"De Argentina para el mundo..."



Caricatura de Alfredo Sabat

lunes, 4 de febrero de 2019

La verdad DESNUDA


Aquella conspiración de Duhalde contra la Corte Suprema (1)
Cuenta su versión de cómo se esquilmó a los ahorristas.
Por Adolfo Vázquez

Capítulo 1

(1) La Corte Suprema de Justicia de una nación es una institución trascendental.
Decisiva y definitiva.
Mucha atención requiere su integración, tal como queda en evidencia en el siguiente texto del ex ministro de la Corte, Adolfo Vázquez.
Por supuesto que fue una estafa a la que se prestó Eduardo Duhalde, personaje menor de la política argentina que sólo podía acceder a la Presidencia de la Nación emergiendo de un doble golpe de Estado civil (¡Fernando de la Rúa le ganó al 'piloto de tormentas'... !).

De todos modos, no fue culpa de los bancos sino de decisiones de política económica muy graves que arrastró a otros agentes económicos.
Pero es interesante el juego de poder que se describe alrededor de la Corte, que en estos años fue bastante controversial, aunque la necesidad de inventar un contra poder llevó a tolerarle hasta sus desatinos.

En fin, aquí un fragmento de "Asalto a la justicia. La intervención de la política en la Corte Suprema. Crónica de una destitución (Editorial Sudamericana, 2016).
Es el Capítulo. 4. “Sí señor, el corralito es anticonstitucional y así hay que decirlo”:
Viernes 11 de marzo de 2016

Ante la renuncia de Adolfo Rodríguez Saá como presidente provisional de la Nación tras un mandato de apenas una semana debía asumir el senador Ramón Puerta, que era el presidente provisional del Senado.
Pero Puerta se rehusó, por lo cual el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, asumió el cargo de primer mandatario durante escasa cuarenta y ocho horas.
Conforme la Ley de Acefalía, el que continuaba en la línea era nada menos que el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el doctor Julio Nazareno.

En "Memorias del Incendio", al referirse a la actitud dubitativa de Camaño y a la negativa de Puerta, Duhalde cuenta que Adolfo Rodríguez Saá le dijo a este último:
“-Bueno, y si él no quiere, que acepte la Corte”
-¿Como la Corte?
Le preguntó Puerta:
- ¿Hicimos todo este esfuerzo institucional y le vamos a dar el gobierno a la Corte?
¿Para qué nos incendien el país?
Rodríguez Saá no le respondió y regreso a la gobernación de San Luis, desde donde anuncio por cadena nacional su retiro de la primera magistratura.

El país estaba acéfalo.
Era la anarquía.
El Presidente no había presentado su renuncia formal y tampoco la enviaba por ningún medio.
La jueza Servini de Cubría le había hecho un cargo por abandono de la Presidencia.
Puerta no quería volver a asumir.
Eduardo Comaño no podía hacerlo.
Alberto Zuppi, el ministro de Justicia y estrecho colaborador de Rodríguez Saá, se presentó en el Congreso para comunicar que, si el presidente de la Cámara de Diputados no se hacía cargo del mando, se entregaría el poder a Julio Nazareno, titular de la Corte Suprema.

Ese episodio ocurrió durante el almuerzo realizado en el despacho del propio Camaño, en el que se encontraban los representantes más importantes del peronismo, incluidos los jefes de los bloques de diputados, Humberto Roggero, y de senadores, José Luis Gioja.
Según los relatos fue, una reunión durísima.
Camaño, después de escuchar los argumentos del enviado puntano, explotó:
-¡Yo no llegué a este punto de mi vida para entregarle el país a la Corte!
Tenemos en el parlamento hombres con capacidad y responsabilidad para gobernar este despelote.
¡Ustedes están locos si piensan que vamos a entregar el país a la Corte de la mayoría automática!

Tan alterado estaba Camaño que salió de su despacho y pegó un portazo.
Se fue y los dejó a todos encerrados, porque no podían abrir la puerta.
Sin embargo, Camaño me contó a mí, personalmente, el episodio con algunas diferencias.

En esa reunión que tuve con él como presidente de la Cámara de Diputados después de haberme presentado ante la Comisión de Juicio Político para efectuar las recusaciones contra varios de los diputados que la integraban, y a la que me acompañaron el presidente de la Comisión, Sergio Acevedo, diputado por Santa Cruz, y el diputado Jorge Villaverde, me relató Camaño que Zuppi estaba decidido a cumplir con la ley de Acefalía y entregar el Poder Ejecutivo al presidente de la Corte.
Ante esa determinación –me dijo- lo llamé para contárselo a Duhalde, quien lo atajó diciéndole:
-¿Pero hicimos todo este despelote institucional para darle el poder a Nazareno?
Hay que pararlo para que no haga eso.
Acto seguido, Camaño encerró a Zuppi en una oficina anexa a la suya para evitar que lo hiciera.
En la versión de Duhalde fueron varios los que llevaron a cabo esta obstrucción al cumplimiento de la ley, una forma de alzamiento al orden institucional que el ex Presidente relata como un anécdota divertida.

¿Qué habría pasado si Nazareno hubiera asumido la Presidencia del país?
Por lo pronto, se habría reafirmado el propósito de solucionar la crisis recurriendo a las reglas establecidas, especialmente el llamado a elecciones en un plazo perentorio, como lo manda la Ley de Acefalía.
Y se habría dado así una clara señal de seguridad jurídica, tan vital en un momento convulsionado como el que se vivía.

En esas horas, sin Presidente al mando, el poder era ejercido de hecho por el ministro de Justicia y Seguridad de la Nación, doctor Juan José Álvarez, cuyo único respaldo era la doctora María Romilda Servini de Cubría.
Afirma el propio Duhalde, sin asumir su parte en el asunto y refiriéndose a Álvarez, que el Estado era él”.
Pero cabe preguntarse: ¿en qué norma?
Sin duda, basado en la citada confesión del “semejante despelote institucional” que habrían producido.
Es que mientras el país se encontraba en un virtual estado de anarquía y conducido por un puñado de personas, la Ley de Acefalía era ignorada bajo la mencionada regla del “despelote”, que al parecer daba derechos.
También relata Duhalde que fue en medio de esas aguas turbulentas cuando se ilumino y supo que la responsabilidad del país estaba sobre sus espaldas.

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