Joaquín
Morales Solá
Siempre se
sabe cuándo comienza una derrota, pero nunca cuándo ni cómo termina.
La caída
electoral del cristinismo significó también la cárcel inmediata del otrora
todopoderoso Julio De Vido.
En esa cabeza está el disco rígido de
la corrupción de 12 años de gobierno.
A su vez,
gobernadores y muchos legisladores peronistas rompieron las cadenas del
tutelaje cristinista.
Y está por
suceder el colapso definitivo de Cristóbal López, a punto de perder todas sus
empresas y su libertad.
Sólo una
coincidencia es perceptible en un amplio abanico de la dirigencia política y
social:
Preocupa en esos sectores que
Cristina Kirchner caiga presa prematuramente.
¿Para qué
crear una mártir entre sus fanáticos?
¿No sería
mejor, acaso, que su inevitable prisión ocurra por razones justas y limpias?
En esta
conclusión convergen oficialistas, peronistas y empresarios, entre otros.
La Cámara de Casación Penal definirá
en los próximos días si la apropiación por parte de Cristóbal López de dinero
del Estado es un delito del fuero Penal Económico o del Penal Federal.
Si como
quiere la AFIP, el tribunal decidiera que es un delito federal, a Cristóbal lo espera la cárcel.
Cerca de la
Cámara de Casación se adelantó que la voluntad mayoritaria de los jueces se
inclina por considerarlo un delito federal…
Es decir, un delito que se paga con
prisión.
Si, por el
contrario, fuera un delito penal económico, Cristóbal podría arreglar sus cosas
ingresando a una moratoria.
La AFIP
detesta esa alternativa.
La posición de la agencia tributaria
es que Cristóbal no es un evasor más, sino un empresario que cometió
defraudación al Estado y que, por lo tanto, debe ir a la cárcel.
Sin embargo,
lo que se discute se reduce a cuál será el final personal de Cristóbal. El
derrumbe definitivo de lo que fue un imperio económico, que creció a la sombra
del poder kirchnerista, es ya una realidad inmodificable.
La empresa
Oil Combustibles, propiedad de Cristóbal, se quedó con las retenciones del
impuesto a las naftas y con ese dinero financió el desarrollo de otras compañías
propiedad del Grupo Indalo, la casa central de todas las empresas de López.
Tuvo
complicidad del Estado, porque la anterior conducción de la AFIP le dio
indebidos y generosos planes de pagos para esas retenciones. Mientras tanto,
Cristóbal reinvertía en sus empresas el grueso del dinero que era del Estado.
La deuda es
ahora de unos 10.000 millones de pesos, sumados los intereses de la vieja deuda
y nuevos descubrimientos de la agencia impositiva.
Por eso, la
AFIP sostiene que no se trata de una simple evasión tributaria, sino de un robo
al Estado.
El ex jefe de la AFIP Ricardo
Echegaray tendrá que sentarse también ante el juez si el delito fuera
federal.
Él permitió
que el viejo amigo de los Kirchner usara como quiso el dinero público.
La agencia tributaria
logró la inhibición de todos los bienes de Cristóbal. Llamó la atención del
Gobierno, por eso, que un fondo de inversión manejado por Ignacio Rosner
anunciara la compra del Grupo Indalo.
No es un
fondo con espaldas suficientemente anchas como para hacerse cargo de la compra
y la deuda.
La Justicia
deberá autorizar esa venta.
Antes de
hacerlo, el juez le pedirá la opinión a la AFIP y ésta pondrá muchas
condiciones.
Cauciones,
fideicomisos, garantías para resguardar el dinero que es del Estado.
¿Sirve una empresa con semejantes
limitaciones?
En la AFIP
investigan si no se trata de una auto compra para distraer a la Cámara de
Casación con la supuesta ausencia de Cristóbal.
Es decir, si
detrás de Rosner no está el propio Cristóbal.
Lo más
relumbrante del Grupo Indalo son los medios (C5N, por ejemplo), pero no son los
económicamente más importantes.
Hay
numerosas empresas, petroleras sobre todo.
Sólo los
casinos no están dentro de Indalo, pero los casinos fueron vendidos por
Cristóbal luego de un costoso divorcio, según una información unánime.
¿Es cierto?
Nadie lo
sabe.
Cristóbal ya no tiene nada porque lo que
tiene, Indalo, vale igual o menos que la deuda con la AFIP.
Esto también
hace sospechosa la venta a un fondo de inversión.
Además, el
Gobierno les hizo saber a todos los interesados en comprar los medios
periodísticos de López (los Terranova, Daniel Hadad) que esa operación debía
hacerse a puro riesgo empresario. El Estado no financiará luego, en ningún
caso, la subsistencia de los medios. Fue una línea trazada personalmente por el
Presidente.
La caída definitiva de uno de los dos
empresarios más emblemáticos del kirchnerismo (el otro es Lázaro Báez y ya está
preso), tiene su correlato en la política.
La mayoría
de los gobernadores peronistas (con las excepciones de los arcanos sin luz que
significan Gildo Insfrán en Formosa y los Rodríguez Saá en San Luis) se
desligaron de Cristina, promovieron la renovación del peronismo y se
manifestaron dispuestos a iniciar un período de diálogo con el gobierno de
Macri.
Otro
hermético, el pampeano Carlos Verna, que ganó por 76 votos, ya anticipó que sus
senadores no estarán con Cristina. La posición de esa mayoría de mandatarios es
importante porque son la fuente de poder que alimenta al influyente jefe del
bloque de senadores peronistas, Miguel Pichetto.
Pichetto es el principal ideólogo de una refundación del peronismo, que propone que su bloque fije
claras posiciones centristas, alejadas de la izquierda y la confrontación
perpetua que expresa Cristina.
Es una
manera elegante de decirle a Cristina antes de que llegue que ese bloque, que
podría llamarse del PJ, no la quiere ni la necesita.
Es probable
que el destino de la jefa política de la tercera sección electoral bonaerense
se limite al aislamiento en el Senado, al liderazgo de un bloque de no más de
ocho o nueve senadores. Nada.
Tal vez la
modificación más importante entre los gobernadores peronistas la protagonizó el
tucumano Juan Manzur.
Tucumán es
el sexto distrito electoral del país, después de los cuatro grandes y Mendoza.
Manzur es,
así las cosas, el más importante de los gobernadores peronistas que ganaron.
Tuvo una
primera relación ríspida con Macri hasta que, poco antes de las elecciones, el
gobernador le aclaró al Presidente que las fricciones debían limitarse a la
campaña electoral.
Macri le
devolvió el gesto y Manzur fue el único gobernador invitado a la cena de honor
al primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que visitó el país pocos días
después.
¿Quién dijo
que Macri no hace política?
La primera
reacción poselectoral de Manzur fue abandonar el barco de los Insfrán y los
Rodríguez Saá y buscar una coincidencia inmediata con Sergio Uñac, el triunfante gobernador peronista de San
Juan, una figura joven y moderada que siempre cultivó el diálogo con el
gobierno de Macri. Los dos, Manzur y Uñac, promovieron la reunión de
gobernadores del jueves pasado en la que se explicitó una posición dialoguista.
El diálogo
no significa, desde ya, que les dirán que sí a todas las propuestas de Macri.
Significa
que están dispuestos a retomar la función principal de la política, que es la
conversación.
El paquete
económico, con impuestos coparticipables que bajarán, compromisos mutuos de no
aumentar el déficit y el conflicto de la provincia de Buenos Aires por el fondo
del conurbano, pronostica largas, y quizá tensas, negociaciones.
Pero será un
diálogo por las cosas tangibles de la política, no por las banderas de una
ideología obsoleta que el peronismo dice ahora que no son las suyas.
Esas banderas son de Cristina, un
liderazgo tan presente como decadente.
La historia
es indudable:
Al peronismo nunca lo
entusiasmaron un proyecto romántico o una causa perdida…
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