“Buenos
Aires, yo sigo caminando por tus esquinas sin por qué ni cuándo”.
Al
escribir “New England, 1967” las formas de su sueño habían cambiado.
Las
Heras y Pueyrredón quedaba atrás en el espacio, en el tiempo y en los recuerdos
de Jorge Luis Borges.
Allí,
desde el quinto piso pudo mirar a los lejos el río y la más cercana Recoleta con sus elegantes tumbas, abajo la poblada copa del aguaribay lo esperaba y
se transmutaba en biblioteca con otras hojas durante largas horas de
lecturas.
Vivió
en aquel edificio junto a sus padres y abuela entre 1929 y 1939, es decir entre
sus treinta y cuarenta años.
El
aguaribay estaba desde tiempo atrás, desde el otro siglo, cuando la facultad de
ingeniería se encontraba aún cerca de la plaza de Mayo.
Algunas
veces el nombre del árbol le sugería humedales y sonoridades guaraníes, otras,
lejanos ecos andinos.
El
árbol de follaje péndulo, sin duda era habitante natural del norte, plantado en
la ciudad lo confortaba y le resultaba una amigable compañía cuando se sumergía
en sus lecturas al abrigo de su sombra.
Imaginó
y soñó con el árbol en su ambiente natural como protección, guarida y alimento
de animales silvestres del monte.
Para
el zorro el árbol es refugio y nutrientes por sus frutos rojos.
El
– aguara guazú – “zorro grande” en guaraní, es monumento natural de cuatro
provincias: Santa Fe, Chaco, Corrientes y Misiones.
El
gran zorro del Chaco, habitante de las selvas sudamericanas es mencionado en el
Apéndice II de CITES de la Convención de Comercio Internacional de Especies
Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre. Etimológicamente aguaribay es el “fruto
del zorro”, de aguará: zorro e yva: fruto.
El
aguará guazú es el zorro más grande de Sudamérica, de patas largas y amblar
cadencioso, muy buen caminador.
En
el noroeste el nombre del árbol es “molle” no deriva del latín, sino del
quechua – molli – significa rojo por sus frutos que semejan el “mullu” un
molusco bivalvo de aguas calientes, el “oro rojo” fue sagrado para los Incas.
La
mayor o menor presencia del molusco indicaba a los sacerdotes y meteorólogos el
fenómeno del “Niño” en el Océano Pacífico y la posibilidad de predecir años
secos o lluviosos.
Las
hojas del molle forman parte del ritual en las ofrendas a la pachamama, con su
fruto se elabora un tipo de chicha.
Aguaribay,
molle especie nativa americana de Ecuador, Perú, Brasil, Bolivia, Chile,
Paraguay, Uruguay y Argentina.
Como
no evocar al continente desde tan lejos, con su riqueza de paisajes, por su
abundante flora y variada fauna y por su
patrimonio cultural, Borges sintió esa presencia que inmortalizó en los
versos “América me espera en cada
esquina”.
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