Marcos
Aguinis
Con
su voto, la ciudadanía puede empezar a dar una nueva composición al Congreso y
alejar los fantasmas del populismo y la corrupción…
Hace
rato que se discute la conveniencia de las PASO.
Los
argumentos que las desestiman son varios y muy consistentes.
Pero
no son aplicables a las elecciones que protagonizará la ciudadanía argentina el
domingo.
Quizás
con el avance del tiempo puedan eliminarse.
No
ahora.
En primer lugar
es necesario tomar conciencia de que la actual composición parlamentaria no
representa en estos momentos a la sociedad.
Es
otra de las negativas herencias que nos ha dejado el régimen anterior.
Se
mencionan con acierto las plagas de la pobreza, la desocupación, el
narcotráfico, la inflación, el aislamiento internacional, la corrupción en
todos los niveles, la siesta judicial y otras.
Pero también se
debe señalar que hay más diputados kirchneristas de los que ahora serían
elegidos.
Son producto del
absolutismo que rigió 12 años, no de los que merecen una banca en la
actualidad.
Por
lo tanto, corresponde depurar el Congreso y convertirlo en un espejo real de la
sociedad.
Las
PASO representan el inicio de esa tarea.
Además,
tendemos a considerar únicamente importantes las elecciones presidenciales.
Responde
a la mentalidad autoritaria que nos habita desde hace muchas décadas.
Olvidamos
que existen otros dos poderes del Estado, y que la composición del Congreso,
muy importante, depende sólo de nosotros.
Como
ya dije, ahora no responde a las preferencias mayoritarias y esto debe ser
progresivamente corregido.
¿Por
cuál otra razón debemos ir a votar y persuadir a todos los que se pongan a
nuestro alcance sobre la importancia de la puja en la provincia de Buenos
Aires?
La
frecuente miopía política nos hace olvidar -entre otras cosas- que se trata de
elecciones nacionales y no provinciales, como lo ha señalado muy bien Luis
Gregorich en un reciente artículo de esta sección.
Pero
como en la provincia de Buenos Aires intenta recuperar posiciones la ex
presidenta, y se han producido expectativas sobre las consecuencias de su
triunfo, pareciera que esa provincia se
hubiese transformado en la más decisiva de todas las batallas.
No
lo es, claro.
Aunque salga
primera o segunda, se convertirá únicamente en senadora, no en la jefa de
Estado.
Una
senadora entre otros senadores, pero con probabilidades de encabezar la mayoría
del justicialismo.
Sus
huestes la proclamarán triunfadora de una epopeya.
Más importante
aún es que su sola presencia influirá en otros aspectos, que dañarán
profundamente a todo el país.
El
embajador de Japón dejó trascender que en ese caso no vendrán las inversiones
previstas.
Lo
mismo han expresado los embajadores de otras naciones desarrolladas.
Temen
un retorno del populismo y sus normas arbitrarias,
una
impúdica inseguridad jurídica, la corrupción multiplicada por muchos dígitos,
el aumento del
narcotráfico y el delito.
En
esta línea negativa se manifestarán no sólo para la creación de nuevas fuentes
de riqueza, sino también para ampliar las inversiones que ya han efectuado.
Los
empresarios argentinos expresan su angustia y seguirán los mismos pasos.
Es decir, más
les convendrá enviar sus capitales al extranjero que ponerlos en un inevitable
riesgo local.
Cristina
es aborrecida por todas las fuentes de inversión que generan un progreso
genuino.
Por
más vueltas que den sus acólitos, esta verdad no la pueden desmentir.
También
se bloquearán los préstamos exteriores.
Con
lo cual se derrumbarían en el acto los programas gradualistas que realiza el
Gobierno para evitar un ajuste salvaje. Aumentarán
la inflación y la desocupación.
Las
herramientas del populismo, limitadas a una impúdica propaganda y pequeños
regalos equivalentes a las aspirinas, nos conducirán al modelo de Venezuela.
Así
como en esa república hermana algunos siguen adorando a Chávez por el profundo
lavado de cerebro a que se los sometió, aquí
seguirán adorando a Néstor y Cristina, pese al aumento del hambre y el cierre
de perspectivas razonables.
Se
olvidan con facilidad las confiscaciones, el default, las intervenciones, las
injusticias, las escandalosas impunidades, los saqueos gigantescos y las
regulaciones extremas.
La dificultad en
limpiar el Congreso de sus integrantes inmorales, como es el caso de De Vido, aumenta
la decepción respecto de la clase política.
Es
peligroso, desde luego.
Nos
asomamos a la consigna de "que se vayan todos".
Pero
sin clase política no se puede gobernar un país.
La
alternativa sería una anarquía sangrienta o una dictadura muy opresiva.
Corresponde
entonces exigir una prolija purga de políticos.
Muchos
son honorables, dignos, corajudos y coherentes.
A
éstos debemos apoyar.
Las
PASO del domingo son, como se dijo, una oportunidad para empezar la tarea.
No
esperar a octubre.
Alejandro
Borensztein, con su humor e insolente lenguaje, acuñó la expresión "voto julepe" para la
próxima contienda.
Ya
no se trata de defender al actual oficialismo o cerrar los ojos ante sus
errores, sino de evitar que retorne al
Congreso el emblema máximo del desastre al que fue conducido nuestro país
durante el régimen anterior.
No
se trata de adherir o simpatizar con Cambiemos, sino de ayudarlo a sortear este momento clave.
La
dispersión de votos en la provincia de Buenos Aires favorece las perspectivas
de Cristina.
Con
alegría o con disgusto, manifiesto a
cara descubierta que en esta ocasión es imprescindible sostener a Esteban
Bullrich y Gladys González.
Si
Cristina es derrotada, volverá el oxígeno.
El
prestigio que ganó el nombre de la Argentina en los foros internacionales
durante un año y medio se incrementará.
Será
rápida la decisión de enviarnos capitales para grandes emprendimientos.
Los
empresarios argentinos saldrán de su angustiosa parálisis.
Será
posible continuar con la eficaz lucha contra el narcotráfico.
Y
mantener el ritmo de la obra pública, que es más grande y eficaz que la
realizada durante el kirchnerismo por la simple razón de que no se roban los
dineros asignados a ella.
Otro
dato a recordar es que el combate contra la pobreza marcha lento pero bien,
aunque siempre se la puede acelerar y mejorar. Va un ejemplo asombroso.
Siete millones
de argentinos no tienen agua.
No
me equivoqué: siete millones.
Veinte millones
no tienen cloacas.
Tampoco
me equivoqué: veinte millones, casi la mitad de toda nuestra población.
¡Un
escándalo!
¡Una
enormidad!
Esos
números, ¿no están vinculados con la pobreza?
Completar
obras monumentales que provean agua y obras que provean cloacas, ¿no es
combatir la pobreza?
Con
el kirchnerismo esas obras no pasaban de los repetidos anuncios, pero el dinero corría a integrar las
vergonzosas fortunas de ella y sus cómplices.
En
conclusión, aceptemos que marchamos por el camino acertado, aunque se lo puede
y debe perfeccionar.
Aunque
resulte lento y muchísimos argentinos sigan aún padeciendo las miserias
estructurales que se introdujeron o consolidaron durante el régimen anterior.
Pero
lo bueno corre el riesgo de perderse.
No
es una amenaza infundada.
En
nuestro país muchas veces tuvieron lugar retrocesos espantosos, con o sin
golpes de Estado.
Las
ondulaciones hacia adelante y atrás provocaron mucho daño inmediato y
posterior.
Cristina
no será presidente ni siquiera en 2019.
Pero puede
infligirnos un daño enorme con sólo ganar en estas PASO.
Entonces,
¡a reflexionar y esmerarse, queridos compatriotas!
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