Una excelsa Utopía…
Escondido detrás de la computadora en una mañana gris,
lluviosa, me puse a releer los innumerables escritos compartidos con mi gran
amiga.
Uno
de ellos en su encabezamiento decía…
“…la
Vida es un misterio…la Paz es un misterio…
Es
como ir detrás de una mariposa…
Nos
encanta su vuelo es casi mágico…
Es
un desafío lograr tenerla en las manos…
Pero
si entre todos proponemos hacerla reinar en este jardín que es la tierra algo
podremos lograr.
Entonces…acompáñanos…escribe
algo breve y ven a leerlo junto a nosotros…
Pon
tu granito de arena y únete a esa hermosa mujer que es la PAZ.
Gladys Semillan
Villanueva escritora, poetiza y pintora, embajadora de
buena voluntad por la Paz de las Naciones Unidas por la Letras…
enfatiza que los
adultos debemos dar ejemplo de ser sembradores de paz, para que los
jóvenes tengan una visión distinta, seres despojados de avaricias y poder
decididos a gestar y sembrar la semilla joven del entendimiento…
Que
gran verdad y que enorme ejemplo de todos aquellos que sin pedir nada a cambio
bregan por la paz del mundo y del planeta.
Es
que la guerra es espantosa, atroz.
Ni
un demente la desearía.
Pero
existe como preexisten los desencuentros y las desavenencias en un mundo
conflictivo con un relativismo extremo.
Y
así como existe la vejez, tan aborrecida en este mundo moderno que la oculta
bajo afeites, cirugías, tinturas y eufemismos, pero es imposible de atajar.
A
veces con buenos propósitos se ha tratado de prohibir la guerra.
Francia,
con motivo de sus colonias en las Antillas por donde son vecinos, le propuso a
los Estados Unidos un pacto bilateral de no agresión, acuerdo de los que hubo
muchísimos a través de la historia.
Pero al entonces
ministro norteamericano del exterior, Frank Billings Kéllogg le pareció muy
mezquino y respondió proponiendo un pacto multilateral de paz perpetua.
Kellogg
había sido un granjero de Minnesota que decidió estudiar derecho y en dos años
se recibió.
Actuó
como consejero especial del gobierno.
Fue
electo senador.
Embajador
en Inglaterra.
Con
estos excelentes antecedentes de una ética probada había llegado a su cargo con
la simpleza de un granjero de recta moral, expuso sus puntos de vista a
Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, el Japón.
Y así se llegó a
que esos países, más Checoeslovaquia y Polonia, el 27 de agosto de 1928,
firmaran en París un pacto por el que se obligaban a renunciar a la guerra como
instrumento político.
Se
la condenaba como medio para zanjar diferencias internacionales;
reconocían
la obligación de buscar medios pacíficos.
Se
invitaba a todas las naciones del mundo a adherir a este instrumento que
quedaría depositado en Wáshington.
Por
supuesto que para muchos no serviría para nada.
No
organizaba un arbitraje ni definía cuál guerra era de agresión ni cuál era
defensiva.
Pero
que sublime utopía la del gran Ministro.
Entendiendo
que la utopía no consiste en alcanzar ni pretender lo imposible, sino en lograr
y luchar por lo deseable.
San
Agustín que sabía que la guerra es en sí misma un mal y un crimen sin nombre…
escribía magníficamente…
La
paz es un bien tan noble que, aún entre las cosas mortales y terrenas, no hay
nada más grato al oído, ni más dulce al deseo, ni superior en excelencia.
Dr. Jorge B. Lobo Aragon
jorgeloboaragon@gmail.com
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