La
imaginación encendida por el deseo de escribir.
Con
los dedos de la manos levantada ante el
recuerdo que me invade.
Sin
más compañía que el silencio y el rasguñar de un papel en blanco.
Mi
corazón empieza a hablar.
Me
invade la soledad.
Esa
nostalgia y añoranza con nombre de mujer, de virgen, de copla, de tristeza me
acompaña.
Sonido
solemne que convoca dolores.
Angustias
sufridas en el desamparo.
En
esa la lejanía de los consuelos que brindan los corazones, la ausencia de mi
musa eterna me atormenta.
Me
pierdo en la madrugada.
La
pluma y el papel son mis únicos testigos.
Camina el alba con el peso de mi alma.
El
senderito de mi inspiración se hace
confuso.
Sin
las túnicas blancas de las nueves deidades griegas, la soledad se agiganta
entre las abismales grietas del océano que diviso.
Como una gota de agua o una mariposa blanca
sobre el manto de seda azul, una sombra
fantasmal aflora refulgente.
Un
desconocido sin forma ni color emerge de las espesas espumas encrespadas.
Trozos
de ánforas, estrellas de mar, rocas, montañas y pinos de Galicia se agitan a su
alrededor.
Su
cuerpo es como un silencio de oro negro en el espacio de la eternidad.
Es
Man el último eremita.
Su
sueño suplicante lo abraza y lo eleva hacia su bóveda celestial.
Una ballena negra como un rayo de sol recorre el
mundo subterráneo.
La
mitología gallega se estremece como un árbol cósmico entre el mar, la tierra y
el cielo.
El
cetáceo umbroso como un rayo de sol
peregrina las costas de Camelles.
En
las tierras del apóstol un sueño
profético se hace realidad.
Una
gran viga de oro y otra de alquitrán se elevan hacia el cielo, saludando al
ermitaño.
La
noche de insomnio cargada de estrellas y
caracolas me eleva una vez más hacia el
cielo en donde el eremita contempla y
protege su obra y su amor…
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
jorgeloboaragon@gmail.com
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