Por
Ignacio Bracht
El
viernes pasado con la jura de los constituyentes surgidos de la fraudulenta
elección del 30 de julio de la Asamblea Constituyente Comunal, quedó
oficializada y con acta de bautismo la dictadura en Venezuela, con Nicolás
Maduro y su corte de cómplices en el auto golpe de Estado que han producido.
La noche más
tenebrosa que comenzó a forjarse ya en tiempo de Hugo Chávez, se ha coronado en
estos días con la instauración de un régimen castro comunista como modelo
rector.
El
huevo de la serpiente se fue gestando desde hace ya largo tiempo, con la
asistencia y alianza del gobierno de Cuba, bajo la letra de los miembros del
Foro de San Pablo y los seguidores del Socialismo del Siglo XXI, cuyo ideólogo
el marxista alemán – mexicano, Hans Dieterich, explicitó como “democracia participativa y protagónica
junto a las organizaciones de base”.
Con
los Kirchner en el poder en la Argentina, Lula y Rousseff en Brasil, Daniel
Ortega en Nicaragua, Rafael Correa y su “revolución ciudadana” en Ecuador,
Fernando Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia, el chavismo pudo avanzar de su origen democrático a un autoritarismo
creciente, pasar a un autoritarismo activo y devenir en una dictadura
concreta, que ya en el 2014, mostró sus dientes en la feroz represión con un
saldo de 43 muertos, la prisión de Leopoldo López, líder de Voluntad Popular,
entre otros, el desafuero de María Corina Machado como Diputada por su fuerza
política Vente Venezuela, la persecución de opositores y al avance sobre
derechos y garantías constitucionales.
Si todo esto
pudo suceder fue por la complicidad en la región de sus socios políticos y la desidia de
los gobiernos que se jactaron de ser democráticos.
En
2013, Maduro venció al candidato de la MUD, Henrique Capriles por escaso y
dudoso margen…
Algo
que ahora ha denunciado la propia empresa Smartmatic, que tuvo la
responsabilidad técnica de las elecciones en Venezuela desde el 2004 hasta el
2014.
Sabemos
hoy, por boca de la misma empresa que en dicha elección se cometió fraude, al
igual que en la consulta sobre la Constituyente del pasado 30 de julio, según
lo expresó desde Londres, un alto directivo de dicha empresa.
En
2015, la degradada realidad venezolana dio como respuesta que en la elección a
legisladores para la Asamblea Nacional la oposición se impusiera obteniendo la
mayoría del cuerpo legislativo.
Esa
fue la alarma para la revolución bolivariana, que había sido derrotada en las
urnas, algo impensado para el régimen con voluntad de perpetuidad.
De allí en
adelante y ante la pasividad de la región, se fue
avanzando en el modelo totalitario, suspendiendo el Referéndum Revocatorio
contemplado en la propia Constitución Nacional reformada en tiempos de Chávez;
como
asimismo las elecciones para gobernadores en los 23 estados programadas para
diciembre de 2016;
proscribiendo
a políticos opositores, como al propio Capriles a cargos públicos por 15 años,
deteniendo y persiguiendo a Alcaldes electos por el voto popular y elevando la
represión de opositores y dirigentes.
La
mediación de septiembre de 2016, del Vaticano y el Unasur, dieron aire al
régimen de Maduro para poder ganar tiempo y no cumplir con ninguna de las
peticiones efectuadas por parte de la oposición que aceptó el fallido intento
de mediación.
Así
llegamos al presente, donde ya no estaban en el poder ni los Kirchner, ni Lula
ni Dilma, ni Lugo, ni Correa, que habían
sido un colchón de justificaciones para el avance del régimen en Venezuela.
Abril
del presente año se inició con la resistencia civil a un gobierno que, día a
día, daba muestras de su voluntad patoteril de llevarse puesta a la República,
ya sin ninguna máscara ni edulcorante alguno.
La represión se
volvió salvaje y perversamente practicada llegando al día de hoy con 148
asesinados por los efectivos de la policía o los paramilitares del régimen.
La
resistencia callejera fue promovida por las fuerzas políticas, las
universidades, la sociedad civil y la propia Conferencia Episcopal venezolana,
donde Obispos como Porras, Padrón, el Cardenal Urosa Savino, o el jesuita
Ugalde, hicieron un llamado a la desobediencia civil ante un gobierno que
expresaron “quiere instalar una dictadura militar, marxista, socialista y
comunista, al estilo cubano”.
El
resultado de dicha lucha llevó a la oposición a convocar a una consulta popular
el 16 de julio, donde obtuvo más de 7 millones de votos, rechazando la
Constituyente; 800 mil del exterior, a donde han emigrado cerca de 2 millones y
medio de venezolanos por la persecución política y la más grave crisis
humanitaria en la historia del país.
Desconocida la
voluntad popular, el régimen consumó la instalación de la Asamblea
Constituyente, avasallando así el único poder que quedaba en manos de la
oposición. Hoy la dictadura controla la Justicia, el Consejo Nacional
Electoral, ha destituido a la Fiscal General, Luisa Ortega, y ha impuesto a los
más de 500 constituyentes chavistas como órgano legislativo, creando así un
órgano anti constitucional y supra constitucional, que podrá
reformar la Carta Magna a su gusto, disolver administrativamente el país, las
gobernaciones, habilitar o prohibir a los partidos políticos a su discreción,
decidir en fin, sobre vida y haciendas.
El
modelo cubano quedó establecido como único camino de atajo del régimen ante su
fracaso para continuar en el poder.
La
dictadura dio su paso final hacia el Estado totalitario…
Ante
ello y tardíamente la comunidad internacional reaccionó condenando el quiebre
democrático; tanto los Estados Unidos, la Unión Europea como quince países
americanos expresaron que no reconocen a la nueva Asamblea Constituyente, por ilegal, anticonstitucional y no
democráticamente electa.
También el
Vaticano, en el peor traspié diplomático de cara al mundo y la feligresía
católica, “solicitó” horas previas a que se instalara el nuevo soviet
constituyente, al presidente Maduro a que no lo hiciera.
A
pesar de las voces de la Conferencia Episcopal venezolana, del propio
Secretario de Estado, Monseñor Parolín, el
Papa Francisco guardó silencio durante meses, mientras asesinaban a
jóvenes en las calles venezolanas, detenido alcaldes, y la represión aumentaba.
El Mercosur, luego de eternas y dilatadas cavilaciones aplicó el Protocolo de
Ushuaia y la Cláusula Democrática, suspendiendo políticamente a Venezuela, lo
que implica su expulsión mientras perdure el régimen, del bloque regional.
Como muestra de
lo que hoy se enseñorea en el país caribeño, reconocieron la “legalidad” de la
Constituyente los gobiernos de Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Cuba,
Bolivia y Nicaragua.
Dime
con quién andas, reza el refrán popular para que quede claro dónde se ubica el
gobierno de Maduro en la política mundial.
La
repulsa internacional y regional sólo tendrá efectos fácticos si se asfixia al
gobierno venezolano con sanciones económicas que vayan desde la suspensión de
la compra de petróleo (India es compradora como lo es Estados Unidos, que
adquiere 700 mil barriles diarios); el embargo de cuentas gubernamentales en el
exterior, activos financieros y comerciales y suspensión de todo tipo de
transacciones. Sino sólo quedará en palabras, que poco afectan al dictador
Maduro.
El gobierno
español ha propuesto a la Unión Europea que no permita en la Comunidad el
ingreso de ningún funcionario vinculado con el régimen.
A
las voces que se alzan para oponerse a estas medidas argumentando que será el
pueblo venezolano el que sufrirá, podríamos contestarles que basta ver la
crónica diaria del calvario de ese heroico pueblo, que sólo dejará de sufrir
cuando la dictadura acabe de manera definitiva.
Sólo
con una posición firme y dura se podrá obligar al régimen a buscar una salida,
ya que sin un quiebre de las Fuerzas Armadas, el pueblo y la oposición
venezolana, podrán resistir con heroísmo pero serán arrasados por un poder
criminal y sin límite alguno para permanecer en el poder.
El
gobierno y Maduro, que en una declaración de esta semana se victimizó ante lo
que él llama “la conspiración del imperio y las fuerzas de la derecha”, arengó
a sus escuchas – seguidores con que “en Venezuela hay un millón de fusiles
disponibles si es necesario defender la patria y la soberanía de América del
Sur”.
Más allá del
dislate, no hay que menoscabar la Inteligencia cubana, hoy cogobernante con
Maduro, país al cual Venezuela le entrega 80 mil barriles de petróleo diarios.
Lo
que no pudo en 1961, cuando intentó exportar la Revolución a Venezuela y que
fue abortada por la firme actitud del entonces Presidente Rómulo Betancourt,
hoy lo ha logrado.
Luego
de pasadas las sangrientas décadas del 60 y 70, Cuba ha hecho pie en el
Continente Sudamericano con su pupilo y aliado venezolano.
Si
mensuramos que la OEA no pudo, a pesar de los esfuerzos del Secretario General
Almagro, aplicar la cláusula democrática contra el gobierno de Maduro, por los
votos de los países aliados ideológicamente y los micro estados caribeños
dependiente del petro Caribe; sucedería algo similar ante una sanción de las
Naciones Unidas, ya que hay que descontar el veto ruso y chino.
Por
ello, sólo las sanciones unilaterales o de bloques de países que apunten a
estrangular de recursos al gobierno venezolano, podrán tener algún efecto
práctico.
El 8 de agosto
el Presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski, ha convocado a una reunión de
Cancilleres de 14 países americanos, incluida la Argentina.
Es una
oportunidad para tomar decisiones concretas y efectivas contra la dictadura,
desde lo diplomático a lo económico.
Frente
a la tiniebla y sangrienta realidad que hoy azota a Venezuela, la izquierda
argentina como los socios en la ilícita relación que durante una década
mantuvieron los Kirchner con el gobierno de Chávez y Maduro, guardan un cómplice silencio.
Tan
vociferantes por los derechos humanos, callan ante todas las violaciones que se
cometen a diario en el hermano país, al igual que sus pares europeos como
Podemos en España, cuyo líder, Pablo Iglesias Turrión, o Jean Luc Malenchon,
con Francia Insumisa, hacen alarde de su admiración por el totalitarismo
venezolano.
Es una lección
que los llamados republicanos y demócratas deben aprender, para no levantar la
voz cuando los asesinados ya han sido enterrados o los opositores y disidentes
son perseguidos y encarcelados por la sola voluntad de un régimen y su déspota.
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