Por Elías D. Galati
El
término arraigo proviene del latín radicare, y significa echar raíces.
Es
similar a radicación en el sentido de establecerse en algún lugar creando
relaciones y parentescos.
Uno
de los mayores arraigos es el del hombre con la tierra, y en especial la tierra
que lo vio nacer, donde se crió y ha crecido.
Es
el fundamento de las nacionalidades, y ata a las personas, a través de sus
ancestros con su lugar de origen.
Se
encuentra arraigado aquel que posee buenas raíces, y está relacionado con un
lugar determinado.
El
desarraigo por lo tanto se produce cuando se extingue la relación, y cuando se
pierde la radicación, alejándose de sus raíces, lo que provoca el destierro.
Cuando
el hombre se encuentra impelido u obligado a emigrar, dejar su tierra, sus
costumbres, sus tradiciones, y aún su familia, pierde el arraigo ancestral que
lo ha convertido en quien es.
¿Por
qué un hombre se somete al desarraigo?
¿Qué
es lo que hace que deje todo lo que lo identifica, lo caracteriza y lo hace
quien es y comienza una nueva vida?
En
la historia humana, se han producido innumerables desarraigos, en especial de
pueblos sojuzgados, dominados y hasta aniquilados, y de sectores de comunidades
a los que se le ha hecho imposible continuar la vida en su lugar de origen, por
lo que optan por irse.
El
arraigo es una fuerza muy potente, por tanto, debe haber una situación de tal
magnitud que impida que pueda continuarse la existencia, en la forma y con los
proyectos que tiene un hombre, o un sector, o una comunidad para que se
produzca su desarraigo.
Uno
de los problemas que llevan al desarraigo, es
la libertad.
Si
se siente que es imposible vivir libremente, y que uno se encuentra
condicionado, el ansia y el poder de la libertad que tiene el hombre, es capaz
de superar las raíces, y obligarlo a marcharse.
Otra
situación es la dificultad y la imposibilidad moral de aceptar una forma de
vida impuesta por la mayoría, que se hace intolerable y no se puede ni se
quiere vivir.
La
guerra, el hambre, la miseria, la falta de estímulos y de posibilidades
completan este panorama por el cual el hombre aun sabiendo quien es, que
quiere, y donde quiere vivir, es capaz
de desarraigarse.
Hay
una cuestión ética que rodea esta tragedia, ya que todo desarraigo es en sí una
tragedia.
Esta
cuestión ronda las relaciones humanas, que a veces son llevaderas, equilibradas
y permiten el disenso…
Y
otras son autoritarias, soberbias, imperativas y pretenden sólo aceptar una forma
de pensar y de actuar.
El
conflicto moral, ha sido pintado magistralmente por Platón en sus Diálogos, en
relación a su maestro Sócrates.
Dice
Platón: “porqué esta Sócrates sentado en la cárcel, porque el pueblo de Atenas
lo condenó y él que siempre predicó la sujeción a la justicia, quiso cumplir el
fallo”
Aun
sabiendo que le iba la vida en ello, y que era una sentencia injusta, por envidia y eminentemente política.
Pero
había dicho Sócrates cuenta Platón:
“Si
no has tenido las agallas para cambiar el sistema, si no has tenido las agallas
para irte, debes someterte a la voluntad de la mayoría”.
Es
decir si la voluntad de la mayoría es moralmente inaceptable para ti, y no has
podido cambiarla, vete, o sométete a ella.
Tremendo dilema
ético.
El
desarraigo se produce, por la imposibilidad moral de aceptar lo que impone la
mayoría.
Entonces
dejas todo, y tratas de comenzar de nuevo en algún lugar que puedas
compatibilizar con tus valores morales.
Es
el fuego del espíritu, y de las creencias, que pueden más que las raíces, las
comodidades y las costumbres.
Es el alma del
hombre que busca la libertad, la justicia, el equilibrio, la bondad y la paz.
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