Por
Gabriel Conte
Nada
es casualidad...
La
falta de referentes opositores coincide justamente con la instigación a micro
caos que se suman a un gobierno desorientado y amenazan con hacerlo caer.
No hay repudios
del peronismo a los hechos de violencia que constituyen delitos.
Solo
se concentran en hablar del "agotamiento" antes del final de su
mandato, del presidente Mauricio Macri.
Un manual que es
un best seller de Eduardo Duhalde, que perdió las elecciones (1999) pero
terminó siendo presidente tras conseguir la renuncia de quien le había ganado y
pactar con sectores poderosos.
Nos
quedamos con la idea ochentista de que un presidente era la expresión principal
de un partido político que, a la vez, representaba un núcleo de ideas básicas
en torno a las cuales se solían reunir personas afines a ellas.
Algunos,
los más comprometidos, se volvían militantes.
Aunque
los más exaltados respondían al término con una actitud que confundía el origen
del término:
Del
latín "militare", defender una idea política, al origen en
"militaris", concerniente a la guerra.
Por lo tanto, se
vuelven seres al servicio de quien da las órdenes en lugar de personas capaces
de pensar y ayudar a pensar soluciones a los problemas de un lugar, tal el concepto
primigenio de un espacio político.
Luego
vino el concepto de "aparato":
El
asunto por el que se reunían resultó ser ganar elecciones para conquistar el
control del poder político y, desde allí, negociar, confrontar o sumirse a
otros poderes fácticos.
El
concepto triunfó y ya dentro de los partidos políticos no piensan lo mismo,
sino que responden a instrumentos electorales que en un momento hace que sean
afines y en otros, esos mismos afines resulten feroces adversarios.
Esto
hace que lo que antes era considerado "el pueblo", se transformara en
medio de una democracia activa y en formación en "ciudadanía" y
ahora, muy probablemente en consumidores de política o en espectadores de la
arena en donde suceden cosas de las que pocos se sienten parte.
Alguna
vez, inclusive, se habló de "primeras y segundas marcas" en la
política argentina al alcance de un electorado que, de acuerdo a su percepción
de las cosas el mismísimo día en que tiene que ir a votar.
Pero
ahora, definitivamente, está claro que hay que pensar en un nuevo salto que nos
hace hacer zoom ya no en "la política" sino en cada político:
¿Para
quién trabajan?
Entendidos
como lobbistas de otros sectores, podríamos concluir en que son ejecutores de
proyectos ajenos y no de la sociedad, ciudadanía, sus consumidores o "el
pueblo".
Un
mandato no popular sino de élite.
Y
entonces, habría que identificar para cuál trabajan.
En
estos días agitados por la indefinición económica del Gobierno, en donde la
oposición no parece ofrecer siquiera una "segunda marca", si
hay algo que falta es grandeza política y sobran candidatos a lobbistas.
No
solo ni siquiera parecen conocer para beneficiar a quién trabajan sino que lo
hacen para agradar a un posible futuro controlador de su imagen, acciones y
grupito que pueda aportar a esta, digamos, "causa".
El ex presidente interino
Eduardo Duhalde,
ya entrado en años, es el más fiel exponente de esta nueva clasificación de
algo tan viejo como las mañas de la actividad política, pero con disfraz
moderno.
Llegó
a la presidencia por ser el senador más viejo en un Senado a cuyos integrantes
la sociedad ya les había pedido "que se vayan todos".
Reunió
mañosos de otras fuerzas y empujaron para que terminara antes de tiempo -sangre
de por medio- el gobierno errante aunque legítimo de Fernando de la Rúa
y prefirieron el caos a la grandeza.
Pocos
recuerdan que todo el movimiento de gente hacia los supermercados fue
motorizado políticamente y que el fin era entronizar a Carlos Ruckauf, por
entonces popular. Pero su propia estrategia se lo llevó puesto en un movimiento
táctico para que quien asumiera la presidencia resultara el ex vicepresidente
de Carlos Menem, que corporarivizó a los
sectores más oscuros de la provincia de Buenos Aires hasta el punto de que
todavía hoy cuesta ponerla de pie.
Su
cría dirigencial es la que aun juega en múltiples fórmulas para diversos
patrones.
Pero
no se sabe para quién juega él hoy...
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