Este
destacamento del cuerpo de Santa Elena era una adición valiosa, pues la mayoría
de ellos eran artilleros y tiradores excelentes, para la excursión militar que
se pretendía desarrollar en el Virrey nato del Río de la Plata.
Su
vasta experiencia y pericia, le permitieron el 12 de Agosto de 1806, encontrar
un canal en el río, que lo dejó muy cerca de Retiro.
Su
capitán, entusiasmado ordenó fuego a discreción sobre la ciudad.
Tanto fuego y
tanto entusiasmo produjeron serios destrozos pero no se percataron de la
bajante que se aceleró al darse vuelta el viento y comenzar a soplar el Pampero
de manera sostenida y creciente.
El
capitán ordena virar a barlovento e izar las velas para ganar velocidad.
Liniers,
advierte que al girar perderá su capacidad de fuego, ordena elevar el pequeño
cañón y abrir fuego hasta darle a su palo mayor el que queda dañado.
Esto
limita aún más sus posibilidades de maniobra y el viento y el río hicieron lo
suyo:
El
buque quedó varado a más de 30 grados.
Liniers,
le asigna al alférez de 21 años, Martín
Miguel de Güemes, la tareas de comunicarse con Pueyrredón y que rodeen el
buque para impedir que fugue,
Güemes,
jinete avezado y luchador aguerrido, sin consultar con sus jefes, ni pedir
autorización, (consideró que el tiempo era el mayor elemento a su favor) reúne
a los 50 Húsares mejor montados y bien armados y se larga a galope tendido, con
los caballos, resoplando y bufando, aguas adentro, a tiro limpio.
Pophan
entiende que la defensa es imposible por lo que inmediatamente iza una bandera
blanca y rinde su buque a un muchachito enjuto, de acento extraño y fuego en la
mirada.
No se conocen
antecedentes de un buque rendido a un ataque de caballería.
Menos
aún, cuando el mismo contaba de 26 cañones y 100 soldados con toda su
oficialidad, y se rindió a una tropa de caballería, con 50 soldados comandados
por un alférez de 21 años.
Se
habían unido el viento pampero y el coraje de quien con el tiempo se sabría
estaba determinado a llevar su Patria a la Libertad…
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