Aquella
conspiración de Duhalde contra la Corte Suprema (1)
Cuenta su
versión de cómo se esquilmó a los ahorristas.
Por
Adolfo Vázquez
Capítulo 1
(1)
La Corte Suprema de Justicia de una nación es una institución trascendental.
Decisiva
y definitiva.
Mucha
atención requiere su integración, tal como queda en evidencia en el siguiente
texto del ex ministro de la Corte, Adolfo
Vázquez.
Por supuesto que
fue una estafa a la que se prestó Eduardo Duhalde, personaje menor de la
política argentina que sólo podía acceder a la Presidencia de la Nación
emergiendo de un doble golpe de Estado civil (¡Fernando de la Rúa le ganó al 'piloto de tormentas'... !).
De todos modos,
no fue culpa de los bancos sino de decisiones de política económica muy graves
que arrastró a otros agentes económicos.
Pero
es interesante el juego de poder que se describe alrededor de la Corte, que en
estos años fue bastante controversial, aunque la necesidad de inventar un
contra poder llevó a tolerarle hasta sus desatinos.
En
fin, aquí un fragmento de "Asalto a la justicia. La intervención de la
política en la Corte Suprema. Crónica de una destitución (Editorial
Sudamericana, 2016).
Es el Capítulo.
4. “Sí señor, el corralito es anticonstitucional y así hay que decirlo”:
Viernes
11 de marzo de 2016
Ante
la renuncia de Adolfo Rodríguez Saá como presidente provisional de la Nación
tras un mandato de apenas una semana debía asumir el senador Ramón Puerta, que
era el presidente provisional del Senado.
Pero
Puerta se rehusó, por lo cual el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo
Camaño, asumió el cargo de primer mandatario durante escasa cuarenta y ocho
horas.
Conforme
la Ley de Acefalía, el que continuaba en la línea era nada menos que el
presidente de la Corte Suprema de Justicia, el doctor Julio Nazareno.
En
"Memorias del Incendio", al referirse a la actitud dubitativa de Camaño
y a la negativa de Puerta, Duhalde cuenta que Adolfo Rodríguez Saá le dijo a
este último:
“-Bueno,
y si él no quiere, que acepte la Corte”
-¿Como
la Corte?
Le
preguntó Puerta:
-
¿Hicimos
todo este esfuerzo institucional y le vamos a dar el gobierno a la Corte?
¿Para
qué nos incendien el país?
Rodríguez
Saá no le respondió y regreso a la gobernación de San Luis, desde donde anuncio
por cadena nacional su retiro de la primera magistratura.
El
país estaba acéfalo.
Era
la anarquía.
El
Presidente no había presentado su renuncia formal y tampoco la enviaba por
ningún medio.
La
jueza Servini de Cubría le había hecho un cargo por abandono de la Presidencia.
Puerta
no quería volver a asumir.
Eduardo
Comaño no podía hacerlo.
Alberto
Zuppi, el ministro de Justicia y estrecho colaborador de Rodríguez Saá, se
presentó en el Congreso para comunicar que, si el presidente de la Cámara de
Diputados no se hacía cargo del mando, se entregaría el poder a Julio Nazareno,
titular de la Corte Suprema.
Ese
episodio ocurrió durante el almuerzo realizado en el despacho del propio
Camaño, en el que se encontraban los representantes más importantes del
peronismo, incluidos los jefes de los bloques de diputados, Humberto Roggero, y
de senadores, José Luis Gioja.
Según
los relatos fue, una reunión durísima.
Camaño,
después de escuchar los argumentos del enviado puntano, explotó:
-¡Yo
no llegué a este punto de mi vida para entregarle el país a la Corte!
Tenemos
en el parlamento hombres con capacidad y responsabilidad para gobernar este
despelote.
¡Ustedes
están locos si piensan que vamos a entregar el país a la Corte de la mayoría
automática!
Tan
alterado estaba Camaño que salió de su despacho y pegó un portazo.
Se
fue y los dejó a todos encerrados, porque no podían abrir la puerta.
Sin
embargo, Camaño me contó a mí, personalmente, el episodio con algunas
diferencias.
En
esa reunión que tuve con él como presidente de la Cámara de Diputados después
de haberme presentado ante la Comisión de Juicio Político para efectuar las
recusaciones contra varios de los diputados que la integraban, y a la que me
acompañaron el presidente de la Comisión, Sergio Acevedo, diputado por Santa
Cruz, y el diputado Jorge Villaverde, me relató Camaño que Zuppi estaba
decidido a cumplir con la ley de Acefalía y entregar el Poder Ejecutivo al
presidente de la Corte.
Ante
esa determinación –me dijo- lo llamé para contárselo a Duhalde, quien lo atajó
diciéndole:
-¿Pero
hicimos todo este despelote institucional para darle el poder a Nazareno?
Hay
que pararlo para que no haga eso.
Acto
seguido, Camaño encerró a Zuppi en una oficina anexa a la suya para evitar que
lo hiciera.
En la versión de
Duhalde fueron varios los que llevaron a cabo esta obstrucción al cumplimiento
de la ley,
una forma de alzamiento al orden
institucional que el ex Presidente relata como un anécdota divertida.
¿Qué
habría pasado si Nazareno hubiera asumido la Presidencia del país?
Por
lo pronto, se habría reafirmado el propósito de solucionar la crisis
recurriendo a las reglas establecidas, especialmente el llamado a elecciones en
un plazo perentorio, como lo manda la Ley de Acefalía.
Y se habría dado
así una clara señal de seguridad jurídica, tan vital en un momento
convulsionado como el que se vivía.
En
esas horas, sin Presidente al mando, el poder era ejercido de hecho por el
ministro de Justicia y Seguridad de la Nación, doctor Juan José Álvarez, cuyo
único respaldo era la doctora María Romilda Servini de Cubría.
Afirma
el propio Duhalde, sin asumir su parte en el asunto y refiriéndose a Álvarez,
que “el
Estado era él”.
Pero
cabe preguntarse: ¿en qué norma?
Sin
duda, basado en la citada confesión del “semejante
despelote institucional” que habrían producido.
Es
que mientras el país se encontraba en un virtual estado de anarquía y conducido
por un puñado de personas, la Ley de Acefalía era ignorada bajo la mencionada
regla del “despelote”, que al parecer
daba derechos.
También
relata Duhalde que fue en medio de esas aguas turbulentas cuando se ilumino y
supo que la responsabilidad del país estaba sobre sus espaldas.
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