“Belgrano
es lo mejor que tenemos en la América del Sur”.
José de San Martín
José de San Martín
La
Argentina, país al que hemos construido y destruido varias veces a lo largo de
su historia, le debe una disculpa a Manuel Belgrano.
Era
abogado y entró por la puerta grande de la historia como General.
Cristina
Fernández lo doctoreó y le sacó el título de General.
En
el relato vale todo.
Belgrano fue un
gigante del pensamiento y de la acción, la honestidad y el desprendimiento.
Tuvo
un proyecto político de nación válido hasta hoy y un desmesurado amor por la
patria, a la que ayudó a nacer.
El
nació en Buenos Aires el 3/6/1770.
Su
padre italiano, comerciante muy rico, quiso que su hijo tuviera la mejor
educación de la época.
En
su autobiografía, Belgrano cuenta:
“Estudié
primeras letras, gramática latina, filosofía y algo de teología en Buenos
Aires.
(Mi
padre) Me mandó a España a seguir la carrera de las leyes, y allí estudié en
Salamanca.
Me
gradué en Valladolid, continué en Madrid y me recibí de abogado en la
cancillería de Valladolid”.
Continúa
diciendo, “estudié idiomas vivos (italiano, francés e inglés), economía política
y derecho público”.
Fue
un estadista y nuestro primer economista.
Trabajó
desde el Consulado como secretario, ejerció el periodismo, tuvo visión de
futuro, bregó por la educación, la agricultura, la industria y el libre
comercio. Sobre el monopolio comercial decía que era fácil enriquecerse (lo
hizo su padre) “comprando a 4 y vendiendo a 8”.
Desde
1796 hasta 1806 fue Capitán de Milicias urbanas.
Combatió
contra los ingleses y fue nombrado Sargento Mayor de Patricios.
Siendo
ya vocal de la 1° Junta, el 22/9/1810, lo enviaron a Paraguay en misión
militar, con mando de tropa.
La
misión fue un fracaso.
Ya
en Buenos Aires, el gobierno lo juzgó por su mal desempeño como militar.
Fue
absuelto.
Era
cuidadoso con su apariencia física.
Tenía
la voz aflautada y tuvo dos hijos, uno con Josefa Ezcurra (adoptado por
Encarnación Ezcurra y su marido Juan Manuel de Rosas con el nombre de Pedro
Rosas) y a Mónica Manuela del Corazón de Jesús, con Dolores Helguero.
Como General al
mando del Ejército del Norte le debemos el heroico éxodo jujeño en agosto 1812, las brillantes
victorias de Tucumán y Salta y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma.
Propuso
la escarapela azul celeste y blanca para diferenciar a su tropa de la enemiga.
Creó
la bandera blanca y azul celeste 27/2/1812, para que los soldados siguieran una
enseña propia.
Se empobreció
gastando su fortuna en mantener a las tropas.
El
gobierno no enviaba dinero y los soldados necesitaban comer, vestirse, tener
armas y municiones.
Al
final de su vida se avergonzaba de no poder pagar sus deudas y esperaba que el
gobierno se pusiera al día con los atrasados sueldos de General.
A
su médico le pagó con su reloj.
Murió
pobrísimo, el día en que Buenos Aires tuvo 3 gobernadores.
Fue
el 20 de junio de 1820, a las 7 de la mañana.
Tenía
50 años, de los cuales pasó 26 al servicio de la patria.
La
lápida en la iglesia de Santo Domingo, se hizo con parte de la tapa de mármol
de la cómoda de sus padres.
Sus
hermanos inscribieron, “Aquí yace el General Manuel Belgrano”.
El
único periódico que mencionó su muerte fue “El despertador filantrópico”.
El
Padre Francisco de Paula Castañeda escribió:
“Triste
funeral, pobre y sombrío, que se hizo en una iglesia junto al río, en esta
capital, al Brigadier General Manuel Belgrano”.
Ser
desagradecido viene de lejos.
General
Belgrano, perdón.
Por
entonces y por ahora.
Perdón
porque su patria no tiene una fecha que lleve su nombre, el 20/6 es el día de
la bandera.
Le
hemos robado hasta su muerte.
Perdón por los
15 sueldos de General que no le pagaron, perdón por deberle el sueldo de
sus soldados.
Perdón
por los $40.000 oro que le otorgó el gobierno por su victoria en Salta.
Dinero
que Usted donó para construir 4 escuelas
que no se construyeron.
Perdón
por quitarle su título de General ganado con dolor, sangre y honor.
Perdón…
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