Buenos días, lectores.
A principios de mes publicamos un reportaje de Max Fisher
y Amanda Taub sobre pueblos y ciudades de México que han tomado las riendas de
sus comunidades ante los índices de delito y corrupción.
El viernes pasado compartimos la experiencia de los
autores en Monterrey, donde los empresarios han tenido un rol activo en la
lucha contra la inseguridad.
En esta segunda entrega, les contamos con qué se
encontraron cuando llegaron a Ciudad Neza, y qué aprendieron sobre su forma de
enfrentar la violencia.
Aquí podrán leer la reflexión de los autores y, más
abajo, el reportaje original y otros artículos para disfrutar el fin de semana.
Hasta el martes.
El curioso caso del sistema partidista y el
combate a la violencia en Ciudad Neza
Brett Gundlock para The New York Times
Por MAX FISHER y AMANDA TAUB
Cuando le preguntamos a los politólogos que
estudian la democracia estadounidense qué es lo que más les preocupa —y hay
muchas cosas que les inquietan estos días—, su respuesta suele ser los partidos
políticos.
Es una situación que teníamos en mente cuando
llegamos a Ciudad Nezahualcóyotl, en
la zona metropolitana de Valle de México, que tiene un millón de habitantes y
se ha separado de forma eficaz del sistema partidista mexicano.
Neza, como se le conoce, es un crecimiento
urbano descontrolado de clase trabajadora.
Sin embargo, también es una historia de
éxito:
Mientras el crimen y la corrupción se han
disparado a nivel nacional, en especial en las zonas aledañas a Neza, en esta
población se han mantenido estables o incluso han disminuido.
Cuando le preguntamos a los ciudadanos y
funcionarios de Neza cómo lo habían logrado, todos mencionaron a Jorge Amador,
el jefe de la policía y quien parece que llegó al trabajo de casualidad después
de haberse perdido camino a una reunión de profesores universitarios.
Amador, doctor en sociología y quien trabajó
en temas de gestión del agua, impuso cambios de gran alcance, y en ocasiones
excéntricos, que serían imposibles de llevar a cabo en prácticamente cualquier
otro lugar.
Con la Dirección General de Seguridad
Ciudadana Nezahualcóyotl, organizó programas de literatura y clases de ajedrez
para los oficiales.
Reestructuró la fuerza policial para
enfatizar el involucramiento con la comunidad.
Despidió a más de cien policías sospechosos de corrupción
o brutalidad.
Entonces, ¿fue Amador la clave del éxito de
Neza?
Después de pasar un tiempo ahí (y mucho
tiempo con académicos mexicanos), llegamos a una conclusión diferente.
O, al menos, a una más amplia:
El secreto de Neza fue romper con el sistema
partidista de México, lo cual hizo posible que Amador lograra realizar sus
reformas.
Los partidos políticos del sistema mexicano están
rebasados de problemas.
Son una combinación peligrosa de
instituciones súper fuertes integradas por pocos servidores públicos de carrera
y, a la vez, sumamente débiles.
Están infestados de corrupción, y abundan el clientelismo
y el nepotismo.
Tienen el poder para imponer lealtad a nivel
interno, pero no para realizar funciones institucionales básicas.
“No hay una institución o agencia capaz de
obligar a los partidos a cooperar y a ser honestos y justos, y ese es un gran
problema”, dijo Joy Langston, una politóloga del Centro
de Investigación y Docencias Económicas (CIDE), un centro universitario y de
investigación de Ciudad de México.
“Pueden negociar reformas que los hacen aún
más fuertes y que los distancian aún más de los votantes”,
señaló Langston.
Esto quiere decir, explicó, que los partidos
tienen muy pocos incentivos para pensar en las políticas que podrían ayudar a
los votantes o para siquiera pensar en políticas públicas.
Neza es diferente.
La gobierna el Partido de la Revolución
Democrática, de izquierda, y, aunque la mayoría de los gobiernos perredistas no
son como Neza —también han visto repuntes en el crimen y la corrupción—, la
representación local del partido le ha dado mayor libertad a Amador para
erradicar la corrupción o para experimentar con reformas poco ortodoxas.
Sin embargo, Amador tampoco puede recurrir
ante instituciones federales o estatales (que son del Partido Revolucionario
Institucional, PRI) para alguna asesoría en políticas públicas.
Así que está caminando sobre una cuerda floja
sin que haya una red de seguridad por si cae.
Además, no todas sus políticas han
funcionado.
Después de años de probar cambios de manera
relativamente silenciosa, Neza se ha convertido en algo parecido a un
experimento de ingeniería social al aire libre.
La meta es que los miembros de la policía se enamoren
tanto de sus responsabilidades cívicas que decidan rehusar el dinero que podrían
ganar extorsionando a civiles o ayudando a la delincuencia organizada, como
suelen hacerlo oficiales policiacos en la mayor parte de México.
En agosto, asistimos a una de dos ceremonias
bianuales de entrega de premios que Amador realiza en honor a la fuerza
policial.
De los setecientos oficiales que acudieron,
la mitad iba a recibir algún tipo de premio y recompensa monetaria. Los
familiares en el público llevaban pancartas de apoyo y seis de los oficiales
recibieron un bono de cuatro meses de salario.
Se sentía como un espectáculo de porras.
“Al principio, la gente no confía en ti, está
muy a la defensiva”, explicó Diana Hernández, una de las policías que tienen
asignado monitorear una zona reducida de calles, otro experimento.
Hernández dijo que entiende el porqué de esa
desconfianza.
Cuando ella estaba creciendo en Neza, su
familia raramente acudía a la policía al creer que eso conllevaría más
problemas.
La situación es distinta en la actualidad,
dijo la oficial.
“La gente me reconoce en la calle. Que me conozcan la
verdad me hace sentir bien respecto de mi trabajo”, señaló.
Hay grupos de vigilancia vecinal, los cuales
se coordinan con la policía y reciben cámaras policiacas, sistemas de alarma y
líneas de contacto directo a las patrullas.
Sin embargo, Amador señaló que su meta a
largo plazo es que haya tal aceptación pública a sus reformas “que no importe
quién esté en el cargo de presidente municipal”.
De cierto modo está buscando reproducir las
funciones de un partido político:
Movilizaciones de las bases, aliados en la
sociedad civil y políticas institucionalizadas.
Es una gran idea, pero un recordatorio de que
el intento de reformar la policía y la sociedad sin un apoyo verdaderamente
institucional puede llegar a ser como querer escribir algo permanente en la
arena.
“Este experimento es frágil”, señaló
Guillermo Valdés, ex director de la agencia nacional de inteligencia.
Establecerlo “ha sido un proceso tanto largo como lento”, que ha requerido
tiempo y una libertad de la cual carecen la mayoría de los funcionarios
mexicanos que están restringidos por el sistema partidista.
Por lo general, los expertos en vigilancia
policial con los que hablamos, incluido Valdés, dieron buenas calificaciones a
Neza.
Juan Salgado, académico del CIDE, afirmó que
la ciudad había tenido un “gran éxito”, en parte por operar sin depender de
organizaciones de la sociedad civil, varias de las cuales tienden a estar
cooptadas por los partidos políticos establecidos.
Sin embargo, no todos están convencidos.
Antia Mendoza, experta en seguridad que
radica en Ciudad de México, aseguró que los funcionarios de Neza no han
demostrado que haya una relación entre las reformas de Amador y el índice
delictivo.
Además, considera que hay poca evidencia
sobre si realmente están funcionando las redes comunitarias.
Neza dista de ser un oasis de seguridad.
En agosto, el día previo a la entrega de
premios para la policía, nuestro fotógrafo visitó Neza y se encontró con que la
rotonda principal estaba cerrada debido a una riña pública.
Cuando pasamos un tiempo en el centro de
comando de la policía —el cual tiene decenas de pantallas de televisión que
parecen nuevas y muestran tomas de cientos de cámaras callejeras—, los
oficiales observaron con impotencia cómo los autos que participaban en una
persecución pasaban volando por las pantallas.
No obstante, de algún modo, lo más importante
podría no ser qué tan bien han funcionado las reformas de Amador, sino el hecho
de que haya tenido el espacio para probarlas en primer lugar y de hacerlo
durante un periodo de años.
Hay pocos ejemplos de ese nivel de libertad,
en particular para purgar la corrupción, en el diseño de las políticas públicas
mexicanas.
Eso es un gran problema para México, pues
limita a los funcionarios en un momento de crisis nacional.
Para nosotros, esa fue la lección que nos
llevamos de Neza:
No la presencia de las reformas, sino la ausencia de las
limitaciones a estas impuestas por los
partidos políticos.
Nos hizo percibir de manera diferente el
resto de México, donde esas restricciones pueden llegar a ser sofocantes.
Nos hizo reflexionar también sobre los
partidos tradicionales de Europa, los cuales tienen actualmente el índice de
popularidad más bajo en años, lo que ha dado pie al ascenso de partidos
alternativos o extremos más pequeños y menos profesionalizados.
Nos puso a pensar en el crecimiento de los
partidos populistas en todo el mundo, los cuales suelen rechazar a las
instituciones y los expertos en políticas públicas por considerarlos élites
secundarias arraigadas poco confiables. Y nos hizo analizar cómo los partidos
estadounidenses han quedado como una sombra de sus versiones anteriores debido
a la polarización y a otros factores.
Los partidos políticos mexicanos son particulares a
México y a su historia.
Son legados del pasado revolucionario del
país y de cambios recientes con la era de la alternancia después de setenta
años de que un solo partido, el PRI, estuviera al mando.
El grado en que están fracasando es
excepcional.
Pero las formas en que lo están haciendo no
lo son.
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