durante el régimen anterior.
No se trata de adherir o simpatizar con Cambiemos, sino de ayudarlo a sortear este momento clave.
La dispersión de votos en la provincia de Buenos Aires favorece las perspectivas de Cristina.
Con alegría o con disgusto, manifiesto a cara descubierta que en esta ocasión es imprescindible sostener a Esteban Bullrich y Gladys González.
Si Cristina es derrotada, volverá el oxígeno.

El prestigio que ganó el nombre de la Argentina en los foros internacionales durante un año y medio se incrementará.
Será rápida la decisión de enviarnos capitales para grandes emprendimientos.
Los empresarios argentinos saldrán de su angustiosa parálisis.
Será posible continuar con la eficaz lucha contra el narcotráfico.
Y mantener el ritmo de la obra pública, que es más grande y eficaz que la realizada durante el kirchnerismo por la simple razón de que no se roban los dineros asignados a ella.

Otro dato a recordar es que el combate contra la pobreza marcha lento pero bien, aunque siempre se la puede acelerar y mejorar. Va un ejemplo asombroso.
Siete millones de argentinos no tienen agua.
No me equivoqué: siete millones.
Veinte millones no tienen cloacas.
Tampoco me equivoqué: veinte millones, casi la mitad de toda nuestra población.
¡Un escándalo!
¡Una enormidad!
Esos números, ¿no están vinculados con la pobreza?
Completar obras monumentales que provean agua y obras que provean cloacas, ¿no es combatir la pobreza?
Con el kirchnerismo esas obras no pasaban de los repetidos anuncios, pero el dinero corría a integrar las vergonzosas fortunas de ella y sus cómplices.

En conclusión, aceptemos que marchamos por el camino acertado, aunque se lo puede y debe perfeccionar.
Aunque resulte lento y muchísimos argentinos sigan aún padeciendo las miserias estructurales que se introdujeron o consolidaron durante el régimen anterior.
Pero lo bueno corre el riesgo de perderse.
No es una amenaza infundada.
En nuestro país muchas veces tuvieron lugar retrocesos espantosos, con o sin golpes de Estado.
Las ondulaciones hacia adelante y atrás provocaron mucho daño inmediato y posterior.
Cristina no será presidente ni siquiera en 2019.
Pero puede infligirnos un daño enorme con sólo ganar en estas PASO.


Entonces, ¡a reflexionar y esmerarse, queridos compatriotas!

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